"Ding Dong".
Un timbre resonó en cuanto Josephine presionó un botón. Después de unos minutos en la entrada, Gloriana bajó del carruaje y los guardias que custodiaban la mansión se sorprendieron al verla. Rápidamente abrieron los portones dorados y pasamos por el gran jardín, donde numerosos sirvientes trabajaban en la propiedad del Duque.
Flores, plantas y fuentes decoraban el lugar. Ahora estábamos frente a las imponentes puertas de la mansión cuando...
"Crujido".
Las puertas se abrieron revelando un grupo de mujeres vestidas con faldas blancas y negras, blusas blancas sencillas y delantales blancos, un atuendo de sirvienta elegante pero llamativo.
"¿Por qué?... ¿por qué llevan las faldas tan cortas?", pensé.
Las faldas de las sirvientas eran tan cortas que apenas dejaban ver la ropa interior.
Sentí una mirada escalofriante cuando observé las faldas de las sirvientas. Miré a mi alrededor y noté que Gloriana y Luna me observaban con severidad, como si sus ojos penetraran en mi ser con solo una mirada.
Con ambas manos hice un gesto de negación, insinuando que no estaba viendo lo que ellas podrían pensar.
Por supuesto, no soy uno de esos pervertidos que miran partes íntimas de las mujeres como las piernas o el pecho. No soy ese tipo de hombre, pero verlas a ellas pensando mal...
"Suspiré".
Frente a mí se encontraban dos escaleras a cada lado, un candelabro de vidrio en el techo y un techo tapizado de blanco. El suelo de mármol brillaba bajo las luces, con cuadros y muebles lujosos típicos de una mansión noble y rica.
"Tap" "tap".
Se escucharon pasos desde la parte superior de las escaleras. Miré hacia arriba y vi al final de las escaleras a un hombre corpulento con barba, vestido con ropa noble pero sin chaqueta, y unas zapatillas negras que hacían juego con su atuendo. Bajó rápidamente las escaleras y se inclinó ante Gloriana.
"Su alteza, es un honor que visite mi mansión con comodidad", dijo el hombre, con una mano sobre el pecho mientras se inclinaba.
Miré a Gloriana y noté que su expresión se volvía seria, su voz adquirió un tono más confiado y autoritario.
"Muchas gracias, Duque Edmund Blackwood, por permitirnos pasar la noche en su hogar."
"Es un gran honor para mí que la princesa del continente visite mi hogar", respondió el hombre gordo llamado Edmund.
Edmund habló con elegancia, al igual que Gloriana, pero mi rostro reflejaba sorpresa. Gloriana era diferente cuando hablaba conmigo, lo cual podría ser una de las razones por las cuales Josephine, el caballero que nos trajo, me miraba con desprecio y enojo. Según la información del libro de historia que leí, en la nobleza existen rangos, aunque no especificaba qué tan alto era cada uno.
Edmund miró a su alrededor, observando a cada persona presente. Cuando vio a Luna, habló:
"Vaya, también está aquí la próxima matriarca de la familia Hazard," dijo Edmund, inclinándose de nuevo como antes.
"Descuide, señor Edmund, agradezco que nos permita quedarnos una noche en su hogar," respondió Luna, aunque su rostro no mostraba que estuviera contenta de que Edmund le hablara.
"...,"
Ella también cambió su expresión y tono de voz, mostrando una personalidad diferente a la habitual y a la que yo conocía.
Edmund volvió a observar a otras personas y sus ojos se posaron en mí. Analizó mi ropa y mi postura, parecía determinar si me dirigía a un noble o no. Cuando terminó de observarme, su rostro cambió a uno de indiferencia.
"¿Qué hace un plebeyo aquí?" preguntó.
"Él... es..." Josephine no terminó de hablar cuando Gloriana intervino.
"Él viene conmigo. Si tienes algún problema con él, dímelo a mí," dijo.
"D-descuide, princesa. No se preocupe, no molestaré a este chico."
Me miró, pero su expresión de indiferencia persistió.
"¿Cómo te llamas?"
"...,"
Mi rostro no mostraba emociones. En ese momento, tenía la misma expresión que en mi vida pasada: fría, mirando a las personas con indiferencia sin que su arrogancia me perturbara.
Una vena se marcó en el rostro de Edmund cuando finalmente hablé.
"Soy Asher Frostblade," dije, esta vez inclinándome como él lo había hecho con Gloriana y Luna.
Levanté la mirada y vi sorpresa en sus ojos. Por su expresión, parecía estar pensando "¿De verdad es un plebeyo y no un noble?" Con solo ver un poco de su rostro, supe lo que pensaba. Luego volví a mi postura normal y miré hacia otro lado. Mi mirada se cruzó con la de Luna y Gloriana, quienes tenían la misma expresión que Edmund en ese momento.
"¿Por qué me miran así? ¿Qué tiene de extraño hacer una reverencia a una persona? Incluso es considerado educado en mi vida pasada. Aunque fui entrenado para el asesinato, también recibí instrucción en modales durante mucho tiempo en mi vida anterior."
"Porque mostraste modales incluso mejores que los de la realeza," dijo Encrid.
"...,"
Pero lo que hice fue prácticamente lo mismo que Edmund, con el mismo tono de voz y movimiento corporal, tanto en detalles como en postura. Fue como una copia, así que mis modales parecían aún mejores, como si los hubiera perfeccionado más allá incluso de los de la realeza.
"De verdad, no sabía nada de eso..."
"Bueno, no importa," respondió Encrid.
"Suspiro".
Edmund dejó su sorpresa de lado y volvió su mirada hacia Gloriana.
"Princesa, ¿quiere que le muestre su habitación?"
"Gracias," respondió simplemente.
***
—Cambio de escena.
Edmund nos mostró las habitaciones asignadas a cada persona. Primero fueron las de Gloriana y Luna, luego siguió con Josephine, quien parece ser un noble que trabaja como caballero para el rey y la reina. Edmund fue muy amable con él, pero cuando llegó mi turno, todo fue diferente.
"¿Qué tipo de habitación es esta? Incluso las habitaciones de los esclavos son mejores."
Estaba en una habitación sucia, con telarañas por todas partes, una cama con bultos en el colchón. Cada rincón estaba sucio y apenas había luz. Quería quejarme, pero sería mejor no hacerlo. Después de todo, para los nobles, los plebeyos son considerados sucios, hambrientos y vagabundos. Era mejor no hacer un enemigo por algo tan absurdo y permitir que Gloriana hiciera algún movimiento innecesario por mí.
Al final, eso fue todo lo que obtuve. Solo permanecí una noche, ya que al día siguiente iríamos a la ciudad imperial, Mengrana, donde reside la familia real.
Me sentía muy incómodo. Era posible que tuviera que hablar con el rey y la reina. Es una situación incómoda y, además, vengo de otro mundo que es completamente diferente a este, especialmente en cuanto a las costumbres, similares a la Edad Medieval.
"Genial, vamos a verlos."
"Sí, pero dicen que es un plebeyo."
Al escuchar voces provenientes del exterior de la mansión, me acerqué a la ventana de la habitación sucia. Eran dos mujeres, pero por su atuendo definitivamente no eran sirvientas. No llevaban el típico traje de sirvienta que todas las mujeres en esa mansión usaban, sino que vestían vestidos elegantes idénticos. Al observar mejor sus rostros...
"Eran gemelas." pensé cuando ví sus rostros iguales.
Ambas tenían el cabello amarillo y negro respectivamente. Era extraño ver gemelas con colores de cabello tan distintos, pero supuse que quizás era normal en este mundo. Aunque no estaba seguro de la genética de los gemelos y si podían tener diferentes colores de cabello.
"Suspiro".
"El señor Edmund realmente detesta a los plebeyos, ¿verdad?", preguntó la mujer de cabello negro.
"Así es, pero mejor no hablemos de eso. Alguien podría escucharnos y la princesa está aquí," respondió la de cabello amarillo.
Solo con su tono de voz era obvio que eran nobles.
¿Por qué los plebeyos eran tan odiados? Si se les diera una oportunidad, las cosas podrían ser diferentes. Pero ¿qué llevaba a los nobles a pensar de esa manera sobre los plebeyos? Se suponía que los nobles eran educados, pero en realidad eran muy mal educados con respecto a los plebeyos. ¿Había alguna historia detrás de ese odio que los nobles sentían hacia los plebeyos?
Estaba molesto. Más que molesto, era indignante cómo menospreciaban a los plebeyos.
"¿Por qué estás así, muchacho?", preguntó Encrid.
"N-no es nada. Pero ¿tú sabes por qué los nobles odian tanto a los plebeyos?"
"..."
Su silencio me intrigó. ¿Estaba ocultando algo o simplemente no quería hablar del tema?
"No vas a responderme, ¿verdad?"
"..."
"Muchacho, te diré todo lo que sé una vez que te conviertas en un noveno círculo. Necesitas fuerza, pero aún no la tienes. La historia entre nobles y plebeyos es...
Hizo una pausa y no continuó hablando. ¿Qué pasa con esta relación entre los nobles y los plebeyos? Hay algo que no sé, pero no puedo saber más en este momento.
Pero ¿por qué un noveno círculo? ¿Qué tiene que ver con las relaciones entre nobles y plebeyos? ¿Acaso hay algo que Encrid podría decirme solo porque soy débil? Pero ¿quién sabe si Encrid me dirá algo sobre esa relación? Entonces, ¿cuál es el problema? No veo ningún sentido.
"Suspiré."
Me tumbé en la cama y el polvo se levantó bruscamente.
"Tos" "tos."
El silencio en esta habitación se sentía como en mi vida pasada: un lugar vacío sin nada... Un silencio abrumador que no me gustaba para nada.
Rápidamente me levanté y salí por la puerta, caminé por un pasillo muy adornado con muebles y retratos. En el techo había un tipo de candelabro más pequeño, pero seguían siendo candelabros. Miré a mi derecha hacia las ventanas que dejaban pasar la luz del sol.
Quería un lugar más tranquilo, uno donde no se sintiera ese tipo de silencio. Quizás una biblioteca sería mejor, aunque hubiera silencio, no sería el mismo que en esa habitación que me traía recuerdos de mi vida pasada.
Giré a la izquierda y al final había una gran puerta: la biblioteca.
"Crujido."
Abrí la puerta sin que nadie me viera, pero...
"Asher, ¿qué haces aquí?"
Fue Luna quien me habló. Ella estaba detrás de mí justo antes de que pudiera entrar a la biblioteca. Quería saber algunas cosas más sobre la historia del continente Agrona y algo de magia, si podía encontrar un libro, pero Luna apareció repentinamente.
"Iba a entrar a leer algunos libros."
"No debes entrar así sin más. Los duques son muy respetados y a veces guardan secretos en sus bibliotecas, así que no entres," dijo Luna.
"Suspiré".
Mi plan se había arruinado, pero ¿qué podía hacer? Al pensarlo bien, Luna tenía razón. Estaba intentando entrar en la propiedad de otra persona sin su permiso.
"¡Mierda, por qué no lo pensé antes de venir aquí!", pensé.
"Y tú, ¿qué venías a hacer?", pregunté.
"Eh... Bueno, estaba aburrida y quería dar un paseo... ¿Quieres que vayamos a ver los alrededores?", propuso Luna.
"Claro, ¿por qué no? También estaba aburrido y por eso vine a la biblioteca."
***
—Cambio de escena.
En una habitación decorada con muebles muy lujosos y un escritorio junto a un asiento rojo, estaba sentado Edmund. Estaba escribiendo algo en una carta.
"Malditos plebeyos."
Solamente dijo eso mientras su rostro estaba enrojecido de ira, con venas visibles en toda su cara. Estaba completamente furioso mientras escribía rápidamente en una carta blanca con tinta negra. Parecía que quería terminar lo más rápido posible y enviarla a alguien.
"¿Por qué la princesa Gloriana trajo a un plebeyo? No es posible que la familia real caiga tan bajo como para estar con un plebeyo", pensó Edmund una vez que terminó de escribir.
"Esto será ridículo, pero debo hacerlo", murmuró.
"Mañana será tu último día, maldito plebeyo."
Con esas palabras, Edmund tenía algo en mente, pero ¿por qué parecía tan preocupado? Su rostro sudaba intensamente y sus manos temblaban con fuerza.
"Maldición, espero que no resulte muerto por esto, pero..." No pudo terminar la frase cuando un sonido sordo resonó desde la puerta de la habitación.
"Señor Edmund, el... el plebeyo está con la señorita Luna. Los dos están dando vueltas por el jardín."
La mujer de cabello amarillo habló con firmeza, mientras que la de cabello negro que estaba detrás de ella también intervino.
"Así es, mi señor. Debe hacer algo al respecto."
Edmund se enfureció aún más, empujando y tirando todo lo que había sobre su escritorio. Estaba tan enojado que su rostro se llenó de venas y sus ojos casi se tornaron rojos por la rabia palpable en su interior.
"Maldito plebeyo... Iré rápidamente a tratar de apartar a esa escoria de la señorita Luna. No puedo permitir que la próxima patriarca de la familia Hazard esté junto a un plebeyo."
Edmund salió precipitadamente de la habitación, lleno de ira. Pero, ¿por qué estaba tan enojado? Definitivamente, Edmund odiaba demasiado a los plebeyos, en este caso, a Asher…