Habían pasado ya un par de días desde que Naruto comenzó a dominar el Rasengan. Aunque todavía no lo perfeccionaba, su progreso era evidente, y con cada entrenamiento diario, su técnica se volvía más precisa y estable. La dedicación del pelirrojo era innegable, y el brillo de determinación en sus ojos solo confirmaba su deseo de seguir mejorando. Sin embargo, el camino hacia la maestría no era sencillo, y Naruto era consciente de que aún le quedaba mucho por aprender.
Ese día, siendo uno de los pocos que había logrado avanzar significativamente con el jutsu que Katsumi les había enseñado, Naruto acompañó a su sensei al puente donde trabajaba Tazuna. Desde el principio, el ambiente era tenso. Al llegar, Naruto notó que había menos trabajadores de lo habitual. Dos de ellos, al ver a Katsumi y al pelirrojo, se disculparon apresuradamente y se retiraron, dejando a menos de cinco personas en el lugar.
Tazuna, que estaba sentado con los planos del puente entre sus manos, dejó escapar un largo suspiro de frustración. El hombre parecía agotado, no solo por el arduo trabajo físico, sino también por la carga emocional de la situación. Naruto, observando la expresión cansada del constructor, sintió un leve nudo en el pecho. Aunque a veces Tazuna podía parecer gruñón, era evidente que cargaba con un peso enorme sobre sus hombros.
—No se preocupen, puedo encargarme de esto —dijo Naruto de repente, su voz llena de confianza.
Sin esperar respuesta, realizó el sello de manos característico, y en cuestión de segundos, una nube de humo apareció a su alrededor. Al disiparse, una centena de clones idénticos a Naruto estaban de pie, listos para actuar.
—¡Bien, muchachos! ¡A trabajar! —ordenó Naruto con una sonrisa.
Los clones se dispersaron rápidamente, tomando herramientas y ayudando a los pocos trabajadores que quedaban. Era una escena sorprendente, incluso para Tazuna, quien arqueó las cejas mientras observaba cómo los clones trabajaban de manera coordinada.
—Chico… No sé cómo lo haces, pero esto ayudará mucho —murmuró Tazuna, casi en un susurro.
Naruto sonrió ampliamente, rascándose la parte trasera de la cabeza con una expresión de modestia.
—No es nada. Después de todo, proteger a este puente también es parte de mi misión, ¿no?
Mientras los clones trabajaban, Naruto no podía evitar sentirse extraño estando tan cerca de Katsumi. A pesar de que habían pasado varios días desde aquel beso inesperado, aún no había logrado procesar completamente lo sucedido. Su mente se llenaba de preguntas cada vez que la miraba: ¿por qué lo había hecho? ¿Qué significaba realmente? ¿Y por qué su corazón parecía latir más rápido cuando ella estaba cerca?
Por su parte, Katsumi parecía actuar con normalidad, como si aquel momento no hubiera tenido mayor importancia. Pero Naruto notaba algo distinto en sus interacciones, una calidez sutil en su tono de voz y miradas que parecían prolongarse más de lo habitual. Aunque no lo admitiera, esas pequeñas señales lo tenían inquieto.
—¿Qué pasa, Naruto? —preguntó Katsumi de repente, rompiendo el silencio entre ellos.
—¿Eh? ¿Qué? Nada, nada… —respondió rápidamente, desviando la mirada.
Katsumi dejó escapar una leve risa.
—Pareces distraído últimamente. Espero que no sea porque estás perdiendo el enfoque en tu entrenamiento.
Naruto la miró, determinado a no dejar que sus pensamientos lo distrajeran más.
—¡Para nada! Estoy más concentrado que nunca. De hecho, creo que pronto podré usar el Rasengan en una misión real.
—Eso espero. —Katsumi sonrió, pero había algo en su expresión que era difícil de descifrar, como si estuviera evaluando sus palabras cuidadosamente.
Mientras tanto, los clones de Naruto continuaban trabajando sin descanso, cargando materiales, asegurando estructuras y colaborando con los pocos trabajadores que aún quedaban en el puente. Cada movimiento coordinado de los clones era un recordatorio del esfuerzo que Naruto ponía en su misión, no solo para cumplir con su deber como ninja, sino para demostrar que podía marcar una diferencia tangible.
Katsumi, observando la escena, decidió intervenir. Con un sello rápido de manos, creó un clon de sí misma. Sin embargo, mientras los clones de Naruto ayudaban en la construcción, el de Katsumi tenía una tarea completamente distinta.
—Tú te quedas aquí para supervisar y entrenar a Naruto —ordenó Katsumi a su clon, antes de alejarse con un libro en la mano. La original se acomodó tranquilamente bajo la sombra de una maquina sin usar cercana, abriendo su pequeño y misterioso "ICHA ICHA", probablemente una novela de temática romántica que tanto disfrutaba.
El clon de Katsumi, en cambio, se plantó frente a Naruto con los brazos cruzados y una expresión decidida.
—Muy bien, Naruto. Vamos a maximizar tu tiempo. Divide tus clones en varios grupos y asigna tareas específicas.
Naruto tragó saliva, ya intuyendo que lo que venía no sería fácil.
—Primero, continúa trabajando en el Rasengan. Haz que un grupo se concentre en perfeccionar la estabilidad y el flujo de chakra. Otro grupo deberá enfocarse en tus afinidades elementales: Para Fūton, quiero que practiques un ejercicio avanzado. Haz que tus clones intenten cortar rocas medianas utilizando corrientes de viento precisas. Concéntrate en controlar la fuerza y el ángulo del chakra para obtener cortes limpios. Para Raiton, dirige un grupo a generar pequeñas descargas eléctricas constantes y canalizarlas hacia una barra metálica sin sobrecargarla. Esto te ayudará a mejorar el control en lugar de solo generar potencia. Para Suiton, quiero que otro grupo trate de formar esferas de agua a partir de la humedad en el aire. Que las estabilicen y las manipulen sin que se desintegren.
—Entendido —respondió Naruto, algo pálido al escuchar la lista.
—No he terminado —interrumpió el clon de Katsumi con una sonrisa afilada—. También quiero que practiques todos los jutsus que te enseñé anteriormente. No basta con saberlos; tienes que dominarlos a un nivel instintivo.
Naruto asintió lentamente, sintiéndose ya un poco abrumado.
—Por último, divide un grupo para trabajar en tus katas de taijutsu y en tu kenjutsu. Recuerda la fluidez del movimiento, Naruto. La fuerza bruta no sirve si no puedes adaptarte a tu oponente.
Naruto suspiró, resignado, pero antes de que pudiera asentir de nuevo, el clon se inclinó un poco hacia él, mirándolo fijamente a los ojos.
—Tú, mientras tanto, fortalecerás tu cuerpo aquí. Haz doscientas repeticiones de flexiones, sentadillas, abdominales y saltos con peso. Y no hagas trampa.
—¿D-doscientas de cada una? —tartamudeó Naruto, notando cómo la palidez invadía su rostro.
El clon le sonrió, pero había algo amenazador en la suavidad de su expresión.
—Sí. ¿Algún problema?
—No, no… Ninguno… —respondió, resignado, mientras comenzaba con las flexiones.
Sin embargo, justo cuando Naruto intentaba reunir fuerzas para seguir el ritmo, la Katsumi original se acercó a él silenciosamente, inclinándose hasta quedar lo suficientemente cerca como para susurrarle al oído.
—Recuerda nuestro trato, Naruto. Si deseas aprender un nuevo jutsu… tendrás que darme algunos besitos.
La voz de Katsumi era juguetona, mezclando un tono coqueto con una risita divertida. Naruto se quedó paralizado por un segundo, el rostro completamente rojo.
—¡K-Katsumi-sensei! —exclamó Naruto, girando rápidamente para mirarla con una mezcla de confusión y nerviosismo, su rostro ardiendo como un horno. Katsumi, lejos de inmutarse, simplemente le dedicó una sonrisa pícara mientras se cruzaba de brazos, claramente disfrutando de su reacción.
—Por cierto, Naruto —dijo, su tono tranquilo pero con un toque juguetón—, quítate la chaqueta y quédate solo con la cota de malla o la playera.
Naruto parpadeó, todavía procesando su petición, mientras una nueva ola de vergüenza lo invadía.
—¿P-por qué? —preguntó con torpeza, sus ojos evitando los de Katsumi mientras una mano inconsciente se aferraba a la prenda en cuestión.
Ella dio un paso hacia él, acortando la distancia entre ambos hasta quedar peligrosamente cerca. Inclinándose una vez más, acercó sus labios al oído de Naruto y, con un susurro suave pero cargado de intenciones, respondió:
—Así puedo ver tus músculos, Naruto-kun… Ya sabes, como un pago adelantado.
El comentario, tan inesperado como directo, fue suficiente para que Naruto se sonrojara aún más. Su rostro, ya de por sí encendido, ahora parecía competir con el tono más brillante de un tomate maduro. Retrocedió un par de pasos, tropezando ligeramente con una roca detrás de él.
—¡Ka-Katsumi-sensei! ¡E-eso no es justo! —balbuceó, agitando las manos como si pudiera disipar el ambiente incómodo que ella acababa de crear.
Katsumi rió suavemente, una mezcla entre diversión y satisfacción al verlo tan vulnerable.
—Vamos, Naruto, no seas tan tímido. Además, con este calor, te sentirás más cómodo sin la chaqueta —dijo, aunque su sonrisa sugería que su razón real no era tan práctica como quería aparentar.
Naruto, aún avergonzado, miró hacia otro lado, fingiendo pensar en otra cosa. Sin embargo, el calor creciente en su rostro y el acelerado latido de su corazón le impedían cualquier tipo de concentración. Finalmente, con un profundo suspiro y una determinación que no parecía destinada al entrenamiento, comenzó a desabrochar su chaqueta.
Katsumi, que no perdió detalle del movimiento, lo observó con una expresión triunfante mientras él dejaba al descubierto la cota de malla que llevaba debajo. A pesar de su delgadez, los músculos de Naruto estaban marcados, resultado de su intenso entrenamiento.
—Ahí está el Naruto-kun en quien confiaba. Te ves mucho mejor así —comentó Katsumi, claramente complacida.
Naruto apretó los dientes y desvió la mirada, murmurando algo inaudible mientras trataba de concentrarse en su rutina. Sin embargo, no podía evitar preguntarse si su maestra estaba realmente interesada en su progreso como ninja o si simplemente disfrutaba haciéndolo pasar vergüenza.
—Bueno, basta de distracciones —dijo finalmente Katsumi, su tono volviendo a un aire más profesional… aunque la sonrisa marcada en su mascara de sus labios no desapareció del todo—. Ahora, regresa al trabajo. Quiero resultados, Naruto, y no acepto excusas.
Naruto asintió rápidamente, deseoso de dejar atrás el tema y centrar toda su energía en las tareas que le habían asignado. Pero, incluso mientras se alejaba para retomar su entrenamiento, no pudo evitar que las palabras y la actitud de Katsumi siguieran resonando en su cabeza, desconcertándolo más de lo que le gustaría admitir.
Pasaron horas mientras Naruto entrenaba intensamente en el puente, su cuerpo cubierto de sudor y sus músculos tensos después de una agotadora sesión. El atardecer bañaba todo con tonos cálidos de naranja y dorado, haciendo que el agua cercana reflejara destellos brillantes. Naruto acababa de terminar sus saltos con peso, jadeando levemente mientras dispersaba a sus clones, absorbiendo de golpe los conocimientos y experiencias acumuladas por todos ellos.
Los progresos eran notables: había logrado avances significativos con el Rasengan, logrando mantener su forma estable por más tiempo. Además, su afinidad con el Suiton y el Raiton había mejorado considerablemente. Había trabajado en técnicas básicas de agua, manipulando remolinos más precisos, y en el rayo, creando chispas controladas que ahora respondían mejor a sus órdenes. Sin embargo, su ejercicio avanzado de cortar rocas con el Fūton seguía siendo un desafío. Aunque algunas lograba apenas rasguñarlas, con esfuerzo, logró que varias se partieran después de múltiples ráfagas. No obstante, sabía que aún tenía mucho por dominar.
A medida que sus clones desaparecían uno por uno al agotarse su chakra, Naruto sintió el familiar golpe de cansancio. Los clones que habían estado ayudando a Tazuna y a los pocos trabajadores restantes también desaparecieron, dejando tras de sí palabras de agradecimiento de los hombres. Uno de ellos, como muestra de gratitud, le ofreció una pequeña botella de sake. Un clon lo probó primero, arqueando una ceja al degustarlo. Aunque claramente no era de su gusto, no lo escupió por cortesía.
El clon de Katsumi también desapareció, dejando a Naruto exhausto y satisfecho por un día productivo. Terminado su último ejercicio, se dirigió hacia Katsumi, quien permanecía recostada con una actitud despreocupada, apoyada contra una máquina sin usar. Estaba completamente sumergida en las páginas de su Icha Icha Paraíso. Al verlo acercarse, Katsumi levantó la vista momentáneamente y, con una sonrisa, alborotó su cabello con un gesto cariñoso.
—Buen trabajo, Naruto —le dijo mientras le tendía una botella de agua—. Te esforzaste mucho hoy.
Naruto tomó el agua con agradecimiento, bebiendo un par de sorbos mientras observaba a su maestra volver a su lectura. A su lado, Tazuna recogía algunas herramientas, preparándose para terminar la jornada.
Naruto se quedó un momento mirando a Katsumi, su libro y, de vez en cuando, esa sonrisa peculiar que aparecía en su rostro. De pronto, esa risa suave y algo… pervertida que soltó Katsumi lo hizo fruncir el ceño.
—Katsumi-sensei, ¿de qué trata su libro?
Katsumi levantó la vista con una ceja arqueada, claramente divertida por la pregunta. En lugar de responder, le mostró una página abierta.
—Lee por ti mismo, Naruto-kun —dijo con una voz melosa, acercándole el libro.
Naruto tomó el libro con curiosidad, pero en cuanto comenzó a leer, sus ojos se abrieron de par en par, y un rubor intenso cubrió su rostro:
"Le tocaba el turno a Yukie, ella era inexperta y no sabía qué hacer. Imitó todo lo que hizo Ouji, empezando por besar su cuello y bajando lentamente hasta quitarle la camiseta. Besó sus pectorales y deslizó su lengua por ellos, disfrutando cada momento más de lo que lo hacía Ouji. Él la abrazó, sus cuerpos desnudos y empapados por la sal marina se unieron, sus sudores mezclándose por primera vez. El oleaje acariciaba sus pies mientras continuaban moviéndose al unísono. Los gemidos de ambos se mezclaban con el sonido del mar, creando una sinfonía única, privada, y llena de pasión…"
Naruto dejó de leer, sus manos temblando mientras devolvía el libro a Katsumi con torpeza.
—¡Ka-Katsumi-sensei! ¡¿C-cómo puede leer algo así en público?! —exclamó, su rostro ahora más rojo que nunca.
Katsumi, riéndose suavemente, tomó el libro y lo cerró con calma antes de inclinarse hacia Naruto. Su voz era baja y susurrante, cargada con un tono que lo hizo estremecer.
—Aún eres pequeño para esto, Naruto-kun… pero en tres o cuatro años… podríamos intentar algo parecido, ¿no crees?
El cerebro de Naruto prácticamente se apagó en ese momento, su rostro enrojecido y su expresión completamente congelada mientras trataba de procesar lo que acababa de oír. Katsumi se enderezó, completamente divertida por su reacción, y volvió a abrir su libro, retomando la lectura como si nada hubiera pasado.
Cuando Tazuna estuvo listo, los tres emprendieron el regreso al pueblo. Antes de partir, se detuvieron en un pequeño mercado para comprar provisiones necesarias para la cena. Naruto, aún sonrojado por los eventos anteriores con Katsumi, caminaba en silencio mientras evitaba mirarla directamente. Sin embargo, su atención pronto fue capturada por el lamentable estado del país de las Olas.
A lo largo del camino, Naruto observó la pobreza extrema que asolaba la región. Los niños desnutridos con ropas desgastadas jugaban con objetos improvisados mientras sus ojos reflejaban una mezcla de esperanza y desesperación. Adultos con semblantes sombríos caminaban como sombras, y en algunos rincones, carteles desgastados decían frases como "Hago cualquier trabajo por un poco de comida".
Naruto apretó los puños, sintiendo una mezcla de impotencia y rabia al presenciar aquella miseria. De pronto, un grupo de niños pequeños se le acercó tímidamente, sus miradas clavadas en su bolsa de provisiones. Naruto sonrió de inmediato y, sin dudarlo, abrió uno de los pergaminos de suministros que había estado practicando para almacenar objetos. De allí sacó varios paquetes de ramen instantáneo.
—Tomen, compartan esto con sus familias —dijo con suavidad, mientras los pequeños aceptaban la comida con sonrisas que, aunque tímidas, iluminaron sus rostros.
Katsumi observó la escena desde atrás, apoyada contra un poste, y dejó escapar una leve sonrisa. Aunque le gustaba provocar a Naruto, en momentos como ese, no podía evitar sentir una profunda admiración por su corazón noble y su deseo de ayudar a los demás.
Cuando finalmente llegaron a la casa de Tazuna, Naruto y Katsumi decidieron ir a buscar a sus compañeros para ver cómo habían avanzado en su entrenamiento. Caminando hacia el claro donde habían estado entrenando, notaron un cambio evidente en el ambiente. La intensidad de chakra residual se sentía en el aire, como si los árboles y el terreno mismo hubieran sido testigos de un arduo entrenamiento.
Lo primero que vieron fue a Kiyomi, quien estaba sentada junto a un tronco caído, sus brazos vendados de manera meticulosa. Aunque parecía agotada, su expresión era de satisfacción. Alrededor de ella, varios árboles tenían enormes agujeros quemados, y otros estaban parcialmente calcinados. Era evidente que había estado trabajando arduamente en el Chidori, perfeccionando la técnica a pesar de las exigencias físicas y de control de chakra que implicaba.
—¡Kiyomi, esto es impresionante! —comentó Naruto, mirando a su alrededor con asombro.
—Gracias, Naruto-kun —respondió ella con una sonrisa ligera, aunque su voz reflejaba el cansancio—. Pero no es solo eso. He estado combinando el Chidori con otras técnicas, aunque aún necesito mejorar mi resistencia.
En otro punto del claro, se encontraban los restos de árboles y muñecos de práctica, la mayoría de ellos reducidos a cenizas o con marcas profundas de cortes precisos. Allí estaba Yuzuki, quien mantenía su espada de agua inspeccionaba el daño causado. A diferencia de Kiyomi, sus movimientos eran más controlados, y su expresión permanecía tranquila, casi indiferente.
—Yuzuki, parece que hiciste un gran trabajo —comentó Katsumi, cruzando los brazos mientras observaba los cortes limpios y simétricos en los troncos cercanos.
—El Suiton: Mizukiri Yaiba es una técnica que requiere precisión más que fuerza bruta. Al principio, era complicado mantener la forma de la hoja, pero con práctica he logrado estabilizarla incluso durante combates simulados —respondió Yuzuki, sin levantar la mirada mientras seguía examinando su hoja líquida, que ahora tenía un brillo tenue.
Naruto observó los alrededores, sintiéndose profundamente impresionado por los avances de sus compañeros. Su mirada se detuvo en Sasuke, quien estaba sentado cerca de un tronco carbonizado, enfriando sus puños al dejar que una ligera brisa disipara el calor acumulado. A su alrededor, los resultados de su arduo entrenamiento eran inconfundibles: árboles con profundas quemaduras, algunos todavía humeantes, y el suelo lleno de marcas negras. El Katon: Kaen Rendan, parecía ser su carta maestra en este momento.
Por otro lado, los cortes limpios y precisos en los muñecos de práctica y troncos cercanos eran una prueba de la maestría de Yuzuki en el Suiton: Mizukiri Yaiba. Naruto no podía evitar maravillarse por cómo la hoja de agua moldeada con chakra de su compañera lograba una eficacia letal, comparable a una espada de acero perfectamente afilada. Cada corte mostraba una precisión quirúrgica, como si estuviera ejecutando movimientos calculados con una habilidad innata.
—Los tres están progresando increíblemente —comentó Naruto, dejando que su admiración se notara en su tono—. Me hacen sentir que tengo que esforzarme aún más.
Kiyomi, sentada a cierta distancia mientras revisaba las vendas en sus brazos, levantó la mirada y esbozó una sonrisa suave. Aunque el cansancio era evidente en su rostro, había un brillo de satisfacción en sus ojos.
—Tú también has avanzado mucho, Naruto-kun. No te subestimes —dijo, con una voz que buscaba alentarlo.
Mientras tanto, Yuzuki permanecía concentrada en ajustar los detalles de su espada líquida. El brillo tenue de chakra que recorría la hoja parecía reflejar la intensidad de su dedicación. Sin apartar la mirada de su trabajo, asintió con un gesto leve.
—El esfuerzo constante siempre rinde frutos. Sigue trabajando duro.
Naruto sonrió, animado por sus palabras, aunque sabía que aún tenía un largo camino por recorrer. Su determinación ardía con más fuerza mientras observaba a sus compañeros. Sin embargo, Sasuke, quien hasta entonces había permanecido en silencio, soltó una leve mueca de desdén, aunque no dijo nada. A pesar de su aparente indiferencia, era evidente que también estaba satisfecho con su progreso, incluso si no lo admitía abiertamente.
Antes de que Naruto pudiera decir algo más, una voz cálida y familiar interrumpió el momento.
—¡Chicos, la comida está lista! —llamó Tsunami desde la distancia, su tono amable cargado de hospitalidad.
El grupo intercambió miradas y, sin decir palabra, comenzó a moverse hacia la casa de Tazuna. Aunque sus cuerpos estaban agotados, el aroma de la comida recién preparada parecía darles un poco de energía adicional. Naruto caminaba en medio del grupo, sintiéndose parte de algo más grande, mientras su determinación seguía fortaleciéndose con cada paso.
Así pasaron los días mientras el puente seguía en construcción. Naruto, Kiyomi, Yuzuki y Sasuke se turnaban con Katsumi para cuidar de Tazuna y acompañarlo durante las jornadas. Aquellos que permanecían en la casa aprovechaban el tiempo para entrenar sin descanso, puliendo sus habilidades y perfeccionando técnicas.
Una noche, Naruto decidió quedarse hasta tarde. El aire fresco de la noche lo rodeaba mientras se concentraba intensamente en su entrenamiento. Aunque su cuerpo ya estaba agotado por las jornadas previas, su espíritu no se quebraba. Durante esas horas de soledad, logró avances significativos con el Rasengan. Finalmente, pudo realizarlo con una sola mano, dominando la técnica con una precisión impresionante. No satisfecho con eso, también practicó formarlo simultáneamente en ambas manos, incrementando su destreza y eficiencia.
Pero eso no fue todo. Naruto también dedicó tiempo a perfeccionar el Fūton: Seiryū no Hokō, una técnica avanzada que Katsumi le había enseñado poco después de que fueran reconocidos como equipo. Este jutsu invocaba un majestuoso dragón de viento de tonalidad verdosa, cuyo rugido liberaba una ráfaga masiva de viento cortante, capaz de devastar un área completa o centrarse en objetivos específicos con precisión letal. Era, sin lugar a dudas, el jutsu de viento más poderoso en su repertorio, aunque también el más demandante. Cada vez que lo usaba, sentía como si su vasto chakra fuera drenado rápidamente, como si intentara llenar un recipiente sin fondo. Incluso con sus reservas al máximo, apenas podía ejecutarlo cuatro veces antes de quedar completamente exhausto, con el riesgo de desmayarse.
Además de esta técnica, Naruto repasó otros de sus jutsus más avanzados de viento. Entre ellos estaba el Fūton: Kaze Ryū, su primer gran jutsu, que creaba un dragón comprimido que se desplazaba velozmente hacia su enemigo, desatando ráfagas cortantes y culminando en una explosión en forma de torbellino devastador. También practicó el Fūton: Tenpū Ryūjin, un colosal dragón de viento con fuerza destructiva masiva, cuyo tamaño equivalía al de una pequeña montaña. Este dragón se movía a gran velocidad, liberando ráfagas cortantes a su alrededor y atrapando enemigos en espirales letales. A pesar de la fuerza de estas técnicas, el Fūton: Seiryū no Hokō destacaba por su majestuosidad y poder, un verdadero desafío incluso para alguien con la resistencia de Naruto.
No conforme con entrenar solo su afinidad al viento, Naruto dedicó tiempo a practicar dos de sus técnicas elementales más exigentes. El Raiton: Raikō Shūgeki requería una precisión extrema en la manipulación del chakra rayo. Al completar los sellos necesarios, levantaba su mano al cielo, generando una tormenta eléctrica que liberaba múltiples rayos sobre un área amplia, atacando desde varias direcciones. Por otro lado, el Suiton: Ryūjin no Gōka invocaba un dragón masivo de agua, que giraba en espiral mientras embestía al enemigo, destruyendo todo a su paso con corrientes afiladas y arrolladoras. Aunque estas técnicas representaban un avance impresionante, también le costaban una gran cantidad de chakra, dejando su cuerpo al borde del agotamiento.
Esa misma noche, Katsumi anunció que finalmente estaba completamente recuperada y que al día siguiente todo el equipo iría junto a escoltar a Tazuna. Les advirtió que moderaran sus entrenamientos para no agotarse demasiado antes de la misión. Sin embargo, Naruto, impulsado por su deseo de volverse más fuerte, ignoró el consejo y llevó su cuerpo al límite. Usó clones para maximizar su tiempo de práctica, pero al final, cada uno de ellos desapareció cuando su chakra se agotó por completo.
Finalmente, Naruto regresó a la casa de Tazuna, arrastrando los pies de puro cansancio. Al entrar, Tsunami le ofreció un plato caliente, que él aceptó con una sonrisa débil. Apenas terminó de comer, su cuerpo sucumbió al agotamiento, desplomándose en la mesa. Katsumi lo observó desde la distancia, con una mezcla de exasperación y ternura en su expresión. Aunque sabía que su alumno se estaba excediendo, también reconocía la fuerza de voluntad que lo caracterizaba. Con un suspiro, lo ayudó a llegar a su futón, mientras el resto del equipo se preparaba para el día que les esperaba.
Naruto estaba agotado. Su cuerpo apenas respondía mientras yacía medio desmayado sobre su futón. El día había sido extenuante, y sus ojos comenzaban a cerrarse, incapaz de resistir el peso del cansancio. Desde el baño, podía escuchar el murmullo del agua; Sasuke seguía bañándose, sin prisa. Justo cuando Naruto pensaba que finalmente se entregaría al sueño, la puerta corrediza se abrió silenciosamente, y Kiyomi entró a la habitación.
Llevaba puesta una pijama delicada de color lavanda, con detalles bordados en blanco que resaltaban su figura. El tejido era suave, sencillo, pero increíblemente favorecedor. Su cabello, que últimamente había comenzado a recoger en elegantes coletas o trenzas durante los entrenamientos, caía ahora suelto en cascada, enmarcando su rostro de forma natural. Sus ojos oscuros brillaban a la luz tenue de la habitación, y aunque su expresión parecía seria, había algo de calidez en ella. Naruto la miró, sorprendido y un poco sonrojado. Ella se veía hermosa.
Kiyomi se acercó lentamente y, para asombro de Naruto, se metió en el futón junto a él. La cercanía hizo que su rostro se sonrojara aún más. Sabía que no podría quedarse mucho tiempo allí; seguramente Tsunami la sacaría si la encontraba, pero antes de que Naruto pudiera decir algo, ella habló primero.
—Naruto-kun... quiero... quiero hablar contigo —dijo en un susurro suave pero firme, evitando mirarlo directamente.
Naruto, aunque cansado, le dedicó una débil sonrisa.
—Claro, Kiyomi, lo que quieras —respondió con voz tranquila.
El rubor de Kiyomi se intensificó, pero aun así se acurrucó más cerca de él, apoyando su cabeza en su pecho. Naruto sintió el calor de su cuerpo y cómo el aroma fresco de su cabello llenaba el aire a su alrededor. Su respiración se aceleró al notar el contacto, y algo incómodo comenzó a crecer en su pantalón, pero se esforzó por reprimir aquella sensación. Kiyomi, sin notar su nerviosismo, lo abrazó con fuerza.
—Solo... Katsumi-sensei está actuando raro últimamente. Y creo saber por qué. Siento... siento que algo va a pasar —confesó, con un tono serio y preocupado—. Es solo una corazonada, pero lo siento en el aire. Quizá mañana tengamos que pelear... y no creo que será una pelea fácil. Por eso Katsumi-sensei nos pidió que descansáramos bien. —Al decir esto último, hizo un pequeño puchero que la hacía lucir adorable, a pesar de la seriedad de sus palabras.
Naruto rió suavemente, apenado por el comentario y la expresión de Kiyomi.
—Perdón, bueno, yo también tengo esa sensación. Como si algo grande estuviera por venir. Por eso quise practicar jutsus más fuertes esta noche —respondió, esforzándose por sonar más motivado, aunque en realidad sentía que en cualquier momento se quedaría dormido.
Kiyomi lo observó en silencio unos segundos antes de reír suavemente, casi como si hubiera escuchado algo que le hacía gracia, pero también le conmovía.
—¿Sabes, Naruto-kun? Por eso me gustas —dijo de repente, con una dulzura inesperada en su voz. Naruto se puso aún más rojo, completamente desconcertado—. Eres como un fuego que mantiene cálido todo a tu alrededor. No importa lo agotado que estés, siempre encuentras una forma de seguir adelante, y eso me inspira. Además... eres de los pocos que no me ven como una "princesa Uchiha". —Kiyomi bajó la mirada, como si recordara algo que le pesara—. Solo Hinata, que es una princesa Hyūga, y Shino, que vive en su propio mundo, me tratan de forma normal. Pero tú... tú solo me ves como Kiyomi, y no como alguien especial por mi apellido.
Naruto no entendió completamente el significado de sus palabras, pero aun así sonrió con sinceridad.
—Bueno... para mí, siempre serás Kiyomi. Nada más importa.
Ella lo miró a los ojos, sorprendida por la honestidad en su voz. Algo en su pecho se sintió cálido, como si aquellas palabras hubieran encendido una chispa que no sabía que existía. Tragó saliva, tratando de ocultar la emoción que comenzaba a brotar en ella, y desvió la mirada.
—Cuando regresemos a Konoha... —empezó a decir, pero se detuvo, insegura de cómo continuar. Había algo más que quería confesar, pero las palabras se atoraron en su garganta. Optó por una excusa que le permitiera esconder sus verdaderos sentimientos—. Cuando regresemos... deberíamos crear un jutsu juntos, algo único. Tú y yo.
Naruto, aunque exhausto, se emocionó con la idea.
—¡Eso suena increíble! Sí, hagámoslo —respondió con entusiasmo, antes de que el sueño finalmente lo venciera, cerrando los ojos con una sonrisa tranquila.
Kiyomi lo observó en silencio, su expresión mezclada entre ternura y tristeza. Acarició suavemente el cabello despeinado de Naruto, como si quisiera grabar ese momento en su memoria. Sin decir nada más, cerró los ojos y se quedó allí, abrazada a él, buscando consuelo en su calidez mientras la noche avanzaba, con la incertidumbre del mañana pesando sobre ambos.
Sasuke salió del baño, secándose el cabello mientras se observaba en el espejo con detenimiento. Su cuerpo estaba más tonificado que antes; no tenía la musculatura que Naruto había estado desarrollando últimamente, pero estaba satisfecho con los resultados. El entrenamiento con su sensei comenzaba a dar frutos, y su arsenal de técnicas de Katon y Raiton se había ampliado considerablemente. Incluso albergaba la esperanza de despertar pronto su Sharingan, lo cual le permitiría dominar ese jutsu especial de Kiyomi, uno que siempre lo había intrigado por su enorme poder. Hasta entonces, se conformaría con seguir perfeccionando su entrenamiento.
Cuando regresó al cuarto, lo que encontró lo dejó confundido y, en cierto modo, exasperado. Allí estaba su hermana mayor, Kiyomi, acurrucada en el futón de Naruto como si fuera un peluche, abrazándolo con una comodidad que para Sasuke resultaba inusual. El pelirrojo dormía profundamente, completamente ajeno al mundo. Sasuke suspiró, llevándose una mano a la frente.
—¿Qué haces aquí, Kiyomi? —preguntó con un deje de reproche en la voz—. Si la señora Tsunami te encuentra, te va a echar de la habitación.
Kiyomi levantó la cabeza apenas, con una expresión relajada y una sonrisa burlona en los labios.
—Ay, cállate, Sasu-tan. Mejor ve por Yuzuki y dile que venga. Así dormimos los tres juntos —respondió acomodándose nuevamente sobre el pecho de Naruto, como si aquello fuera lo más natural del mundo.
El uso de aquel apodo infantil hizo que Sasuke se ruborizara levemente. Hacía años que no lo escuchaba llamarlo así, y no le gustaba en lo más mínimo.
—Deja de decirme Sasu-tan. Pensé que habías superado esa costumbre. —Frunció el ceño, intentando ignorar el tono burlón de su hermana.
Kiyomi soltó un suspiro exagerado, claramente disfrutando de la reacción de su hermano.
—Sí, sí... ahora ve por Yuzuki, sé un buen Sasu-tan y obedece a tu hermana mayor.
Sasuke refunfuñó, sabiendo que no tenía sentido discutir. A pesar de su orgullo, era consciente de que Kiyomi era más fuerte que él. Además, no podía evitar respetarla por el simple hecho de ser su hermana mayor. Salió de la habitación y se dirigió al cuarto que compartían Kiyomi y Yuzuki. Golpeó suavemente la puerta antes de entrar. Allí encontró a Yuzuki acomodando los futones, con movimientos metódicos y elegantes, como era característico de ella.
—¿Sasuke? ¿Has visto a Kiyomi? —preguntó con un tono calmado que rara vez usaba fuera de su círculo familiar. Solo con sus hermanas Sasuke dejaba de lado su actitud fría y cortante, y lo mismo ocurría con Yuzuki. Entre los tres, había una conexión especial que los hacía bajar la guardia.
—Está con Naruto. Me pidió que viniera por ti... quiere que todos durmamos juntos. —Aunque trató de sonar neutral, no pudo evitar un dejo de molestia en su voz.
Yuzuki, que siempre mantenía una fachada tranquila y controlada, arqueó una ceja antes de soltar un leve suspiro.
—Hmm . Está bien —dijo con simplicidad, comenzando a arrastrar uno de los futones. Sasuke se apresuró a ayudarla con el otro, y juntos llevaron las camas improvisadas hasta la habitación de Naruto.
Cuando entraron, Yuzuki hizo una mueca de ligera desaprobación al ver a Kiyomi abrazando a Naruto como si fuera su posesión más preciada.
—Siempre tan mandona y acaparadora —murmuró, rodando los ojos mientras colocaba su futón cerca.
Kiyomi levantó la cabeza al oírla y sacó la lengua en un gesto juguetón.
—Ay, Yuzu-chan, ¿estás celosa? —preguntó con un tono burlón, disfrutando de la situación—. Ya te dije que podríamos compartirlo, pero insistes en ser la "princesita fría". Sabes que él es muy cálido. —Hizo una pausa, abrazando a Naruto con más fuerza—. Pero lamento decirte que no tengo intención de dejar de abrazarlo, así que tendrás que esperar tu turno.
Yuzuki, lejos de perder la compostura, solo hizo un puchero y desvió la mirada, fingiendo desinterés.
Sasuke, mientras tanto, se acomodó en su propio futón, tratando de ignorar la escena. No pudo evitar murmurar para sí mismo:
—No entiendo qué le ven a ese idiota...
Kiyomi, que parecía tener un radar para captar los pensamientos de su hermano, volvió a sacar la lengua en su dirección.
—Cállate, Sasu-tan. Yo tampoco entiendo por qué la mitad de la clase decía que te amaba, siendo tan aburrido como un tronco seco.
—Deja de decirme Sasu-tan, Kiyo-tan —respondió Sasuke con sarcasmo, aunque el rubor en sus mejillas delataba que no estaba tan acostumbrado a las bromas como su hermana.
Kiyomi rió suavemente y volvió a acurrucarse contra Naruto, cerrando los ojos como si quisiera absorber toda la calidez que él irradiaba. Para ella, momentos como este eran raros, pero preciosos. La tensión acumulada durante los últimos días, las constantes misiones y el peligro que parecía rondarlos, todo se desvanecía mientras disfrutaba de esa pequeña burbuja de paz. Sin embargo, la tranquilidad no duró mucho.
De repente, Kiyomi se incorporó ligeramente, su expresión cambiando de la relajada serenidad a una seriedad inusual que inmediatamente captó la atención de sus hermanos. Sus ojos oscuros brillaban con una intensidad que Sasuke y Yuzuki reconocieron al instante: esa mirada decidida y protectora que solía surgir solo en los momentos más críticos.
—Mañana... —comenzó Kiyomi, su voz firme pero con un matiz de preocupación que rara vez dejaba entrever—. Pase lo que pase, si el enemigo nos supera... necesito que ambos me prometan algo.
Sasuke y Yuzuki intercambiaron miradas, algo desconcertados por el cambio abrupto en su hermana mayor. Kiyomi raramente hablaba de esa manera, y mucho menos con tanta solemnidad.
—Prométanme que me usarán como escudo si es necesario para escapar. No quiero que vuelvan por mí. Huyan y sobrevivan. Pase lo que pase.
La habitación quedó en silencio tras sus palabras. Sasuke frunció el ceño, incapaz de procesar de inmediato lo que Kiyomi acababa de decir. Yuzuki, siempre más analítica, entrecerró los ojos, tratando de descifrar el verdadero peso detrás de esas palabras.
—¿Qué clase de tontería estás diciendo? —protestó Sasuke, su voz llena de incredulidad. Aunque intentó sonar seguro, había un temblor apenas perceptible en su tono. No le gustaba la idea de perder a nadie, mucho menos a su hermana.
—No es una tontería, Sasu-tan. Es pragmatismo. —Kiyomi le dirigió una mirada firme, casi como si lo estuviera retando a contradecirla—. Si mañana enfrentamos algo que no podemos manejar, quiero que ambos sobrevivan. Eso es lo único que me importa.
—Eso no tiene sentido. —Yuzuki habló esta vez, con su tono tranquilo pero cortante—. Eres más fuerte que nosotros. Si alguien tiene que quedarse, serías tú quien tendría mayores probabilidades de sobrevivir. Así que no esperes que acepte esa absurda idea de sacrificio.
Kiyomi suspiró, cerrando los ojos un momento antes de volver a mirarlos. Sus manos, aún aferradas al futón de Naruto, temblaron ligeramente, algo que sus hermanos no pasaron por alto.
—Tal vez sea más fuerte, pero no soy invencible. Ninguno de nosotros lo es. —Su voz se quebró apenas, dejando entrever el peso emocional detrás de sus palabras—. Lo único que no podría soportar... es perderlos a ustedes. Sasuke, Yuzuki, prometan que me harán caso si llega el momento.
Sasuke apretó los puños, mirando a Kiyomi con una mezcla de frustración y determinación. Odiaba la idea de escapar mientras alguien más se sacrificaba, pero más que eso, odiaba la posibilidad de que Kiyomi estuviera considerando seriamente un escenario así.
—No voy a prometer eso —respondió finalmente, su voz baja pero firme—. Somos un equipo. Si peleamos, peleamos juntos.
Yuzuki asintió en silencio, su postura rígida y desafiante.
—Kiyomi, si algo sale mal, encontraremos otra forma. Pero no cuentes con que te dejaremos atrás. Esa no es una opción.
Kiyomi los observó en silencio por un momento, una mezcla de orgullo y resignación en su rostro. Finalmente, suspiró con una leve sonrisa, aunque sus ojos seguían reflejando la preocupación que la atormentaba.
—Son tan tercos como siempre... —murmuró, recostándose de nuevo junto a Naruto, que seguía profundamente dormido, ajeno a la conversación que acababa de desarrollarse.
Mientras los tres hermanos se preparaban para descansar, el aire en la habitación se llenó de una tensión sutil, una anticipación silenciosa de lo que el día siguiente podría traer. Kiyomi cerró los ojos, aferrándose a la esperanza de que, pase lo que pase, podrían enfrentarlo juntos... y salir con vida.