—Pasaban los días y Elías veía cada vez menos a Adeline, pero aún conservaba la llave —abajo—. Escuchó rumores interesantes de que una joven se escabullía —abajo— cada noche con una canasta de comida. Cualquiera que fuera su placer, él le seguiría la corriente. No era como si Asher la reconociera ni entendiera su amabilidad.
Los labios de Elías se retorcieron en una sonrisa siniestra. Asher dejó de ser una amenaza el día que borró sus propios recuerdos, como un cobarde. —Un Pura Sangre oculto, ¿qué tan interesante era eso?
Sentado tranquilamente en su escritorio, Elías revisaba los papeles de los documentos. Los anteojos de lectura reposaban —bajos— en su nariz, un bolígrafo de metal giraba sin rumbo entre sus dedos. Sentía la mirada insistente de los gemelos y sus leves codazos el uno al otro.
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