—¡Ahórranos tus patéticas afirmaciones de 'pase lo que pase, nunca la dejaré' y todo ese bla, bla, bla! —ella rodó los ojos y lo despidió con un gesto de la mano.
Okab soltó una pequeña risa ante las bromas de su prometida. Ella realmente había sido bien enseñada por él. Amaba la forma en que ella dirigía toda la conversación. Ella tenía el control completo de ella. La había entrenado bien en esa tarea. Pronto ella lanzaría el guante y él se vería obligado a recogerlo. Ya había pensado diez pasos por delante. Si Rigel aceptaba el desafío, entonces en lugar de su esposa, él se presentaría para la lucha final.
En esa lucha, sabía que no podría derrotarlo porque, después de todo, Rigel era también un Alfa. Por eso le había dicho a su esposa que debía conseguir que tantas personas como fuera posible fueran testigos de la lucha y lo sacaran antes de que comenzara. Ella iba a acusarlo de traicionar el reino por no rechazar a una compañera enemiga.
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