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Capítulo 5: La ofrenda de valor puro

Con el diario de Thomas Grayson en mano, el grupo de amigos se reunió en el faro para descifrar el significado del ritual y planificar sus próximos pasos. La noche estaba en su punto más oscuro y el sonido del oleaje contra los acantilados proporcionaba un telón de fondo ominoso a su reunión.

—La ofrenda de valor puro —leyó Alex en voz alta, repasando nuevamente las palabras del diario—. ¿Qué puede significar eso?

—Debe ser algo relacionado con la valentía —dijo Lily, pensativa—. Pero, ¿cómo encontramos algo así? No es como si pudiéramos ir a una tienda y comprarlo.

—Quizás se refiere a un acto de valentía —sugirió Tom—. Algo que demuestre coraje verdadero.

—¿Y la luz de una estrella? —preguntó Jamie—. ¿Cómo se supone que obtendremos eso?

El grupo cayó en un silencio reflexivo. La respuesta a sus preguntas parecía tan lejana y esotérica como la propia entidad que estaban tratando de contener. De repente, Alex recordó algo que su padre le había contado cuando era niño.

—Mi papá me habló una vez sobre un viejo faro en las afueras del pueblo —dijo Alex—. Se supone que su luz es tan brillante que se puede ver desde kilómetros de distancia. Siempre decía que era como una estrella en la tierra.

—Eso podría funcionar —dijo Lily, esperanzada—. Pero primero, necesitamos la ofrenda de valor puro.

—Yo creo que tengo una idea —dijo Jamie, levantándose—. Emily siempre ha sido valiente, ¿verdad? Y si algo le ha pasado, debemos demostrar que estamos dispuestos a hacer cualquier cosa para salvarla.

Los amigos asintieron, reconociendo la lógica en las palabras de Jamie. Decidieron que cada uno de ellos debía enfrentar su mayor miedo para crear la ofrenda. Juntos, podrían demostrar el coraje necesario.

Se dirigieron al lugar más temido del pueblo: el cementerio viejo, donde se decía que los espíritus inquietos vagaban en busca de descanso. La luna llena iluminaba las lápidas y mausoleos con una luz fantasmal. Mientras se adentraban en el cementerio, cada uno comenzó a revelar su mayor temor.

—Siempre he tenido miedo a la oscuridad total —confesó Tom, encendiendo una linterna mientras miraba alrededor con nerviosismo.

—Mi mayor miedo es quedarme sola —dijo Lily, con voz temblorosa—. Perder a todos los que amo.

—Yo temo a las alturas —dijo Jamie, mirando hacia una colina empinada dentro del cementerio.

—Y yo siempre he temido no ser lo suficientemente fuerte para proteger a los que me importan —admitió Alex, sintiendo el peso de sus palabras.

Se acercaron a una antigua cripta que se encontraba en el centro del cementerio. Era un lugar que evitaban incluso durante el día, pero ahora, bajo la luz de la luna, parecía aún más siniestro. La entrada estaba entreabierta, y una oscuridad profunda y tangible emanaba de su interior.

—Este es el lugar —dijo Alex—. Si vamos a demostrar nuestra valentía, debe ser aquí.

Tom fue el primero en entrar, apagando su linterna para enfrentarse a la oscuridad total. Los demás lo siguieron, cada uno enfrentando su propio miedo en silencio. Una vez dentro, se tomaron de las manos, creando un círculo de apoyo y fuerza.

—Juntos —dijo Alex, con voz firme—. Podemos hacerlo juntos.

En ese momento, una luz suave comenzó a emanar del centro del círculo. No era de ninguna linterna ni vela, sino una luz que parecía surgir de ellos mismos, de su valentía y unidad. La luz creció, iluminando la cripta y disipando la oscuridad. Los murmullos y susurros que habían oído antes se desvanecieron, reemplazados por un silencio pacífico.

—Lo hicimos —susurró Lily, maravillada por la luz que habían creado.

—Esta es la ofrenda de valor puro —dijo Jamie, sonriendo con alivio.

Con la ofrenda en su poder, el grupo salió de la cripta, sintiéndose más unidos y fortalecidos que nunca. Se dirigieron al viejo faro, que se erguía en un acantilado al borde del pueblo, su luz brillando intensamente en la distancia. Era un lugar que había guiado a los marineros a salvo durante siglos, y ahora sería la clave para salvar a Emily y a Havenbrook.

Al llegar al faro, subieron la empinada escalera de caracol hasta la cima, donde la poderosa linterna giraba lentamente. La luz era cegadora, casi como mirar directamente a una estrella.

—La luz de una estrella —murmuró Alex, acercándose a la linterna—. Debemos combinarla con nuestra ofrenda.

Juntos, colocaron la luz que habían creado en el centro del haz del faro. La combinación de las dos luces creó un resplandor aún más intenso, una luz pura que parecía penetrar la noche misma. En ese momento, sintieron que la Sombra del Abismo había sido contenida, al menos por ahora.

—Esto debería mantenerlo sellado —dijo Tom, mirando la luz con reverencia—. Pero tenemos que asegurarnos de que Emily esté a salvo.

La luz del faro y su ofrenda de valor puro les había dado una oportunidad. Ahora, debían regresar a la cueva y enfrentar a la Sombra del Abismo una vez más, esta vez con la esperanza y el coraje necesarios para derrotarla definitivamente.

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