Arius durmió unos veinte minutos y luego despertó sobresaltado sintiéndose paranoico. Estaba sudando y respirando con dificultad. Supongo que tuvo una mala pesadilla, pero yo estaba justo a su lado para calmarlo.
Coloqué ambas manos en sus mejillas y le hice mirarme —¡Hey! Está bien. Estás bien.
Se calmó en cuanto me vio y escuchó mi voz. Vi su cuerpo relajarse y su respiración volver a la normalidad.
Cuando se estabilizó él puso su mano sobre la mía —Estoy bien —susurró, pero su voz sonaba seca.
—¿Quieres algo de agua? —le pregunté, pero negó con la cabeza
—Solo tú.
Mis ojos se abrieron de par en par por un momento, luego se relajaron y sonreí —Está bien.
Él no dijo nada durante unos momentos, solo se sentó allí con su mano sobre la mía. Dos veces la apretó suavemente para asegurarse de que yo estaba ahí y yo respondía con una simple respuesta —¿Sí?
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