Sus palabras me producen un escalofrío. No me doy la vuelta y mantengo la mano en la barandilla, con un pie en el primer escalón.
—¿Es así? —pregunto. Pero no tiene oportunidad de responder porque oímos un fuerte y penetrante grito procedente del exterior. Me doy la vuelta y sigo rápidamente a Rick por la puerta. Me quieran o no, quiero saber qué está pasando. Cuando salgo veo una gran multitud reunida y él camina decidido hacia ella. Carl se acerca para colocarse a mi lado con una expresión desconsolada.
—¿Qué ha pasado? —pregunto.
—Uno de nuestros cachorros se ha caído de repente. No respira y no saben por qué —responde Carl con tristeza. Corro hacia la multitud y Rick está de pie junto a un niño de no más de cinco años. Le está haciendo respiración boca a boca e intentando reanimarlo, pero no parece funcionar.
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