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Capítulo 2: La Estatua de los Ocho Anillos

Al alba, Xue Sha se levantaba con la primera luz que se colaba por la ventana, tiñendo la habitación con tonos dorados y púrpuras. El aire fresco de la mañana traía consigo el canto de los pájaros y el susurro de las hojas, un suave concierto que marcaba el inicio de un nuevo día. Deslizándose fuera de la cama con la gracia de quien ha repetido el mismo ritual durante años, devolvía las sábanas a su lugar, dejando la cama impecable, un reflejo de la disciplina que marcaba su vida.

Cruzó la habitación y abrió la puerta, sus pasos ligeros descendían por las escaleras, resonando en el silencio de la madrugada. 'Seis años en este mundo y hoy es el día crucial para despertar mi espíritu marcial,' pensaba, 'espero contar con algo de poder de alma innato.'

La ausencia del jefe de la aldea llenaba la estancia de una calma peculiar. La mesa le presentaba un desayuno preparado y una carta que leía: 'Xiao Xue, aquí tienes el desayuno. He ido a avisar a los demás que hoy vienen del Palacio del Alma para el despertar del espíritu marcial.'

Después de la lectura, se dirigía al baño. La bañera lo acogía, y mientras el agua tibia acariciaba su piel, pensaba en la suerte que había corrido al ser encontrado por el viejo. 'Si no fuera por él, estaría calentando agua y bañándome con un balde,' reflexionaba con gratitud.

Se secaba el pelo con una toalla, frotando suavemente para no dañar los mechones. Luego, con el cepillo de dientes en mano, se dedicaba a la higiene bucal, enjuagándose varias veces y escupiendo el agua con meticulosidad. Colocaba el cepillo de dientes en su lugar y se secaba la boca con una toalla que descansaba al lado, para luego dejarla cuidadosamente en su sitio.

Frente al espejo, tomaba el peine y comenzaba a desenredar su cabello. Se encontraba con nudos que se resistían y tiraban, provocando pequeños pinchazos de dolor, una sensación que le recordaba que, a pesar de todo, había detalles mundanos que mantenían su vida anclada a la realidad. Una vez su cabello quedaba libre de enredos, dejaba caer los mechones sueltos y volvía a colocar el peine en su lugar.

Con el cabello aún húmedo y la bata envolviéndolo, salía del baño y subía las escaleras, cada paso lo acercaba más al momento que podría cambiar su destino para siempre.

Al entrar en su habitación, Xue Sha dejaba atrás la frescura del amanecer y la serenidad del baño matutino. Con un gesto práctico, se despojaba de la bata y la pasaba por su cuerpo, secando las últimas gotas de agua que perlaban su piel. Una vez seco, se dirigía hacia el armario, sus manos se deslizaban sobre la madera pulida hasta encontrar los pestillos que lo mantenían cerrado.

Con un suave clic, el armario se abría revelando una selección de ropas que evocaban la elegancia y sobriedad de la cultura china. Sus dedos seleccionaban una indumentaria de color negro, tejidos que combinaban la funcionalidad con la estética tradicional. Se vestía con un conjunto que consistía en un changshan, una túnica larga y ceñida, complementada con pantalones holgados que permitían una amplia libertad de movimiento. La tela, suave al tacto pero resistente, estaba adornada con sutiles bordados que capturaban la luz con cada movimiento.

Una vez vestido, tomaba la bata y salía de la habitación, sus pasos resonaban con firmeza mientras bajaba las escaleras y entraba de nuevo al baño. Colocaba la bata en su lugar habitual, un gancho al lado de la puerta, y salía cerrándola tras de sí con cuidado.

Se acercaba a la mesa donde el desayuno le esperaba, un modesto pero nutritivo comienzo para un día que prometía ser trascendental. Tomaba asiento, permitiéndose unos momentos de calma para saborear los alimentos que le proporcionarían la energía necesaria para enfrentar los retos que le aguardaban.

Justo cuando Xue Sha terminaba su desayuno, la puerta se abría con un estrépito y el jefe de la aldea aparecía en el umbral. Sus ojos se posaban en Xue Sha y, con una mezcla de sorpresa y reprimenda, exclamaba: "¡Pero dónde vas con esa ropa, eso es para cuando te cases!"

Xue Sha, sorprendido por la repentina entrada y las palabras del jefe, se atragantaba con el último bocado. Tosiendo ligeramente, alcanzaba rápidamente el vaso de agua y bebía con ansias, sintiendo el líquido aliviar su garganta. Con un suspiro de alivio, miraba al jefe de la aldea y respondía con una sonrisa torcida: "Viejo, esta es la ropa más formal que tengo. Si quieres, voy en pijama. Además, es solo una ropa que voy a usar durante 3 o 4 horas como mucho. Y viejo, piensa, ahora tengo 6 años. ¡Cuando me case, digamos con 18 años, esta bien si esta ropa me sirve para taparme un brazo!"

El jefe de la aldea, sin poder evitar una sonrisa ante la lógica de Xue Sha, asentía con la cabeza y decía: "Mientras iba llamando a los niños, han llegado los del Salón del Alma. Les he dicho que se esperen en el Salón del Despertar Espiritual."

Xue Sha asentía y, sin perder un segundo, comenzaba a comer con rapidez lo que le quedaba en el plato. Con cada bocado, su determinación crecía, sabiendo que el momento que tanto había esperado estaba a punto de llegar. Tras terminar su desayuno y beber el resto del agua, se levantaba de la mesa y miraba al jefe de la aldea con ojos brillantes de emoción.

"Vamos, ya estoy listo," decía Xue Sha, su voz firme y llena de expectativa.

Ambos salían de la casa, cerrando la puerta tras ellos. El sol ya alto en el cielo bañaba la aldea con su luz, y el camino hacia el Salón del Despertar Espiritual se desplegaba ante Xue Sha, un camino que daría el primer paso hacia su destino.

Sin embargo, antes de que pudiera dar un paso hacia el Salon del Despertar Espiritual, el jefe de la aldea lo detuvo con una mano en su hombro y dijo, "Por ahí no, vamos primero hacia la estatua; es ahí donde nos esperan los demás niños."

Juntos, caminaron hacia la imponente estatua en el centro de la aldea. La figura de piedra de un hombre de unos 50 años, con las manos en la espalda, una mano agarrando la muñeca de la otra, miraba hacia donde se ponía el sol. A sus pies, ocho anillos adornaban la base: dos amarillos, dos morados y cuatro negros.

Unos 30 niños se agrupaban alrededor de la estatua, murmurando con anticipación. Al ver llegar al jefe de la aldea y a Xue Sha, todos los rostros se giraron hacia ellos. El jefe le indicó a Xue Sha que se uniera a los niños, y él obedeció, acercándose a un grupo de cinco o seis que lo saludaron con un respetuoso "jefe" al acercarse.

Mientras el jefe de la aldea tomaba su lugar frente a la estatua, uno de los niños le preguntó a Xue Sha, "Jefe, ¿qué crees que nos dirá?"

Xue Sha, con un destello de humor en sus ojos, respondió con sarcasmo, "Estamos delante de una estatua, supongo que va a hablar de cómo se reproducen los cerdos." El niño, confundido pero luego sonriendo con vergüenza, se rascó la parte trasera de la cabeza.

El jefe de la aldea tosió para llamar la atención y todos se quedaron en silencio. "No sé si sabéis quién es el de la estatua," comenzó, "para los que no lo sabéis, es un contra que salió de nuestra aldea. Nació hace ya casi 100 años. A los 6 años, en el despertar, tuvo poder de alma innato de nivel 7. Llegó a contra a los 50 años; esta es su estatua de ese entonces. Los ocho anillos representan la configuración normal de un maestro de alma: dos amarillos, dos morados y cuatro negros. Pero lamentablemente, después de eso no se le ha vuelto a ver. Nuestra aldea lleva el nombre de Ba Hun Zhuang, que significa Aldea de las Ocho Almas, en honor a él."

Los niños escuchaban con asombro, algunos con los ojos brillantes de admiración, otros con la firme determinación de seguir los pasos del Contra.

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