El escenario estaba preparado, y Sun Ming Hua estaba allí como el protagonista de un drama de tiempos modernos, su presencia exigiendo la atención de todos los que se habían reunido alrededor. Xu Feng no pudo evitar estar sorprendido por el mero valor facial del ger más joven.
Si hubiera nacido en Dongmen en lugar de en Donghua, aunque no tuviera linaje inmortal, Sun Ming Hua sin duda sería una estrella en el mundo del entretenimiento—la estrella perfecta de Hollywood.
Era como si el mundo fuera su escenario, y todos los ojos estuvieran puestos en este lindo ger de grandes ojos expresivos marrones y fluidos cabellos marrones que cascaban como una cascada por su espalda en un estilo intrincado.
Sun Ming Hua parecía lindo e inocente, la representación perfecta de una pequeña princesa con su pálida piel blanca, largas pestañas oscuras y esos labios ruborizados y lindos que parecían suplicar por simpatía.
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