William tomo grandes respiraciones, con la intención de tranquilizarse y mantener la calma.
Buscando en la guantera de su auto, encontró una corbata de un color muy peculiar. un verde muy fosforescente y resaltante.
Se la colocó con sus manos aún temblorosas.
Estacionó su auto, tomo una hoja arrugada que se encontraba a su lado y la leyó tratando hasta su ultimo momento de memorizar hasta la última letra.
Levantó su cabeza y leyó el letrero del pequeño restaurante en el que se había estacionado.
La gran trufa.
William nunca había escuchado sobre este restaurante. Estaba a la mitad de la carretera, muy lejos de cualquier ciudad e incluso pueblo.
El pueblo más cercano se encontraba a 10 km.
Al abrir suavemente la puerta del restaurante, el melodioso sonido de una campana lo saludo.
Su llegada llamo un poco la atención gracias a su corbata llamativa.
Sin querer llamar mucho la atención se sentó rápidamente, pidió un vaso de agua y esperó.
Después de alrededor de una hora, un mesero se le acercó y le informo que el restaurante iba a cerrar que por favor se fuera.
William tomo una respiración y con mucho nerviosismo pidió una orden: huevos fritos y tocino, con un jugo de naranja.
El mesero lo miro extrañamente al hombre que pedia una orden típica del desayuno a la hora de la cena.
"Lo lamento señor, el menú del desayuno no está disponible en horas de la cena."
"Está bien. Solo deme un café."
El mesero lo volvió a observar, esta vez con más atención y detalladamente.
Al notar su corbata verde, asintió y se fue poco después.
El mesero volvió poco después, pero no trajo su orden.
Desalojaron rápidamente a todas las personas que aún no se habían ido, a excepción de el.
Tomaron con rapidez todas las la mesas del restaurante y las unieron en una gran mesa, dónde colocaron una gran mantel de color verde.
Colocaron 49 velas en la mesa y las encendieron. Del mismo modo también colocaron 49 botellas de champagne con sus respectivas copas.
Cuando terminaron todos estos arreglos, apagaron las luces y se fueron. Durante todo el proceso, jamás dirigieron su mirada hacia William, como si este no existiera.
Pocos minutos después aparecieron dos filas de personas desde la parte trasera del restaurante que caminaban ordenadamente. Todos y cada uno de ellos llevaba una corbata verde al igual que William.
Todas y cada una de las personas se sentaron en sus respectivos lugares con la espalda totalmente recta.
Al ver el único lugar vacío, William le levantó un poco indeciso y tomo el último asiento disponible.
Uno de los hombres en los primeros asientos saco y pequeño frasco del que goteo una gota en su copa y lo paso al siguiente hombre.
Todos siguieron el ejemplo del primer hombre y colocaron una gota del frasco en sus copas.
Al recibir el frasco en el último asiento, William dudó. Sabía que había en este pequeño frasco, razón por la cual dudó.
Era cicuta.
Un veneno.
Apretando los dientes con determinación, siguió el ejemplo de los demás y colocó una gota en su copa.
Cada uno de ellos llenaron sus copas con champagne.
La llevaron hacia arriba y brindaron:
"¡¡Muerte a socrates!!" Exclamaron todos con total convicción.
Todos y cada uno de ellos tomo la copa y la bebió hasta el fondo, incluyendo a William.
Una vez realizado este ritual, la atmosfera en el restaurante se hizo muchos más relajado y agradable.
El hombre en el primer haciendo se levantó de su asiento y hablo:
"Hombres de conocimiento. La razón por la que nos hemos reunidos el día de hoy, a solo dos semanas de la última reunión es muy simple...... ¡Han sonado las trompetas del apocalipsis!" Sus palabras silenciaron por completo a las demás personas. "Además. Tengo el placer de presentarles a nuestro nuevo compañero William." Dijo esté señalandolo. Cambiando por completo de su actitud sería a una sonrisa cordial y amigable.
Todos aplaudieron rápidamente, mientras que William bajaba la cabeza con respecto y veneración hacia todas las personas presentes.
Aunque era un graduado de Harvard con varias especializaciones y un doctorado. Sabía muy bien que era el hombre más ignorante e inculto entre todas las personas presentes.
"No tienes que estar tan nervioso hijo. Ya que bebiste la cicuta eres uno de nosotros." Un anciano que se encontraba a su lado le tocó el hombro y susurró a su oído con una amigable sonrisa.
¡¡James flooter!!
¡Sabía quién era este hombre! No había nadie en la comunidad científica que no lo reconociera.
Su rostro estaba muy arrugado, mientras que contaba con ya muy poco de su cabello canoso. Sus ojos parecían muy empañados y parecían no poder ver mucho. Sus labios estaban secos, lo que obligaba al anciano a pasar regularmente su lengua en un vano intenso de humedecerlos.
Cualquiera que lo viera, solo pensaría que era un anciano muy agradable y amigable. Pero William sabía muy bien la clase de influencia y poder que ejercía este anciano en la comunidad científica.
¡Aún ahora, no creía que podía ser parte de ésto!
William asintió la cabeza con una sonrisa y pensó en lo que dijo el primer hombre.
Según tenía entendido. Está sociedad, tenía la particular tradición de reunirse una vez cada dos años, siempre un 21 de septiembre.
Está tradición nunca había cambiado desde que se fundó la sociedad.
Hoy era 6 de octubre. Según el primer hombre en la mesa, la razón de esta reunión era que habían sonado las trompetas del apocalipsis.
Bajo suavemente su cabeza y comenzó a contemplar lo que esto significaba.
Los demás miembros de la reunión se rieron alegremente al ver su comportamiento.
"William Steford. como nuevo miembro de esta elitista sociedad, tienes el privilegio de hacer tres simples preguntas que amablemente responderemos para tí." Una mujer con corte de cabello Pixie en sus treinta lo saco de contemplaciones.
William levantó la cabeza para encontrar que todos tenían sus miradas dirigidas en su dirección.
Luchando un poco con su nerviosismo, William miró al primer hombre que hablo y preguntó: "Señor. Usted dijo que la razón de esta forzosa reunió se debe a qué sonaron la trompetas de apocalipsis. ¿Que significa esto? ¿En verdad presagia el fin del mundo, como dice la biblia?"
La sala cayó en un pequeño silencio. Antes de que el hombre se frotara la barbilla y sonriera.
"Dime William. ¿Cómo crees que las personas en la antigüedad pudieron pensar en grandes trompetas que sonaban en los cielos?" El hombre lo miro con la misma sonrisa en su rostro.
"¿Fue acaso el producto de una gran imaginación? ¿Había en la antigüedad un gran profeta que profetizó el fin del mundo de tal manera?"
William se quedó en shock en su asiento. Siempre pensó solamente en el significado del sonar de las trompetas del apocalipsis, nunca en su origen.
"¿De dónde les llegó tal colosal idea a setenta sabios judíos?"
Cada pregunta solo dejaba a William más y más desconcertado.
"La respuesta es simple. Ellos no se lo imaginaron, ni tampoco fue una profecía del fin de los tiempos. La razón por la que está idea llegó a sus mentes es simple....... ¡¡Porque las trompetas ya habían sonado una vez en la antigüedad!!"
El hombre tomo un pequeño sorbo del vino que se había servido en su copa.
"Las trompetas del apocalipsis fue el nombre que ellos le dieron a tal fenómeno observado en los cielos. No presagia el fin de los tiempos, pero su significado no está tan alejado en realidad." Con ésto el hombre cambio su mirada en dirección a todas las demás personas.
"Señores. Han sonado las trompetas del apocalipsis, lo que significa el fin de una era y el comienzo de otra." El hombre levantó su propia copa de vino y habló: "Señores les agradeceria brinden conmigo para recibir de lleno está nueva era......... Una era de revolución y descubrimientos."
"¡¡Por una nueva nueva era llena de revolución y descubrimientos!!" Todos brindaron al alzar sus copas.
William se quedó un poco sorprendido al principio, pero alcanzo a brindar con los demás.
¡Así que las trompetas marcan el fin de una era, a la vez que dan comienzo a otra!
¡¡Fascinante!!