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Prólogo - No soy de aquí ni soy de allá

Siempre me había visto a mí mismo como una persona común, alguien que encajaba bien en tiempos de paz y estabilidad. Nunca había considerado la guerra como algo más que un capítulo en los libros de historia o una realidad lejana en tierras distantes como en el Medio Oriente. Sin embargo, hoy en día, puedo afirmar con seguridad que el pacifismo ya no es una opción en un mundo que, poco a poco, está siendo arrastrado por el conflicto, y en el cual me veo involucrado de manera activa, aunque en contra de mis deseos. Los contextos cambian y, con ellos, las personas.

—Níxebus, tenemos que partir —palmeó mi cabeza con delicadeza.

No estaba durmiendo, yo no había podido conciliar el sueño después de aquella misión en la que casi termino agujereado como un queso emmental. Solo pensarlo hace que se me ponga la piel de gallina, a pesar de tener escamas en lugar de piel.

—Sé que debes estar agotado, pero, ¿cómo puedo compensártelo? Realmente te necesito. Eres mi fiel compañero, y sin ti, hoy no estaría aquí —dijo mientras acariciaba mi cabeza—. Te agradezco más de lo que puedo expresar en palabras.

Me levanté y aparté su pequeña mano de mi enorme nariz, emitiendo un leve bramido de disgusto, pero no de desaprobación. 

—Muchas gracias, estaré a tu cuidado una vez más.

No puedo decirle que no, no a ella. Después de todo, es la primera persona que conocí que no me tiene miedo y que no intentó matarme, es más, hasta me ayudó cuando todo parecía perdido. Además, no puedo quejarme, volar es lo mejor y lo único bueno que me ha pasado desde que llegué aquí, siempre y cuando no tenga que esquivar balas o explosiones, claro está. Por otro lado, quedarme aquí compadeciéndome de mi mismo no va a hacer nada más que deprimirme; tal vez este vuelo me venga bien para despejar un poco la mente.

—Deja que abra la puerta y te coloque la montura.

Con suavidad, ella posó la montura sobre mi espalda, de un tono oscuro que hacía juego con mis escamas, y esta se aseguró en su lugar como si tuviera vida propia; realmente mágico. La experiencia resultó algo incómoda al principio, pero con el tiempo, llegué a acostumbrarme. Sin perder tiempo, Elora comenzó a cargar las alforjas con los objetos necesarios para el viaje.

Al parecer, mi cara de lagarto no era tan inexpresiva, después de todo, parece que puede transmitir cierto malhumor, ya que ella suele realizar las tareas sin previo aviso. No obstante, en esta ocasión, incluso me notificó su intención de colocar la montura sobre mí.

—Ya estoy lista —dijo luego de subirse a mi lomo—. ¡Abran las puertas!

Las puertas del establo se abrieron, permitiendo que la luz de luna se colara gradualmente. La noche se cernía sobre nosotros, y en este momento, solo podía pensar en las vidas que, seguramente, arrebataríamos. 

La gran mayoría de misiones de eliminación eran nocturnas. De hecho, era algo a lo que nunca llegué a acostumbrarme del todo, tal vez nunca lo haga; matar nunca está ni estará bien. Por otro lado, saberlo no lo hacía mejor, pero me daba el tiempo suficiente para mentalizarme, ya que podía disfrutar de mis pensamientos y justificaciones con la brisa fresca de la noche. 

—Tenienta Elora, espere un momento, soy Criner, su nueva compañera.

Una mujer de orejas puntiagudas como Elora, pero de color verde como una hoja y un poco más pequeña, nos detuvo al salir del establo. Al mirarla con más detenimiento, podía ver sudor caer de su frente y, además, jadeaba un poco entre palabras.

—Yo no tengo compañeros —contestó con tono amenazante.

—Son las órdenes de Mibreg —extendió a Elora un documento—. Me dijo que le diga "me lo debes".

Elora agarró el documento y se podía escuchar cómo pasaba las hojas de papel una tras otra como si estuviera mirando más no leyendo. ¿Acaso le escribieron un testamento? Por la cantidad de hojas, al menos unas cincuenta, se me hizo esto bastante inusual. Por lo general, las misiones de eliminación solían incluir un máximo de diez hojas, y un mínimo de dos, todas selladas. Sin embargo, en esta ocasión, ni siquiera percibí el característico sonido del sello al romperse. Esto dejaba solo dos posibilidades. La primera era que teníamos que eliminar a un centenar de "enemigos", o la segunda, que no se trataba de una misión de eliminación, sino de una de exploración, y que la extensa cantidad de hojas contenía descripciones de la flora y fauna del lugar. En el caso de la segunda opción, Elora se tomaría su tiempo para revisar cuidadosamente las hojas y para prepararse durante varios días antes de emprender el vuelo. 

No sabía qué pensar al respecto de todo esto, ¿Debería alegrarme de no tener que participar en violencia alguna? ¿Debería sentirme triste por la implicación en una matanza de mayor escala? ¿O quizás enfadado por el secretismo que rodeaba todo esto? Por otro lado, aparentemente, yo no era el único sorprendido por este inesperado "cambio de planes".

—Tch, sube rápido, no tenemos mucho tiempo —dijo finalmente luego de guardar la extensa cantidad de hojas en la alforja de la derecha.

—¿Nos vamos en él? —me señaló temblando de miedo.

—¿Algún problema con Níxebus?

—No, ninguno…

—Entonces apura, tenemos que aprovechar la noche.

—Está bien —respondió la enana verde abatida.

Me tendí en el suelo para facilitarle el proceso de montarme, recordando que incluso a Elora le había resultado complicado la primera vez que nos encontramos, aunque se las arregló sorprendentemente bien, dadas sus circunstancias. La mujer de piel del color del pasto comenzó a trepar sobre mí, aferrándose a mis escamas con determinación. Finalmente, después de varios segundos que, seguramente, parecieron eternos a Elora, logró acomodarse lo mejor que pudo en la montura, que resultaba bastante grande; al menos otras dos personas podrían caber si se apretaban bastante entre sí.

—Guarda lo más esencial de tu mochila en mi alforja izquierda. Esa mochila podría resultar fatal en pleno vuelo —dijo aceptando, finalmente, a su nueva compañera.

—Está bien.

Sacó unos binoculares, una radio, algunas provisiones para comer, un cuaderno con un lápiz y una cantimplora, y los metió en la alforja. Luego entregó su mochila a uno de los soldados que habían abierto las puertas previamente y se despidió del suelo, o al menos eso me pareció, ya que no dejaba de mirarlo fijamente.

—¡Nos retiramos! —gritó Elora.

—¡Sí, mi teniente! —se despidieron con los puños en alto.

Con una leve palmada en el cuello como señal, comencé a elevarme desde la tierra batiendo mis largas alas negras como la noche. Cuando desde el cielo solo se distinguían figuras geométricas, dejé de elevarme y me dirigí hacia donde Elora me indicaba.

—¿¡Y las riendas!? —preguntó gritando debido al ruido del viento.

—¡No las necesito, no con él! —le respondió mientras me acariciaba el largo cuello—. ¡Es alguien inteligente, no le gusta que lo traten como un simple animal!

Entendiendo lo que quería decirme con las caricias, comencé a bajar la velocidad a la que estaba volando luego de alejarnos bastante de la base.

—¿Qué sucede, por qué nos detuvimos?

—No lo hicimos, ahora estamos volando más despacio.

—Menos mal que esta montura no es solo de cuero, si no ya habría besado el suelo hace rato… —como si de repente se acordara de algo, continuó—. ¿Pero dijiste que íbamos a aprovechar la noche?

Ignorando a su subordinada, Elora comenzó a hurgar en la alforja y retiró unos cuantos papeles. Este cuerpo es increíble, puedo sentir cada cosa que sucede a mi alrededor como si fuera un tercer ojo, o como si estuviera en tercera persona en algún videojuego simulador de vuelo; aún no me acostumbro a dicha visión espacial, pues no paro de fijarme en tonterías como esa. Elora me palmeó con delicadeza, algo que suele hacer mucho cuando pierdo el rumbo, y volví los ojos al frente.

—Como me temía, esta misión no es la eliminación de ningún objetivo, es muchísimo peor, es una misión de socialización —volteó a ver Criner—. Esa es nuestra situación.

Menos mal, no hay que matar a nadie, pero se viene una larga noche de vuelo; no parece que sea bueno para Criner.

—Si vamos a trabajar juntos como un equipo, es importante que aprendas cómo lidiar con Níxebus. Primero, te contaré cómo lo conocí. Quizás puedas formarte una idea de nosotros como equipo y, tal vez, puedas usarlo para formar un vínculo con él. El viaje es largo. Podemos tomárnoslo con calma. Ve preparándote para los vuelos. Ah, se me olvidaba. Toma esto; lo vas a necesitar.

—Gracias, me hacían falta, ahora puedo viajar con los ojos abierto, ¿tú no las usas?

—Tengo un anillo para eso, ¿ves? No solo aleja el viento, también sirve para ver de noche, para mantener la respiración por más tiempo y afilar la vista en grandes distancias. Es parte de un kit de francotiradores de élite; son exclusivos y bastante difíciles de construir por los artesanos de las piedras.

—Guau, me gustaría tener uno de esos… —susurró abatida.

—Como observadora, te hará falta uno. De hecho, deberían haberte proporcionado uno si vas a trabajar conmigo. Pero, a juzgar por tu equipo básico, parece que la guerra no avanza bien de nuestro lado —comentó con tristeza.

—No te preocupes, este equipo es más que suficiente para mí. Además, soy mitad Khamaí y mitad Oregate, y me enorgullece tener lo mejor de ambas razas —declaró con orgullo sus raíces.

En este mundo, según lo que he presenciado y escuchado en conversaciones ajenas, existe una impresionante diversidad de razas. La mayoría de ellas ha establecido su presencia en reinos, imperios, dinastías y diversos sistemas de gobierno. Aun así, existen ciudades donde varias de estas especies o razas coexisten armoniosamente, desafiando las barreras raciales. No obstante, lamentablemente, persisten vestigios de segregación, prejuicio y prioridad racial, dependiendo del reino que se visite. Afortunadamente, el imperio en el que resido permite las relaciones entre especies, y todos son iguales ante la ley. Sin embargo, hay "Terrakyrios" (un título nobiliario que significa "dueño de la tierra") que se oponen a las leyes del imperio y esclavizan a quienes no son "Oregate", la raza a la que pertenecen Elora, Mibreg, la emperatriz y la gran mayoría de habitantes del imperio. Con frecuencia recurren a préstamos usureros que llevan al impago y, finalmente, a la esclavitud. Estas acciones son penadas con la muerte, pero son difíciles de probar, sobre todo debido a la corrupción que impera.

—Eso significa que puedes cambiar de color, ¿verdad? Y, ¿qué pasa con la mala visión nocturna de los Khamaí? ¿No afectará tu desempeño en las misiones nocturnas? —inquirió con severidad.

—Como mencioné, tengo lo mejor de ambas razas —su tono se volvió más serio mientras su piel se transformaba en azul oscuro—. No tengo problemas de visión, solo las bajas temperaturas me afectan, pero llevo mallas mágicas debajo del uniforme para mantenerme caliente.

Elora volvió a indicarme con caricias que mantuviera el curso. No puedo negarlo, estaba bastante curioso acerca de nuestra nueva camarada. Ahora éramos un trío, y eso cambiaba muchas cosas, sobre todo, cómo nos relacionaríamos de ahora en adelante.

—Parece que a Níxebus le interesas, no para de escuchar con atención nuestra conversación —comentó alegre mientras me acariciaba con afecto y no para indicarme una dirección—. Ya que tenemos tu atención, creo que es momento de que ella conozca nuestra historia, si te parece bien.

Bramé en aprobación y ella comenzó a contarle cómo nos conocimos. Mientras hablaba, no pude evitar recordar todo lo que había hecho hasta este momento. Se sentía nostálgico y aterrador, sobre todo porque me traía recuerdos de cómo morí y me transformé en un dragón.

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