Michelle entró en la sala de espera, su rostro rojo de ira. Él era la última persona que pensaba que podría herir a Mia. Parecían estar enamorados, y ella lo amaba mucho. ¿Cómo podría herirla? ¿Por qué la heriría?
Todavía estaba perdida en sus pensamientos cuando Alex entró en la sala, sus manos esposadas frente a él, vestía uniforme de prisionero y lucía realmente agotado.
Cuando vio a Michelle, sus ojos brillaron, y se sentó frente a ella.
—¿Por qué? ¿Qué hizo ella... qué hizo mal para merecer morir? —preguntó Michelle.
Antes de que Alex pudiera defenderse, Michelle preguntó, dolorosamente. Sus ojos intensamente clavados en él, llenos de dolor y disgusto.
Había llorado tanto ya, pero mientras Alex se sentaba frente a ella, no podía detener las lágrimas que brotaban en sus ojos.
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