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No está bien

—¡Señor! ¿Señor?! ¿Está bien? —Beatriz se sonrojó cuando escuchó la voz y abrió los ojos.

Damien se alejó de ella y ella apartó la mirada esperando que la tierra la tragara en ese momento.

Damien abrió la puerta y Beatriz lo observó mientras él se encontraba cara a cara con la azafata antes de hacerle saber que todo estaba bien.

Ella miró por encima de su hombro y la azafata la miró con una cara de suficiencia que la desconcertó, antes de que bajara la cabeza y retrocediera.

—¿Estás bien, Beatriz?

Beatriz se enderezó apartándose de la pared.

Se mordió los labios y pasó sus dedos entre su cabello mientras Damien evitaba mirarla a los ojos.

Él se paró de lado y a la defensiva, extendiendo un brazo hacia ella, como si no estuviera seguro de qué hacer con él.

—S-sí —estoy bien —dijo y forzó una sonrisa a pesar de que por dentro estaba gritando.

—Entonces yo... ehhh... te daré un momento —Damien asintió y se metió las manos en los bolsillos.

Beatriz quería gritarle que no necesitaba un momento. Necesitaba que él continuara de donde lo había dejado.

Él salió y cerró la puerta detrás de sí. Ella respiró hondo para calmarse antes de seguirlo.

Tenía el ceño fruncido mientras hablaba con un hombre en la cabina de pilotos. Al parecer estaban discutiendo lo que había sucedido.

Damien se giró para encontrarla parada detrás de él. Sus ojos se encontraron momentáneamente con los de ella a través del pasillo mientras él se paraba enérgico, exigente y sacudido, hasta que la azafata cuyo nombre no se molestó en recordar se infiltró en el espacio entre ellos bloqueando su vista.

—¿Puedo ayudarla a volver a su asiento, Señora?

Beatriz le dedicó una pequeña sonrisa antes de apartar un mechón de cabello detrás de su oreja y negar con la cabeza.

Ella le devolvió a Beatriz una sonrisa cálida y sus ojos se desviaron hacia sus pechos mientras se mordía juguetonamente el labio inferior debajo de sus dientes.

Beatriz levantó las cejas. No pudo evitar preguntarse si se sentía atraída por las mujeres antes de apartarse del camino.

Beatriz se dirigió de vuelta a su asiento y poco después Damien se unió a ella.

—¿Te gustaría comer algo? —preguntó mientras se sentaba a su lado.

Beatriz encontró sus ojos y juraría que vio temblar su boca antes de que su lengua se deslizara sobre su labio inferior.

Su corazón revoloteó en su pecho y ella se inquietó antes de asentir con la cabeza.

Damien llamó a la guapa azafata.

—¿Eres alérgica a algo? —preguntó Damien suavemente antes de hacer el pedido.

—No —respondió Beatriz suavemente.

—¿Qué crees que deberíamos haber hecho?

Beatriz abrió los ojos con sorpresa y señaló su propio pecho, —¿Y-yo? No se esperaba que él la dejara decidir la comida.

—Ehmm... vamos a pedir unos bocadillos de langosta, papas con trufa, cigalas francesas y vieiras con sabayón de champán, carpaccio de solomillo de res, trufas negras de Périgord, mini baguettes y rosetas de mantequilla —ella le respondió con coquetería.

Damien la miró con la más mínima pizca de sonrisa en los labios antes de asentir brevemente y dirigirse a la azafata.

—Queremos justo eso Abigail, gracias.

Abigail, así que ese era el nombre de la azafata.

—Enseguida, señor —Abigail se alejó pero no sin antes sonreírle a Beatriz otra vez.

Beatriz lo observó sacar su teléfono del bolsillo. Su boca se estiró en una línea dura. Lo que sea que estuviese en su teléfono no lo complacía y se notaba.

Sus cejas estaban fruncidas en concentración y a Beatriz le costaba apartar la vista.

Él se veía tan bien que todo en lo que podía pensar era por qué diablos no la había besado antes.

Él quería besarla, ¿verdad? ¿O había interpretado mal la situación?

¿Simplemente había estado tratando de asegurarse de que ella estuviera bien? ¿Se lo había imaginado todo?

No, la mirada en sus ojos, la sensación de sus manos... la tensión que se había producido entre ellos era más que una simple preocupación por su seguridad.

Ella giró la cabeza y miró hacia fuera a través del parabrisas, demasiado desconcertada por lo que acababa de suceder como para intentar una conversación.

Los nervios que se abrían camino desde su pecho hasta su garganta no ayudaban. Supuso que era por cómo su olor impregnaba todo a su alrededor y el hecho de que él estaba justo a su lado.

—¿Estás bien? —Damien preguntó en voz baja, sus ojos ámbar enfocándola con un ligero ceño.

Beatriz mordió el interior de su mejilla antes de inclinar lentamente la cabeza para mirarlo.

—Estoy bien.

Aunque estaba muy lejos de estar bien.

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