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Capítulo 21: El asesino de mi familia

Quedé de venir a las 7:00 P.M. Ya son pasadas las 8:00 P.M. No sé cuál será la reacción de Melaine al ver que llegué tarde. Curiosamente me emocioné al querer ver cuál será su actitud al respecto.

Unos minutos pasada la entrada a Las Tacas, apareció gran fila de vehículos estacionados fuera de la casa. La mayoría eran coches deportivos y bajos o, al contrario, camionetas y jeeps enormes. Entré con la moto directo a la casa. Apenas entré, vi como un montón de gente estaba esparcida dentro del terreno del señor Philip. Algunos estaban bailando con la música que se podía sentir desde antes de llegar. Otros conversaban casi a gritos. Unos pocos parecían tener pareja. Y la mayoría parecía estar en busca de alguna. No conocía a nadie. El ambiente afuera era similar al de adentro. Personas conversando al oído o a gritos. Vasos plásticos por todos lados, algunos vacíos y otros completamente llenos. Sobre distintas mesas podía ver comida, cocteles, cerveza, variedades de alimento y alcohol.

Tal como ofreció el señor Philip. Me sentí en casa y la recorrí como si fuera mía. Entendí mejor la estructura de la casa con entrar al salón principal, donde estaba la pecera insertada en la pared. Entré en la cocina, repleta de gente cocinando, lavando loza o limpiándola. Sin duda, la mansión era más amplia de lo que imaginé, posee varios caminos a distintos sectores de la casa que prefería ver de lejos para no ser abusivo de la confianza. Subí al segundo piso. No quería ver nada de ahí, así terminé subiendo al tercer piso. Una vez ahí, abrí una botella que se encontraba en la mesa, decía Barceló Imperial Ron. Junto dos vasos de vidrio. Tomé el que no estaba usado y me serví un poco para probarlo. Era bien intenso a la vez que suave, tenía un sabor dulce. Dejé el vaso justo donde se encontraba. Una briza sutil me acorraló. No me cansaría jamás de esa sensación. Me acerqué al vidrio que separaba al balcón con la nada. Desde ahí se veía la fiesta. Daba justamente a la zona central de la celebración. Justo debajo del balcón, una gran mesa con un montón de variedad de comida. Cerca, pero aparte, un DJ, que sostenía el audífono en una sola oreja. Acompañada del ruido de las voces. La fiesta era lo justo y necesario de desordenada para no ser tan elegante. Aun lado del gran cúmulo de personas bailando al ritmo. Estaba Melaine, sentada. Un chico le estaba molestando. Ella lo rechazó sin ser sutil. Mientras yo podía observar todo, ella no me lograría ver. Pues arriba estaba oscuro. Lo único que generaba luces era el interior del tercer piso, el cual estaba con luces cálidas y bajas. No conocía a nadie aparte de Melaine y tampoco tenía intenciones de bajar a hacer vida social.

Otro chico se atrevió a hablarle, era obvio que no era alguien conocido. A pesar del atrevimiento que mostró para hacerse el galán, apenas le hizo caso. Al parecer tenía varios pretendientes, no era algo difícil de asimilar teniendo en cuenta su figura física. Tal como al anterior, lo rechazó. Apenas el chico teñido se fue, una chica de pelo ruliento, casi afro, se le acercó por la espalda. Le llamó del hombro y se le acercó al oído. La mirada de Melaine quedó insertada en mí. La chica también me fijó de reojo. No aparté mi vista. Se levantó de la silla mostrando que no estaba nada contenta, puede que venga a molestarme. Pasó al medio del grupo donde bailaban con mayor intensidad y energía. Ahí se acercó al chico de pelo teñido que rechazó hace nada y se dispuso a bailar con él, demasiado cerca quizás. Solo lo presencié un momento. Aparté la mirada al horizonte, al ver que no se apreciaba, me redirigí a un costado del terreno. Ahí, varias personas acosaban a un chico que se veía joven en exceso. Dudaría que fuera mayor de edad. De a poco se iban alejando del chico. Me percaté de que este les daba unos sobres transparentes con varias pastillas. No me sorprendió que estuviera vendiendo drogas, ni aunque fuera menor me llamaría la atención. Sin embargo, al verlo sin gente alrededor, me despegué del balcón y me apresuré en descender. Tratando de no atropellar a nadie llegué donde el chico. Su pelo teñido de celeste con las raíces negras, resaltaba de los demás. Estaba dándome la espalda, así que le toqué el hombro intentando no asustarlo.

—Oye. Disculpa.

No bastó más. Al verme, entendió de inmediato que éramos compañeros de cursos. Fue entonces que salió arrancando antes de que pudiera decir algo.

—¡Espera! —quise detenerlo

No hizo caso, no tenía la mínima intención de detenerse solo porque se lo pedí. Salí a perseguirlo. ¿¡Por qué corre!? Bien puede ser el instinto del que alguna vez supe todo humano tenía. En mayor o menor medida.

Era lento, en poco lo alcancé. Entró a la casa. Lo seguí a unos pocos metros. Se fue por la cocina. Sabiendo cual era el camino más cercano a la salida me fui por la sala principal para llegar antes a la puerta. Esperé lo suficiente para darme cuenta de que no aparecería. Como la única salida a la entrada principal era esa de inmediato corrí a la cocina.

—¿Pasó un chico corriendo por aquí? —pregunté a la primera persona que me encontré. Un cocinero que sin voltear a mirar señaló con un cuchillo la dirección. Entré a la sala que apuntó, estaba llena de cajas y refrigeradores, especias esparcidas por mesones y cajones de distintos alimentos. Al otro lado de la sala iluminada con un color cálido, una puerta abierta. Me apresuré para enmendar mi error. Al asomarme quedé sobre el pasto del costado de la casa. Frente a mí solo aparecieron arbustos. Jamás imaginé que abría una puerta ahí. Corrí por el pasadizo para llegar a un costado del gran antejardín. Frente a mi estaba el lateral de la cochera. A lo lejos en la salida pude ver como el chico seguía corriendo. Revolucioné la moto de inmediato y sin importar las personas frente a mí, me arrojé. Me abrí paso hasta la salida y me posicioné. No había nadie. Estaba todo quieto. Esperando el menor movimiento en el sentido que arrancó. Entonces lo vi, casi al final de la corrida de coches. Se subió a un vehículo como copiloto. Apenas partió del estacionamiento. Aceleré lo máximo que me era posible. El McLaren notó mi presencia, fue entonces que aceleró. De a poco me fui acercando. El velocímetro marcaba 140km/h al tocar la cola del vehículo. No faltaba mucho para que se detuvieran en la barrera. El vehículo desaceleró, intentando que chocara con él. Frené de golpe y rozando me posicioné al lado. El vidrio estaba arriba, pero podía ver con claridad la figura dentro. Un sujeto con una cicatriz sobre el parpado iba conduciendo el McLaren.

Es imposible.

¿No?

No era él. No podía serlo.

Mi pecho fue tragado a un vacío.

En su mano, mientras conducía, sujetaba un arma. Ahora si estaba seguro. Era él. Aceleré.

Era la persona que me disparó.

125km/h.

El mismo que asesinó a mi familia.

130Km/h

La cicatriz era exactamente la misma, justo en el parpado.

135Km/h.

Me ahogo.

149 Km/h.

El arma se tornó a mí.

De inmediato, por instinto, mi mano frenó de golpe. Mi cuerpo no avanzaba con el tiempo. Una vez compensado, alcé mi vista para ver qué tan lejos se encontraban, no los conseguía ver. No. Veo hartas luces, pero estas… ¿Giran?

Estoy en el aire. Flotando. ¿Qué me sucede?

El tiempo volvió a su curso normal. Me arrastré varios metros. Giré y giré. Una, otra y otra vez. Me recuperé inconsciente de lo sucedido. Observé el panorama. Estaba en el piso. El deportivo seguía alejándose. No podía perderlo.

—Joder. ¿¡Estás bien!? —preguntó exaltado el caballero de la recepción.

No había tiempo para racionalizar. Boté el casco que ya no me dejaba ver. Me levanté decidido. Rodeé la barrera. Sujeté a la moto que quedó colgada de la barrera la cual apenas se sostenía. El maldito pasó por debajo.

—¡Hey! ¿Estás Bien?

No puedo oírlo bien, creo que eso dijo.

Me estoy mareando. Aceleré. Apenas arranqué de la recepción todo se volvió oscuro. Prendí las luces. No funcionaban. Seguí hasta encontrarme con la carretera. Me giré a la izquierda y a la derecha varias veces para confirmar, pestañeé para ver mejor. No encontré nada, absolutamente nada. Incluso si estaban ahí y solo apagaron sus luces jamás los encontraría. Era incapaz de concentrarme en lo más mínimo, todo era demasiado fugaz, los pensamientos, las ideas, lo que debía hacer, lo que no. De pronto ya no sabía que buscaba. Creo que lo mejor será volver, puede que incluso esté sangrando. Di la vuelta en la rotonda mariposa. De vuelta a la casa del señor Philip. Sorteé la barrera por un lado, no podía perder el tiempo. Llegué apenas. Solté la motocicleta en el pasto y únicamente arrimé las llaves. Creo que la gente que está a mi alrededor está preocupada. No puedo escucharlos bien y no alcanzó a ver sus caras. Logré pasar de memoria por la entrada, la recepción. Parece que choqué con alguien o algo. No estoy seguro. Entré al segundo baño de visitas, era bastante grande. Pude diferenciar dos figuras que no pertenecían a la habitación. No era necesario ver con claridad para entender que eran una pareja.

—¿¡Qué mierda haces!? —se exaltó el chico al ver que interrumpía su momento—. ¡Vete! ¿No sabes leer el ambiente?

Que tedioso. Busqué en mi bolsillo con apenas fuerza. Tenía que sostenerme el brazo. Saqué la cuchilla que obtuve de Sion y la descubrí.

—Váyanse, ahora —intenté gritar.

—Está bien. Cálmate.

—¡Apúrense!

La chica bajó del tipo sentado sobre la tapa cerrada. Estaban a punto de irse.

—Oye bro, ¿Estás bien? Estas sangrando demasiado.

—¡Joder! ¡Solo váyanse!

—Okey, okey. Está bien.

—Espera, necesitas ayuda —sonó una voz sutil y acogedora. Puede que sea por la contusión, pero me recordó a la voz de mi hermana.

No sabía qué hacer. No respondí. Bajé la navaja y lo malinterpretaron.

—Bien. Déjame ayudarte —volvió a decir esa agradable voz. Quería llorar. Puede que más por el dolor.

Me sujeté del lavamanos e intenté verme. Traté de sacarme la ropa. Pero un brazo me dolía demasiado como para moverlo. Podía sentí como un sudor rojizo salía de mi cuerpo. Percibí como unos brazos me ayudaban a sacarme el polerón. De a poco y sin arrancármelo lograron quitármelo. Quedé con la polera, intenté sacármela para ver si no tenía nada grave. Una curiosidad dolorosa y aterradora. No puedo lograrlo solo. Al intentar ayudarme, solté un grito increíblemente fuerte. La polera estaba atrapada con algo en mi espalda.

—¡Mierda! Tienes la polera pegada a la piel.

Tenía que ser mentira, como era eso posible. Traté de sacarla con fuerza. Era inútil, no me quedaban mucha motivación. Escuché la llave del agua abrirse. Entonces un frio recorrió mi espalda. Justo donde el dolor era más intenso.

—Intentémoslo ahora.

Tal como ofreció. Lo intentamos al mismo tiempo. El agua solo lo despegó, no quitó nada del dolor. Ahora ya no veía nada. Creo que me voy a desmayar. Cada vez veo menos y todo gira con mayor intensidad. Quiero descansar.

—¿Puedo dormir un rato? —alcancé decir.

—¿Qué dices?

Al parecer solo murmuré. Ya no veía nada…

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