En un día lluvioso, tres personas llegaron al hospital.
El médico examinó a Miaomiao y luego le administró una inyección.
Miaomiao yacía débilmente en los brazos de Rong Shengsheng, sus hermosos ojos grandes brillaban con lágrimas cristalinas, listas para caer en cualquier momento.
—Miaomiao, no tengas miedo, Mami siempre estará contigo y pronto te pondrás mejor —Rong Shengsheng la consoló gentilmente.
—Mami, nunca volveré a quitarme las cobijas —asintió Miaomiao, como un niño que había hecho algo malo.
—Niña tonta, esto no es tu culpa, no estés triste.
—Mmm.
En ese momento, se abrió la puerta de la sala de emergencias y un grupo de guardias vestidos de negro se situaron en la entrada, cada uno con una expresión impasible que exudaba una fuerte sensación de opresión.
El médico nunca había visto tal despliegue de fuerza antes y estaba un poco conmocionado y asustado, retrocediendo rápidamente —¿Qué quieren hacer?
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