Xu Feng yacía desparramado en la cama, su postura una de extrema calma. No sentía vergüenza en la situación actual. De hecho, se preguntaba si quedaba alguna vergüenza después de todo lo que había experimentado últimamente.
Ambos hombres, Xuan Jian y Xuan Yang, parecían tener un talento para sorprenderlo en todos los estados de vergüenza. Sin embargo, Xu Feng conocía su secreto también, nivelando el terreno de juego en su mente.
Con una sonrisa pícara, Xu Feng rompió el nuevo silencio que se cernía en la habitación, sus dedos apoyando ligeramente su barbilla mientras descansaba cómodamente en la cama. Su mirada se movía entre Xuan Jian y Xuan Yang, sus ojos marrones llenos de diversión y anticipación.
—Ya que sois tan habilidosos con esos 'juguetes', —dijo juguetonamente, su voz impregnada de picardía y un toque de excitación—, ¿por qué no me mostráis cómo los probáis?
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