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Capítulo 17

Para mencionarle a Eva un concurso que se iba a llevar a cabo en el colegio, esperé a que pasasen unos días, específicamente el día en que iniciaron las vacaciones. Estuve nervioso desde el momento en que desperté aquella mañana, porque una parte de mí anhelaba que participase, y otra le temía al rechazo. De hecho, tenía previsto que me llevaría más tiempo convencerla, pero para mi asombro, tan pronto le propuse la idea, aceptó emocionada.

Eva no tenía problemas con el público, el pánico escénico nunca fue un problema para ella, y menos viniendo con la experiencia de cantar en la calle. De hecho, esa tarde me confesó que le emocionaba la idea de cantarle a mucha gente, como en una especie de concierto; descubrí así su sueño.

—Eva, ¿recuerdas la vez que te pregunté por tus sueños? —pregunté de repente.

—Sí, me asombra lo rápido que ha pasado el tiempo desde entonces —respondió mientras afinaba su guitarra.

—Esa vez me dijiste que nunca te habías planteado la idea de tener un sueño, recuerdo que eso me puso muy triste.

—Lo siento, no tenía idea de ello —dijo—, pero, ¿a qué viene el tema?

—Creo que acabo de descubrir cuál es tu sueño.

—¿En serio? Cuéntame entonces…, cuéntame —replicó, fingiendo su intriga.

—Tu sueño es cantar ante mucha gente, presentarte en conciertos, dar a conocer al mundo el poder de tu talento.

Eva se mantuvo en silencio por unos segundos, miró a la nada y finalmente esbozó una sonrisa.

—Me gusta cómo suena… Siendo honesta, me encanta la idea de cantar para la gente, a mucha gente como lo hacen esos grandes artistas —dijo.

—Me da gusto saberlo, y espero poder ayudarte a cumplir ese sueño. Haré todo lo que esté a mi alcance.

—Pero ya lo cumpliste.

—El concurso de talento solo es el inicio, y no sé por qué, pero tengo la certeza de que serás grande.

Y hablaba en serio, nunca había tenido una certeza tan grande respecto a una idea o un sueño, aun considerando que pensaba como un chico de catorce años; inmaduro en otras palabras. Sin embargo, por ella me aferré fuerte a esa seguridad y supe que, si tenía que luchar por alguien, además de mí y mis propios sueños, era porque Eva también lograse grandes cosas con su talento; merecía eso y mucho más.

Los días pasaron volando y no me di cuenta. La verdad es que disfrutaba al máximo mi tiempo con Eva, tanto en casa como en la montaña. A veces íbamos a algún centro comercial o visitábamos al señor Francisco en la cafetería; todo dependía de lo que surgiese, el punto era que disfruté bastante estando junto a ella.

En cuanto al concurso de talento del colegio, se realizó el 30 de diciembre en un ambiente bastante familiar, pero también repleto de estudiantes. Fue fácil identificar aquellos rostros, aunque se me hizo extraño verlos con ropa casual, y me hubiese centrado en ello si no fuese por la presencia de Eva y el hecho de que necesitaba mi apoyo.

—¿Dónde tengo que presentarme? —preguntó Eva.

—Bueno, primero tenemos que ir al anfiteatro del colegio y notificar que eres la participante número doce —respondí.

—Entonces vamos… Necesito prepararme y ensayar un poco antes de empezar. No me gustaría que mi voz…

De repente, aun con la gran cantidad de estudiantes que iban y venían, alguien nos asombró cuando me abrazó por la espalda y me saludó con una euforia que me dejó descolocado.

—¡Paúl! ¿Cuánto tiempo? Me da gusto verte —exclamó Sabrina al saludarme.

—Sabrina —dije apenas mientras me sentía acorralado por la gran cantidad de miradas que me fulminaban, en su mayoría la de los chicos —. No ha pasado mucho tiempo.

—Es cierto, pero aun así, no hemos podido hablar seguido desde que nos hicimos cercanos —comentó.

—¿Cercanos? —intervino Eva.

—Sí, Sabrina es la única con quien comparto mi tiempo en el colegio —respondí—. Por cierto, ella es Eva, mi hermana mayor.

Ambas estrecharon sus manos y se presentaron, mientras que yo me seguía sintiendo acorralado con las miradas asesinas que me fulminaban. Es por eso que sugerí irnos al anfiteatro con tal de buscar un lugar en el que nadie nos viese, pero Sabrina insistió en hacernos compañía, tomándose el atrevimiento de agarrarme del brazo como si fuésemos una pareja.

—Eva… Dile a papá y mamá que los amo con toda mi alma, al igual que a mis hermanos, y que mis restos sean cremados para ser esparcidos en nuestro refugio de la montaña —dije conforme nos dirigíamos al anfiteatro, pues las miradas asesinas contra mí iban en aumento.

—Tonto, qué cosas dices —contestó Eva.

—¿Sucede algo? —me preguntó Sabrina.

—Me extraña que lo preguntes —respondí.

—¿Por qué? —insistió.

—Pues, por culpa de la popular y admirada capitana del equipo de voleibol, hoy seré brutalmente asesinado —dije.

Eva y Sabrina se rieron con mi respuesta, lo cual me tranquilizó un poco. Lo bueno fue que, cuando llegamos al anfiteatro, me sentí aliviado y nos despedimos de Eva, que se dirigió al área en que se encontraban los participantes. Lo malo, en cierto modo, es que me quedé a solas con ella y seguí siendo el imán de recelo, odio y envidia de aquellos que me rodeaban.

—No sabía que tenías una hermana tan linda, no se parecen mucho —comentó Sabrina cuando encontramos asientos.

—Bueno, no hemos tenido la oportunidad de conocernos mejor, apenas hablamos en los últimos días de clases —dije.

—Es cierto, y sobre tu hermana, ¿es buena cantante?

—La excelencia la caracteriza… De hecho, te garantizo que será la ganadora.

Estaba cien por ciento seguro de que Eva impresionaría al jurado y se haría con el primer premio, el cual era un cupón para el supermercado que patrocinaba el evento; tenía un buen monto de canje.

—No pensé que vendrías a este evento, pero fue buena idea mencionarlo —comentó Sabrina.

—¿Por qué lo dices? —inquirí.

—Porque eres un tanto solitario y no muestras interés en estas cosas, pero lo mencioné porque quería que me acompañases.

—Si me lo hubieses pedido directamente, habría aceptado acompañarte, no era necesaria la indirecta… Afortunadamente, gracias a esa indirecta, Eva tendrá la oportunidad de mostrar su talento a un público numeroso.

Mis palabras la asombraron un poco, incluso se ruborizó.

—Oye, por cierto, estás muy hermosa esta noche… Es la primera vez que te veo con ropa normal —le dije.

Sus prendas resaltaban la sensual silueta que el uniforme escolar escondía, aunque no podía decirle eso; quedé impresionado cuando la detallé. Sabrina esbozó una sonrisa y, justo antes de responderme, una ola de aplausos nos avisó que la presentación de uno de los participantes favoritos había terminado. Eso me hizo dudar un poco con respecto a Eva, pero me aferré a mi seguridad y me mantuve expectante.

—Ese era Arturo… Es bueno en el break dance —comentó Sabrina.

—Sí… Es muy bueno —afirmé.

La siguiente en salir al escenario, después de que anunciasen su nombre y casi nadie aplaudiese, salvo nosotros y algunas personas a nuestro alrededor, fue Eva. Junto a ella, un estudiante perteneciente al grupo protocolar colocaba dos micrófonos, uno a la altura de la guitarra y otro cerca de su boca.

—Eva, buenas noches —le saludó una señora del jurado—. ¿Podrías decirnos de qué va tu presentación?

—Buenas noches. Voy a cantar el tema Víveme de Laura Pausini, espero que les guste mucho y disfruten de esta bella canción —respondió. Su seguridad a la hora de hacerlo fue admirable.

—¡Increíble! Buena suerte, puedes comenzar —le indicó la señora del jurado.

A nuestro alrededor, la gente no dejaba de murmurar e ignorar a Eva; sabíamos que la mayoría de las personas estaban impresionadas con la presentación de Arturo.

No necesito más de nada, ahora que…

Y así empezó la magia, por lo que el murmureo de los espectadores se detuvo en seco y el silencio permitió que la voz de Eva se escuchase mejor. La había escuchado muchísimas veces frente a la cafetería del señor Francisco, pero en el escenario y con un sonido mucho más amplificado, el impacto que me causó su voz fue potente.

Sabrina estaba tan asombrada como yo, incluso me tomó la mano cuando Eva llegó al famoso coro, con ese crescendo tan certero y sin desafinación que llevó a todo el público a aplaudirle de pies a mitad de su presentación; fue asombroso.

—Tu hermana es increíble —comentó Sabrina cuando Eva finalizó su presentación.

—Ella será famosa, ya lo verás —lo dije en serio—. Por cierto, puedes soltar mi mano.

Sabrina soltó de inmediato mi mano y se ruborizó, yo esbocé una sonrisa por su tierna reacción y me despedí con un beso en su mejilla. Tenía que encontrarme con Eva para felicitarla por su primera presentación y esperar junto a ella los resultados; fue la ganadora.

De ese modo, mi querida hermana dio los pequeños pasos hacia el éxito de su carrera musical, aunque lograrlo le hubiese costado bastante, o tal vez fuese imposible, si no contase con el apoyo de alguien influyente.

 

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