Kinshra sostuvo sus muñecas e intentó separarlas, pero no pudo. Él era demasiado fuerte para ella. Entonces acarició sus antebrazos suavemente.
—No sirve de nada llorar por ello, Biham —dijo ella con suavidad.
Un sollozo sacudió su cuerpo mientras un temblor violento lo atravesaba. Sus hombros vibraron y su pecho retumbó con la frustración contenida. Levantó la vista al techo y soltó un rugido. Kinshra era quien lo protegía de la ira de su padre mientras que Sirrah era quien literalmente lo arrojaba a batallas preparadas con los Nyxers. Había tanta diferencia entre las dos mujeres.
—¡Biham! —Kinshra se deslizó hacia él y rodeó su pecho con sus brazos. Sus alas se desplegaron y lo envolvieron en su cálido abrazo. Con sus plumas, comenzó a acariciarle la espalda.
Biham se sentía tan cálido y acogedor.
—Dioses, te extrañé —dijo él roncamente.
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