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Ni débil, ni fuerte

Obito moldeó chakra sutilmente; aún no sabía que las personas de este mundo eran sensibles al chakra, y había una pequeña posibilidad de que la mujer con armadura que se quedó para vigilarlo notara lo que estaba haciendo. Aunque en su intento anterior nadie pareció darse cuenta de su intento de Genjutsu, fue cauteloso.

El primer Genjutsu que intentó fue ver si podía hacerla dormir.

Después de una hora de moldear chakra y enviarlo hacia la mujer, notó que ella empezaba a cerrar ligeramente los ojos cuando recibía su influencia. Sin embargo, su resistencia era notable, y Obito tuvo que concentrarse aún más, afinando el control sobre su chakra. Lentamente, los parpadeos de la mujer se hicieron más frecuentes y prolongados, señal de que el Genjutsu estaba comenzando a surtir efecto.

Obito sabía que debía mantener su concentración y no apresurarse, fue después de 3 horas cuando noto la forma en que tenía que enviar el chakra hacia la mujer para que el Genjutsu empezara a mostrar sus efectos. Cuando el sol comenzaba a ocultarse el se dio cuenta del hecho de usar este arte ninja no era algo sencillo.

Normalmente meter en un Genjutsu a un ninja de elite, no le tomaría ni un 2 segundos, pero el solo hecho de comprobar si era posible meter en Genjutsu a estas personas le tomo horas, en ese momento Obito decidió que usar los Genjutsu en un combate, al menos con las personas de este lugar no sería muy útil.

Finalmente, luego de una hora más, alguien toco la puerta.

Era una guardia diferente, que tenía en sus manos una bandeja de metal, con un plato encima y un pedazo de pan.

La mujer se acercó a su cama y dejo la bandeja en la mesa que estaba al lado de la cama.

― comida

Con una voz inflexible y un indicio de dureza en sus palabras, la mujer se dio la vuelta pero no salió de la habitación. En su lugar, miró a la otra mujer; ambas asintieron y la primera mujer salió de la habitación.

Obito supuso que era un cambio de guardia. La nueva mujer, con el cabello negro, se paró en el lugar donde estaba la primera. Obito frunció el ceño por un momento; había hecho muchos avances con la otra mujer, pero esta situación también presentaba una oportunidad.

Comenzó a moldear chakra. En su primer intento se dio cuenta de algo.

"Es completamente diferente", pensó. Usó exactamente la misma cantidad de chakra y lo había moldeado para inducir a la mujer a un sueño y luego revisar sus recuerdos, pero eso no ocurrió.

En realidad, la mujer no presentó ni un solo cambio; frunció el ceño.

―Oh.

―¿Qué pasa? ―gruñó la mujer ante el sonido que había hecho el Uchiha. Este sonrió aburrido.

―Nada... ―respondió el Uchiha. Luego se dio cuenta de un hecho: no podía usar la misma forma de Genjutsu para cada persona. "Tal vez tenga que volver a empezar desde el principio".

Aunque ya era de noche, él no tenía sueño, así que el hecho de volver a empezar no le molestaba en lo más mínimo.

La mujer encendió una vela que estaba en la mesa, y a pesar de que Obito pensó que ella eventualmente saldría de la habitación, eso no ocurrió. Ella se quedó parada en la habitación, lo cual no le importó mucho, porque eso era bueno para él.

Obito pasó toda la noche buscando la manera correcta de inducirla en un Genjutsu, y eventualmente lo logró.

Cuando la mujer estaba con los ojos cerrados y apoyada en la pared, Obito se quitó las sábanas que lo cubrían y se puso de pie.

A pesar de lo graves que habían sido sus heridas, Obito notó que su cuerpo se sentía tan fuerte como cuando estaba a punto de enfrentar a su maestro. Se preguntó cuánto tiempo había estado inconsciente para que sus heridas se curaran hasta ese punto, o tal vez tenía que ver con el tratamiento que habían usado en él.

Obito obtendría las respuestas en un momento, así que no pensó demasiado en eso.

Se acercó a la mujer, el negro de sus ojos se tiñó de rojo y tres comas giraron en su iris.

El Sharingan cobró vida.

Junto sus manos y formo un símbolo con sus manos, luego de 10 minutos estaba seguro que ya lo tenía. Finalmente abrió sus ojos y envió su chakra hacia la mujer.

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Abrió sus ojos.

Rápidamente giro su cuello hacia los lados, por un momento olvidando donde estaba.

Cuando se encontró con la mirada aburrida del chico acostado en la cama, ella se dio cuenta de lo que había pasado, se había quedado dormida en medio de la noche.

― oh, ya despertaste. ― con una sonrisa aburrida, el chico dijo. ― no te preocupes no le diré a nadie.

La mujer se sonrojó ligeramente por la vergüenza, pero no dijo nada, solo se limitó a mirar a Obito como si quisiera abrir un agujero en su cabeza. El Uchiha, por otro lado, parecía desinteresado de lo que pasaba a su alrededor.

Después de revisar los recuerdos de la chica, se dio cuenta de que ella había estado presente cuando fue "invocado", y pudo confirmar algunas cosas. La princesa Henrietta era demasiado ingenua.

Había respondido a todas sus preguntas con la verdad, nunca intentó modificarla para manipularlo.

Obito se sentía extraño con esto. La última vez que fue traído al mundo de los vivos, la persona que lo había salvado intentó manipularlo para seguir con su sueño, y esta chica parecía todo lo contrario.

Además, aprendió otras cosas de este mundo, como la división entre los nobles y todos los demás, también llamados plebeyos. Al parecer, la única diferencia es que los nobles pueden utilizar "magia".

Obito encontró que esto no le importaba tanto como debería.

Más aún, solo podía pensar en una cosa ahora que entendía lo que estaba pasando a su alrededor:

Estaba en otro mundo, uno donde no existían las grandes y poderosas aldeas Shinobi, ni los países elementales, ni Madara, ni Hashirama y tampoco las guerras ninja.

En este lugar había reinos, nobles y plebeyos, magia y espadas, pero no había ninjutsu. Y por ende, tampoco había genjutsu, aunque no podía descartar sus equivalentes mágicos, puesto que ahora sabía que algunos nobles eran capaces de usar el fuego, agua, viento y tierra como formas de magia.

Pero, a diferencia de los shinobis que utilizaban los sellos de manos para moldear su energía y agregar la naturaleza de su elemento, estos nobles usaban una varita como catalizador de su magia.

Obito encontró eso extremadamente ineficiente y bastante burdo, pues destruir o despojar a un mago de una varita, al menos basándose en los recuerdos de la mujer, no era una tarea especialmente difícil. Solo aquellos con una gran experiencia en batalla eran capaces de superar esa debilidad, además del hecho de poseer una segunda varita, obviamente.

Aun así, no dejó que sus pensamientos divagaran mucho en esa dirección y, en cambio, comenzó a pensar en algo más importante.

Las palabras de Rin.

Las recordaba con una dolorosa claridad, y sinceramente, si no lo hubiera hecho, no hubiera dudado en tomar un kunai y apuñalarse cuando se dio cuenta de que estaba vivo.

Ahora no podía hacerlo.

" Yo te estaré observando... y te esperaré, pero no te apresures en volver, ¿está bien?"

Tirar su vida en cuanto despertó no sonaba muy bien, y aunque no lo había prometido textualmente, no pudo evitar sentir una ligera cantidad de obligación en cumplir con lo que Rin le dijo, al menos en la parte de no apresurarse en volver.

Ella también había mencionado algo sobre intentar ser feliz, pero sinceramente, ¿qué posibilidad había en eso?

Odiaba a Kakashi, y aunque no le gustaba admitirlo, le guardaba un poco de rencor a Minato por el hecho de que no hizo lo suficiente para evitar la muerte de Rin, aunque eso no estaba tan justificado, dado que Minato era un jounin, el mejor de Konoha, así que obviamente tenía muchas más responsabilidades que tener que cuidar de sus alumnos, que eran chunin y jounin respectivamente.

Fue irracional de su parte culparlo por lo que pasó, pero Obito no necesitaba que tuviera sentido, solo necesitaba sentirse justificado para realizar lo que intentó contra Kushina y su maestro.

Ahora que todo eso había pasado, podía ver lo irracional de su razonamiento, y aunque aún odiaba este mundo, y entendía que las palabras de Madara eran tan verdaderas como podían ser, puesto que en el mundo de ganadores, inevitablemente habría perdedores.

Era una relación imposible de romper.

Pero ahora, Obito Uchiha no tenía la motivación de continuar con esa búsqueda de completar el plan de Madara, aunque se preguntó por un momento si Zetsu Negro lo haría, era algo así como la voluntad de Madara, ¿no?

Supuso que él buscaría una forma de traer de regreso a su ancestro para que ambos pudieran completar su plan, tal vez usando a Nagato para ello, aunque ya no era su problema lo que pasara en el mundo ninja.

Por otro lado, no había ningún lugar al cual regresar.

La idea de encarar a Minato y Kushina luego de lo que intentó no le agradaba, y tampoco encontraba sentido en volver a una aldea que representaba todo lo que él había llegado a odiar, el sistema ninja.

Así que no tenía prisa por encontrar una manera de volver a su mundo, pero tampoco tenía ningún motivo para vivir en este nuevo mundo.

Entonces, sin motivos para vivir, ¿Qué debía hacer?

La princesa de este lugar le dijo que ahora él era un familiar, cuyo deber era protegerla a ella como su "maestra", y aunque la chica había evitado decirlo directamente, era en esencia lo mismo que convertirse en un esclavo.

Claro, que ella misma no debía comprender cuál era la relación entre ellos, y cómo debía comportarse con él, dado que según lo que pudo descubrir en los recuerdos de la mujer, era verdad que era el primer ser humano invocado como familiar. Al parecer, lo más común era que fueran especies diferentes a los humanos, con un cierto nivel de inteligencia, pero esencialmente nunca humanos.

—Supongo que solo me limitaré a vivir.

Obito murmuró mientras recargaba su cabeza contra la cabecera de la cama.

Primero había caminado por el mundo como Obito Uchiha, luego como Madara Uchiha, y ahora como el familiar extraño de una princesa. Decidió que si había aparecido aquí, y atado a esa princesa...

Miró la marca en el dorso de su mano.

—Fuu. —Acompañado de un suspiro, Obito decidió que hasta que encontrara un verdadero motivo para su existencia, actuaría como el sirviente de esta princesa.

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Henrietta estaba ligeramente cansada.

Había logrado dormir una cantidad justa de horas, aunque la mayor parte del tiempo no podía evitar pensar en su "familiar".

El hecho de que fuera un plebeyo no fue lo más sorprendente ni lo que más le preocupó, sino el hecho de que era, según sus propias palabras, un mercenario.

Lo que significaba que había perdido muchos puntos con Agnes y el cardenal, porque era una amenaza hacia ella, al menos según lo que ellos podían suponer. Aunque Henrietta sintió que el hecho de que no hubiera ocultado esa información lo hacía digno de al menos un poco de confianza.

Ahora solo faltaban dos días para su viaje hacia Germania para consolidar su matrimonio con el emperador, lo que hacía que inevitablemente todos los problemas se acumularan sobre ella. Mazari había sido un poco indulgente con ella dado que se había estado encargando de la mayoría de los asuntos, y la había dejado para que ella se encargara solo de aquellos que necesitaban de su presencia.

Reuniones con otros nobles, responder a cartas que no podían ser relegadas a Mazari y seguir con sus estudios para estar lista y actuar como una reina tenía que hacerlo, y de esa manera no avergonzar al reino de Tristania.

Claro que la conversación sobre su familiar había sido un tema que ambos evitaron tocar durante los últimos cinco días. Desde que su familiar despertó hace dos días, el cardenal había optado por una política de ignorarlo, como si eso hiciera que su familiar desapareciera.

Ella también había estado considerando todas las posibles formas en que podría manejar la situación.

Una, y fue la que el cardenal más había apoyado, era ocultar que su invocación era un "plebeyo-mercenario-asesino", y en su lugar encontrar un sustituto que pudiera funcionar para engañar a los nobles.

Aunque ella sabía que probablemente lo que el cardenal más hubiera deseado era que ella no hubiera hecho el contrato y que su familiar invocado hubiera muerto en ese momento.

Y el cardenal no había mencionado el tema, más que quejas sobre lo difícil que sería hacer un control de daños si se llegaba a filtrar la información de quién había sido invocado como su familiar.

Algo casi definitivo era que tendrían que ocultar a su familiar al menos por un tiempo, pero Henrietta no era capaz de decidir qué hacer después. Por un lado, era un ser humano, aunque no fuera un noble, entendía que él debería tener sus propios asuntos y cosas así que resolver. Pero por otro lado, la tradición decía que él debía permanecer a su lado.

Ya se había ganado bastantes sermones por el hecho de entablar una conversación tratándolo como un igual, en vez de como alguien por debajo de ella, y no haberlo reprendido por la forma en que le hablaba. Ella encontró esa actitud refrescante, en contraste con la falsa modestia de los nobles, siempre hablando como si estuvieran caminando sobre una delgada capa de hielo al estar cerca de ella.

Ver la completa falta de interés que el chico mostró en ella, incluso cuando le dijo que era la princesa de este país, fue sorprendente. La mayoría de los plebeyos eran bastante cautelosos al hablar con cualquier noble, aún más frente a la princesa, a la cual los propios nobles debían brindar cierto nivel de respeto, incluso si era a regañadientes.

Soltó un suspiro, y en ese momento la puerta de su habitación se abrió.

Girando su cabeza, vio que era Agnes, la cual había estado ocupada organizando el escuadrón que los escoltaría hacia Germania.

— Agnes. ¿Pasó algo? — preguntó con ligera curiosidad.

Agnes se arrodilló y colocó una mano sobre su pecho.

— Su Alteza... — Agnes dudó con sus siguientes palabras, pero finalmente, con una expresión derrotada, dijo: — Su familiar desea hablar con usted. Ya le informé al cardenal de esto y nos está esperando.

Henrietta frunció el ceño ligeramente. Había estado anticipando este momento, cuando su familiar decidiera preguntarle qué pasaría con él, pero ella misma no estaba segura de eso. Con otro suspiro, se puso de pie y caminó hacia la puerta de madera bellamente adornada.

— Está bien, vamos — dijo la princesa con una mirada decidida.

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— Sobre ser tu familiar, supongo que puedo hacer el trabajo.

La boca de Henrietta se abrió ligeramente mientras veía al chico sentado en una silla, con las piernas cruzadas, usando pantalones negros y una camisa blanca proporcionada por los sirvientes.

Henrietta pudo sentir la mirada del cardenal y de Agnes detrás de ella, y casi estaba segura de que Obito podía verlas directamente, pero parecía casi desinteresado.

Ella tosió en su mano y luego miró al chico.

— Me alegra escuchar eso, Obito. — Ella había meditado mucho sobre usar el nombre del chico, pero era su familiar, así que supuso que al menos debían tener una relación de igualdad, por mucho que esa decisión molestara al cardenal.

— Princesa.

Escuchó la voz del cardenal, pero él mismo se detuvo. Probablemente recibiría un sermón cuando estuvieran solos.

— ¿Pero realmente entiendes lo que significa esa decisión?

— Lo hago. — Obito contestó y luego soltó un suspiro. — Tengo que protegerte, ¿no? Puedo hacer eso.

El chico se cruzó de brazos.

— Princesa. — Escuchó la voz de Agnes y se giró ligeramente para mirarla. — Incluso si él está dispuesto a desempeñarse como su familiar, y aún así si usted realmente está considerando aceptarlo como tal... como miembro del escuadrón de mosqueteras, no puedo permitir que su protección quede a cargo de... su familiar.

Incluso Henrietta pudo sentir una ligera cantidad de desprecio en las palabras de Agnes.

— Entiendo tus preocupaciones — dijo Henrietta. — Pero esta es mi decisión, Agnes.

El cuerpo de la mujer se puso rígido.

— Si te preocupa tanto si puedo o no protegerla, simplemente pruébame.

Obito dijo con un tono aburrido, sus ojos negros mirando por la ventana e ignorando a todos los demás.

— Tú... — Agnes se detuvo por un momento, sin saber la manera adecuada de referirse al familiar de la princesa. — ¿Realmente piensas que puedes proteger a Su Majestad?

— De donde vengo, se podría decir que era un poco fuerte. — Obito respondió mientras se giraba para mirar a Agnes. — Aunque mi palabra no vale mucho, ¿verdad? Puedo hacer una demostración de mis habilidades.

Agnes se tensó ligeramente.

Obito parecía un chico de la misma edad que la princesa Henrietta, y aunque Agnes podía decir que él tenía experiencia por las heridas en su cuerpo, ella no podía creer que alguien tan joven estuviera calificado para designarse a sí mismo como guardián de la princesa de Tristain. Casi deseaba aceptar de inmediato su propuesta de probar sus habilidades, para demostrar que él no podía cumplir con ese papel.

Miró a la princesa, quien estaba observando a Obito con una expresión entre la curiosidad y la preocupación.

— Obito, Agnes es capitana del escuadrón de mosqueteras. Su habilidad con la espada está entre las mejores, incluso podría derrotar a magos... Lo que intento decir es que no es cualquier rival, y estoy segura de que ella no estará satisfecha a menos que sea ella misma quien pruebe tus habilidades.

— Lo entiendo, y no tengo ningún problema con eso — Obito dijo con un tono medidamente aburrido, una actitud que incluso estaba empezando a irritar un poco a Henrietta.

Finalmente, después de un poco más de consideración, la princesa se decidió.

— Está bien.

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El terreno es mayormente plano, con áreas especialmente acondicionadas para diferentes tipos de entrenamiento. El centro del campo está cubierto de arena para amortiguar las caídas y evitar el barro en tiempos de lluvia. Aquí se encuentran varios postes de madera, conocidos como "maniquíes de práctica", cubiertos de marcas de cortes y golpes.

En un extremo del campo, hay un área designada para el combate uno a uno, un gran rectángulo marcado en el suelo por líneas de color blanco.

Obito se paró frente a este campo de entrenamiento, sintiéndose un poco nostálgico. Extendió su mano en el aire para atrapar una espada de madera. Era bastante liviana, de aproximadamente 70 cm de largo. Agnes sostenía su propia espada de madera con una expresión seria. Obito casi sonrió.

Había hecho muchos duelos de entrenamiento, pero era la primera vez que había tantos espectadores, claro, sin contar los exámenes chūnin.

La princesa, el anciano y un hombre de cabello gris y una barba diligentemente rasurada estaban parados a unos metros de ellos. Había algunas mujeres de ese escuadro, Obito reconocía algunas caras, pero no les prestó excesiva atención.

Se limitó a balancear la espada en sus manos.

— ¿Realmente estás bien con esto? — Henrietta dijo. Obito se giró para mirarla. — Tus heridas eran muy graves y aunque los sanadores digan que ya estás sano, tal vez deberías considerar dejar esto para después.

— Nah, incluso si estuviera muriendo. — Obito se giró para mirar a Agnes. — No hay forma de que pierda contra ella.

Agnes frunció el ceño.

— Cuánta arrogancia. — dijo el cardenal, negando con la cabeza. Henrietta estaba nerviosa por esto, pero esperaba que ninguno de los dos saliera lastimado.

— Tch. — Agnes se movió hasta quedar frente a Obito, con su espada adelante de ella. Lo miró fijamente, pero Obito parecía estar observando hacia el castillo.

Agnes apretó los dientes y se movió para atacar. Deslizó sus pies por el suelo mientras tomaba la postura adecuada. Por otro lado, el chico seguía con la espada en un costado y una mano en su cintura, sin mostrar ni un poco de preocupación hacia ella.

Con un gruñido de molestia, Agnes levantó su espada y cargó hacia el pelinegro. En un movimiento fluido y poderoso, ella lanzó su mejor golpe, un corte descendente dirigido a la cabeza del chico.

Lo que pasó después fue tan rápido que ella no estaba segura de lo que había ocurrido, hasta que detrás de ella escuchó el sonido de la madera golpeando el suelo. Cuando miró, ya no tenía su espada en las manos, y Obito tenía levantada su mano con la espada.

Con un solo movimiento rápido y preciso, su espada había cortado el aire, golpeando la espada de Agnes y enviándola a volar. Fue tan rápido que casi nadie pudo captar los movimientos del chico; solo el hombre de la barba y ojos como de águila logró ver solo un poco.

— Este castillo es inútilmente grande. — Obito murmuró mientras bajaba su brazo con la espada y caminaba fuera del rectángulo, dejando a una incrédula Agnes detrás de él. — No diría que eres débil... pero tampoco diría que eres fuerte. Sinceramente, no sé cómo pudo sobrevivir tanto la princesa, si eres la más fuerte encargada de protegerla.

Sus palabras no contenían ni burla ni desprecio; más bien, estaba diciendo un hecho.

Obito se giró ligeramente y pudo ver la expresión de la mujer, y la reconoció, porque él mismo había hecho esa expresión en sus múltiples combates contra ese bastardo.

Se acercó a la princesa y al anciano.

— Ahora, ¿Qué se supone que tengo que hacer como tu familiar? — Obito preguntó mientras miraba a la princesa.

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 Nerfie los Genjutsus porque hacen las cosas demasiado fáciles.

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