Las visiones de Skender se volvieron casi negras de ira. Destrozó las sombras pero la sangre derramada no fue suficiente para aclarar su visión. Habían intentado herir a su compañera. Quitarle a alguien por quien él se preocupaba nuevamente. ¡No lo permitiría! Haría pedazos a cada uno de ellos. Pondría fin a su raza y luego se alimentaría de su carne y sangre. Ughh... gruñó de ira. ¡Más sangre! ¡Más muerte! ¿Quién los envió? Era lo único en lo que podía pensar.
—Constantino.
¡Ese hombre estaba muerto! Había roto su parte del trato de mantener alejadas las sombras. Moriría. Skender lo desangraría lentamente de manera excruciante y se aseguraría de disfrutarlo.
—¡Espera! ¿Ya estaban muertos?
¿Dónde estaba el resto para saciar su sed de venganza? Aún podría matarlos, incluso muertos. Los despedazaría. Los haría irreconocibles y luego dormiría en esta cama de carne desgarrada o tal vez se la entregaría a su maestro.
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