Los días pasaron mientras Rain y Alejandro se instalaban en su ático, tal como estaba planeado. Como esperaban, su suegro no insistió demasiado para que se quedaran en la mansión ancestral.
Alejandro se había vuelto bastante convincente en sus esfuerzos para asegurarle a su padre que necesitaban tiempo privado para trabajar en su matrimonio, solo los dos bajo el mismo techo.
Rain también había hablado con su suegro en privado, explicando que este arreglo le daba la oportunidad perfecta de mostrarle a Alejandro cómo podía cuidar de él personalmente y, con suerte, hacer que se enamorara de ella. Su suegro aceptó el plan pero con una condición: los domingos se reservarían como días familiares, donde todos se reunirían.
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