Rayven no le gustaba lo que estaba oyendo. Sabía que Angélica no podía ser la misma persona que Skender llamaba amiga. Rayven sabía que esa amiga era la mujer que solía amar, pero todavía había algún tipo de conexión ahí.
Skender parecía preocupado también mientras se sentaba silenciosamente en un rincón. De los sueños de Angélica, parecía que fue rechazado por la profetisa. Él le ofreció estar en su mundo, lo que requeriría que ella se convirtiera en su compañera, pero ella se negó. Y luego la encontró Constantino. Si la torturó, entonces debía saber más sobre profetas de lo que ellos sabían.
—Creo que debería conocer a Constantino —dijo Rayven.
Skender lo miró frunciendo el ceño. —¿Y hacer qué?
—Él vino personalmente aquí y se fue sin intentar mucho. Le dijo a Angélica que venía a encontrarme y hasta le dio su nombre. Al menos debe esperar que yo hubiera advertido a Angélica.
Skender asintió. —Tal vez deberías conocerlo entonces.
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