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Capítulo 11: ¿Cómo explicas el amor? – Sueño de primavera I

Remia, Crystel, Residencia Windsor - 5 de Junio - Año 525 

 

—¿«Quiero verte»?

Apenas Vlas abrir la puerta, luego de escuchar el sonido del timbre varias veces, se encontró con el rostro de Zenda detrás de ella, sonriente, contagiándolo con ese mismo gesto.

—No mentía, viniste y ya me alegraste el día —dijo él, un poco emocionado al verla.

—No seas tonto —rio ella. Entró a la casa cuando Vlas le dejó el paso, luego él cerró la puerta—. ¿Estás solo? —preguntó, notando el silencio de la casa, además de que todas las luces estaban apagadas.

—Algo así —respondió él, recordando que ella no sabía lo de Leah, estuvo a punto de decírselo, pero un cierto presentimiento impidió que lo haga—. Rhys salió esta mañana y no ha vuelto, supongo que está por regresar —dijo, en su lugar.

—Oh, ¿Y Lara? Supongo que trabajando

—Sí.

Ambos se dirigieron a la sala de estar, donde se encontraba la televisión, casi el único objeto colgado en la pared, además de algunos cuadros en lugares al azar. Lo más resaltante de esta era el inmenso sillón de cuero negro en forma de «L» que ocupaba la mayor parte de la sala, y la alfombra de felpa del mismo color.

—¿Estabas estudiando? —Ella vislumbró algunos libros abiertos, sobre la alfombra, y su laptop también.

—Traspasé algunas transcripciones de Derecho al archivo de tareas, quise ponerme al día antes de que vuelvan las clases —respondió Vlas, agachándose para juntar los libros y la laptop—. ¿Me esperas aquí? Iré a dejar esto en mi habitación.

—Sí, espero —ella asintió.

—Bien... Ahora vengo. —Rápidamente él abandonó la sala.

 

Después...

 

—Vaya, dos semanas es mucho, yo no podría estar tanto tiempo fuera de mi hogar —dijo ella, luego de que Vlas le contara lo del viaje de sus padres.

—Es una situación demasiado fuera de lo normal, lo de los asteroides en Ajax fue lo que hice que se aplazara más de lo común, siempre son dos o tres días... ¿Recuerdas que ese era el tiempo que faltaba al colegio cuando viajaba con ellos?

—Sí, recuerdo, ¿Y por qué no fuiste esta vez? Rhys, supongo.

—Así es, él aceptó quedarse a cargo, él y Lara en realidad... Se quedarán en la casa hasta que mamá y papá vuelvan.

—Ya veo... Y como te encontrabas solo me llamaste para que te haga compañía —ella dijo, entre risas, siendo un poco insinuante al mismo tiempo.

—¿Acaso me lees la mente? —Él sonrió.

—No tengo que hacerlo, te conozco muy bien, Vlas Windsor —ella replicó, esbozando también una sonrisa cómplice.

—En realidad... Comencé a pensar en ti, inconscientemente, te extrañaba, y sólo quería verte, ¿Acaso eso está mal?

Ella comenzó a reír ante su pregunta. «Eres un tonto», pensó, sabiendo que él se la había hecho sólo para que ella respondiera de forma positiva, como: «No está mal», o algo así, y que le terminara dando la razón, o que en el mejor de los casos, le diera un abrazo sin darle respuesta... Que fue la que eligió.

—Eso... Eso es suficiente —dijo él, luego de que ella se aferrara a sus brazos.

«Suficiente, para siempre», confirmó él.

Vlas extrañaba esa sensación, la de sentirse con una cómoda calidez siendo acariciado por las manos de Zenda. No habían pasado muchos minutos, pero luego de ambos sentarse en el sillón y abrazarse, él se recostó en este, ella estiró sus piernas dejándole lugar a su cabeza, y luego se afianzó a su cabello, pasando suavemente la yema de sus dedos por los finos hilos de su cabello castaño claro.

—Así que... Han ido bien las cosas con Rhys... —ella dijo, el silencio que se había formado no era para nada incómodo, pero él no había mencionado nada de su hermano, y ella realmente estaba un poco curiosa.

—Hemos hablado mucho, de varias cosas, poniéndonos al día, dejando salir algunos sentimientos que teníamos escondidos, que tal vez sólo nosotros comprendemos... Me he dado cuenta de que Rhys me hacía mucha más falta de la que yo creía —respondió Vlas.

—No es algo que debas decirme, siempre hablabas de él, en todo momento, me acuerdo de que cuando te veías apagado, casi melancólico, y no podía hacer casi nada para revertir esa emoción, siempre era por su recuerdo... Esos días ya terminaron Vlas, ¿No es así?

Él quiso decir que sí, más que nunca, pero su mente decidió oscilar, sentirse por primera vez desde el regreso de Rhys, insegura. Tenía sentido igualmente, si él se fue una vez, podía irse dos, y todas las promesas que hiciera no aseguraban nada, también las hizo en el pasado, antes de que ese botón de plata se convirtiera en el testimonio de un juramento quebrantado. No sabía cómo sentirse ante esa desconfianza a la mismísima palabra de Rhys, porque no quería culpar a su hermano de lo sucedido, lo hacía sentirse culpable consigo mismo, por ser egoísta con sus deseos, sin pensar en su hermano. «¿Él pensó en ti?», fue lo que muchas veces se preguntó en el pasado, cuando esto sucedía, y por su mente revoloteaban teorías inciertas, porque sin el punto de vista de Rhys no podía sacar conclusiones de la totalidad de la situación. Aunque con su propio juicio, nunca quiso dejarlo verse como el villano de la historia, aunque el mismo Rhys pensara así de sí mismo, como le dijo ese día en el cual mencionó lo de su culpa. También le dijo que pensó en él ese día, y todas sus teorías se derrumbaron, se puso en el lugar de su hermano, y dejó de creer que él podría haber sido el culpable de su abandono. No poder encontrarse entre la soledad fue una consecuencia para ambos, y ambos lo sufrieron de igual manera, llevándolos a sus peores versiones, a esos pensamientos tan oscuros como el futuro que aguardaban si seguían ese camino... Si ellas no hubieran aparecido en sus vidas.

—Zenda... —susurró.

No quería hacerlo, en realidad, sólo fue lo primero que vino a su mente cuando pensó en lo que hizo que no perdiera su camino luego de la ausencia de Rhys.

—¿Qué pasa? —ella preguntó, confundida, ni siquiera había obtenido respuesta a su primer pregunta.

—Si tuvieras que darle una explicación al amor... ¿Cuál sería? —preguntó.

—¿Eh? ¿Por qué de la nada me preguntas eso? —Ella no pudo evitar reír, ¿A qué lugar intentaba llegar con esa cuestión?

—Simple curiosidad... El otro día me percaté que el amor es complicado... Pero tan simple al mismo tiempo, y que depende de cómo lo veas, tu vida depende de ello.

—No lo sé... Supongo que todo comienza con el sentimiento de necesidad que la falta de este otorga; ¿El amor aparece? ¿O lo buscas? Nadie puede responderte eso, porque las respuestas pueden ser para ambas preguntas al mismo tiempo, ambiguas... Yo no lo busqué, pero tampoco siento que este haya aparecido abruptamente, fue un proceso, de descubrimiento de este sentimiento y lo que causa en mí, desde el comienzo de este, hasta hoy en día, entre tantos vaivenes... Nada es eterno, ni siquiera el amor, pero quizás sí la sensación de querer amar... Y eso es suficiente para que este vuelva, una y otra vez.

—Zenda... Si te dijera que te amo... ¿Cómo lo tomarías? —él preguntó, y luego de eso notó como ella paró su mano, y soltó su cabello.

—Como una demostración de sentimientos sincera... Pero arriesgada, aunque eso es porque tomo como argumento que te conozco, y que conozco tu forma de expresar tus sentimientos, y porque sé que nunca me lo dijiste antes... —respondió ella.

«No te des la vuelta», rogó, si lo hacía, él se iba a dar cuenta de que ella se había sonrojado ante su pregunta... Aunque quizás fue su declaración. De igual manera, lo más vergonzoso de todo, fue su propia respuesta.

—Te amo Zenda... —él dijo, esta vez... En serio.

Zenda también amaba a Vlas. Ese amor al que se refirió en su respuesta era al que sentía por él, al que él despertó en ella... Ella tenía apenas seis años cuando lo conoció, más que amor, fue sólo un enamoramiento infantil, hasta que su adolescencia dijo todo lo contrario, cuando verlo reír era algo que adoraba, sentir su calor en un abrazo, o sentir su cabello en su tacto, su actividad favorita. Ella se dio cuenta que lo amaba cuando se sentía mal al verlo triste, sin poder ayudarlo, o cuando se enojaba con los demás cuando las personas lo juzgaban, sin saber lo que él sentía, cuando estaba a su lado, sin importar lo que él estuviera pasando, incluso sin poder hacer nada, angustiándose con él, compartiendo ese dolor, sintiendo que si no intentaba al menos comprenderlo, no haría nada por él, y no tendría sentido que siguiera en su vida. Ella se dio cuenta que lo amaba cuando se ponía feliz de los logros de Vlas, cuando se ponía celosa de su interacción con otras chicas, de Kora inclusive; cuando sintió que su mundo se venía abajo cuando él se besó con ella, y cuando sintió un inmenso alivió con sus disculpas, y su seguridad al decir que no le significó nada. Se dio cuenta que lo amaba cuando se sentía egoísta a su lado, sabiendo que ella no lo era con nadie, cuando sentía que con él podía ser tan honesta, como libre con sus sentimientos. Se dio cuenta que lo amaba cuando se percató que la presencia de él en su vida era tan significativa como la de su hermana, o sus padres... Y en algunos momentos, hasta más. Se dio cuenta que lo amaba cuando comenzó a anhelar una vida a su lado... Casarse con él, tener hijos... Y ser felices... Se dio cuenta que lo amaba, cuando quiso responder ese «Te amo Zenda», con un: «Yo también te amo... Vlas».

Ella miró su brazalete, e inconscientemente quiso sonreír, como una tonta. Era ingenua con sus sentimientos, con querer besarlo, sólo a él, con querer verse linda para que él se lo mencionara, con pensar en él cada que sus amigas mencionaban a sus novios... Con imaginarse lo lindos que ambos se verían juntos... Pensar en el nombre de sus hijos... En su vida en familia. Su mente era algo soñadora, y no se sentía avergonzada de eso, le daba espacio a profundizar mejor en sus sentimientos, teniendo la respuesta a la mención de cada uno de ellos... Y el amor de Vlas... No era la excepción.

—¿Me amas? —preguntó, segura de la respuesta de él, más aún cuando lo vio voltear su rostro, en dirección al suyo.

—Sí... ¿Tú no? —él preguntó, y una pizca de inocencia se reflejó en sus ojos, como miedo también, porque aunque la respuesta a su pregunta no era una obligación, ni tampoco demasiado seria. Sus sentimientos sí lo eran, y estos habían sido expresados dejando en vilo la vulnerabilidad de su corazón... De la respuesta de ella se sostendría su estado de ánimo, no había dudas.

—Sí, lo hago —respondió Zenda, dispuesta a seguir, notando la mirada de ilusión en el rostro de Vlas, dándole cierta ternura—. Te amo Vlas —dijo... De una vez por todas.

El silencio formó una burbuja alrededor de ellos, y el mundo pareció pararse. Ellos se habían dejado en claro muchas cosas en el pasado. Se habían declarado su amor muchas veces mutuamente, y aunque siempre lo vieron como promesas que se harían realidad algún día, todavía no estaban arraigadas a ellos con firmeza, porque para tales destinos, necesitaban la base... Y esa base era el amor.

Un «te amo» confirmaba muchas cosas, las volvía eventuales, casi inevitables, así como volvía realidad a muchas otras. Esas que invadieron la mente de ambos casi al mismo tiempo, dándole sentido a tal sensación que formó un ambiente sólo para ellos... Para sentirse juntos, y dejarse llevar, tal vez... De la manera que ambos querían.

—¿Es real? —él preguntó. Se había sentado otra vez, aunque inclinado hacia ella, con sus ojos posándose en el rostro de ella, con firmeza.

—¿Desconfías de mí, Windsor? 

—Desconfío de mí, es que... Siento que es demasiado bueno como para merecerlo, o al menos que sea real... Perdón por eso. —Su firmeza se desvaneció, y al bajar su mirada se dio cuenta de que todavía no había sido capaz de superar tal barrera.

—¿Por qué dices eso? ¿Cómo no vas a merecerlo? 

—Tú lo sabes Zenda, tenemos una relación extraña, ¿Cierto? La siento desbalanceada, ya que a pesar de que soy un desastre, siempre estás ahí para mí, me cuidas y proteges de mí mismo, de aquellos problemas que tuve, o que tengo, en mis peores momentos, cuando no es igual para mí, cuando yo no veo lo que tú ves... Es una ironía... Es una gran ironía, pero... Ahora tú me dices que me amas, ¿Y yo qué puedo pensar?

—Vlas. —Ella bajó su mirada, con una sonrisa esbozándose en su rostro, casi cerca de la risa. Y chistó ligeramente—. Está bien así, tú haces tú parte y yo la mía... Así ha sido hasta ahora, así ha sido siempre, y nos ha salido bien, ¿No es así? No sé por qué te sientes así, no sé cuándo nació ese sentimiento, pero yo no lo veo de esa manera, y tampoco veo que no te merezcas que te ame, Vlas... Mis sentimientos los considero bajo mi propia resolución, y si yo siento que debo amarte... Así será.

—¿O sea que me merezco tu amor?

—Así como yo me merezco el tuyo, porque es igual para ambos, no es un desbalance, Vlas... Es nuestra forma de relacionarnos, es nuestro amor, ¿Y tú lo quieres así, cierto? Si tú me amas, y yo te amo ¿Por qué cambiarlo?

—Tienes razón, es un sin sentido sobrepensar la situación... Sólo hablo de merecimiento, Zenda... Sólo quiero que lo nuestro sea mutuo, no quiero cargarte toda mi responsabilidad afectiva a ti, no quiero que te hagas cargo de mis problemas, ni de mis sentimientos... No quiero que sufras por mi culpa. 

—Mírame. —Ella alzó el rostro de Vlas, sus cálidas manos se posaron en sus mejillas, y el azul de sus ojos, como el mar, profundizó su alma—. Vlas Windsor... Eres increíble. —Sonrió.

—¿Por qué lo dices? —preguntó él.

—Por muchas cosas, Vlas, porque amar no se reduce a un sentimiento, y creo que eso es algo que sabes bien, ¿Verdad? Tu explicación sobre el amor también es algo que meditaste, mucho... Porque no me lo dijiste abruptamente, esperaste mi propia consideración.

Él no dijo nada. Sólo la miró a los ojos y alzó su mano hasta tocar su mejilla. Al llegar a ella, la acarició con suavidad

—Es que, no me gusta dejarte en una encrucijada clamando respuesta inmediata a mis sentimientos... Puedo esperar, lo he hecho diez años, podría hacerlo mil más... Sólo quiero que al final, sin importar la explicación, sin importar tu respuesta, o mi merecimiento... Sin importar nada más que nuestros sentimientos... Quiero poder casarme contigo.

Creyó que podría hacerlo con atrevimiento, pero no fue así, rápidamente su rostro se puso rojo y bajó la mirada, ni siquiera pudo ver la reacción de Zenda.

—¿Qué sucede contigo Vlas? De la nada te has vuelto muy sentimental —dijo Zenda, su tono fue risueño, ciertamente enredada, seguía sin procesar la declaración de Vlas.

—Es extraño que lo digas, ya que contigo es con la única persona que soy así—respondió aún avergonzado. Apenas pudo alzar un poco su mirada.

—Sí, eso lo sé, es que, me dijiste que me amabas, pero hay una gran diferencia entre declarar tus sentimientos abiertamente a pedirme matrimonio... Aunque, si me pongo a pensarlo más profundamente, ¿A qué viene esto? —pregunto acercándose. Su voz sugerente puso nervioso a Vlas.

—No me hagas esto, sabes como soy —dijo Vlas, bajando la mirada otra vez. Zenda hizo caso omiso a su pedido, siguió con su rostro a centímetros del suyo—. ¿Sabes a que viene esto? —preguntó, sabía que ella no iba a ceder hasta obtener respuesta. Y tenía razón, porque asintió al escuchar esa pregunta—. Quiero estar contigo el resto de nuestras vidas, Zenda... Y quiero poder hacerte feliz, ya que si tú eres feliz, yo también lo seré... ¿Qué más que eso?

Vlas sintió la mano de Zenda apoyarse en su barbilla, y con un sutil movimiento esta alzó su rostro de nuevo. Quedó enfrentando a esos grandes ojos azules, que parecían un cielo despejado, eternos, podías perderte en su mirada y jamás volver a la realidad. Lo miraban con intrepidez, seguros y orgullosos. 

—Vlas... Eres demasiado lindo diciendo esas cosas. —Su todavía firme mirada se vio acompañada por una sonrisa—. El pequeño Windsor quiere casarse conmigo... Vaya, creí que jamás me darías el honor —soltó, con una suave risa—. Ven, acércate, quiero decirte un secreto. —Acercó más su rostro al de Vlas, y sus labios se colaron por su izquierda, hasta quedar cerca de su oreja... Y susurró en su oído—: Yo también quiero casarme contigo, Vlas Windsor.

—Zenda... —A Vlas se le escapó su nombre, con su corazón latiendo a mil.

—Espera —ella lo interrumpió, colocando su dedo sobre sus finos labios—. ¿Prometes no romperme el corazón? —Lo miró con más intensidad al hacer esa pregunta.

—¿Romperte el corazón? —preguntó Vlas, mirándola con su mirada tan difusa como perdida, sin una respuesta clara. En ese momento, sólo era confusión lo que lo irrumpía.

—Quieres casarte conmigo, ¿Cierto? Yo también quiero casarme contigo... Pero sólo quiero que cumplas una condición para que ese deseo se haga realidad, Vlas... Quiero que no me hagas sufrir... Por eso repito mi pregunta, ¿Prometes no romperme el corazón?

Ella se veía demasiado decidida y sus ojos reflejaban el fuego de su alma, ella quería estar él, no podía ocultarlo, pero al mismo tiempo tenía miedo de salir lastimada, no podría aguantarlo.

Ella conocía muy bien a Vlas, sabía que él sería incapaz de hacerle de algo así, sabía que era la persona más pura que conocía, sabía lo mucho que él había sufrido y obviamente jamás le haría algo así a otra persona. Pero ese era su mayor miedo, hacerla sufrir no siempre significaría que tuviera que ver con situaciones donde Vlas fuera malo, o cruel, o donde la lastimara. Hacerla sufrir también significaba no dejarla sola, permitir ayudarlo con sus problemas, permitirle hacerlo feliz. Hacerla sufrir significaba que Vlas también sufriera... Ella sabía lo dañado que él estaba, conocía sus heridas, sus inseguridades, sus mayores miedos, pero jamás permitió que él se dejara llevar por estos, no podía verlo en ese estado, la destrozaba. Quizás era muy exigente, quizás cada persona podía hacerse cargo de sus problemas, quizás el mundo otorgaba tal sufrimiento para lograr conocer el valor y poder aprender mediante las malas experiencias. Pero la unión que ella tenía con Vlas era tan grande que todo lo que le afectara a él también le afectaría a ella... Por eso, e irónicamente pensando lo mismo que él... Si Vlas era feliz, ella también lo sería a su lado. 

—Vamos linda... Por favor, tú sabes que jamás te haría sufrir, jamás te rompería el corazón, jamás te mentiría ni te ocultaría cosas, jamás haría nada que pudiera lastimarte... Y ahora que ya dejamos muchas cosas en claro puedo decir que te amo demasiado como para actuar de esa forma contigo, eres lo más importante que tengo en mi vida... Ese brazalete refleja muy bien lo que siento por ti y lo que es nuestra relación... No tengas miedo de sufrir a mi lado, yo no me lo permitiría nunca, traicionaría mis principios y todo lo que significas para mí... Tú a mi lado siempre serás feliz... De eso no hay dudas... Nunca las habrá —respondió Vlas, apoyando su frente en la de ella.

Mirando sus ojos notó lo brillante que estos estaban, y vio una lágrima caer por su mejilla, pero no era tristeza... Él pudo asegurar que con esa mirada ella no demostraba nada más que felicidad.

—¿Entonces? —preguntó Zenda, con una sonrisa de par en par.

¿Cómo no merecer su amor?

—Sí linda... Prometo no romperte el corazón.

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