"No sabes lo que me haces... María..."
La voz profunda le susurró al oído como seda que recorría su piel.
¿Cómo era posible que pudiera hacerla sentir tanto con sólo su voz? Quería sus labios humeantes y sus dedos sensuales sobre ella, cada bulto y cresta. Quería que le hicieran cosquillas su cálida y rápida respiración y los ásperos surcos de sus dedos.
Oh, Dios… ella lo deseaba tanto.
"Hazme el amor, Sarkon", escuchó su voz en un débil susurro. Casi no podía reconocerlo. ¿Qué tan descarada se volvió?
Una sonrisa se dibujó en sus labios mientras sus dedos se extendían sobre esos duros abdominales, sintiendo la tirantez de su piel clara y correosa, maravillándose de los músculos que se contraían bajo su tacto como burbujas que explotan de emoción.
"María, mi ángel..." su voz era tensa. "Eres tan delicada."
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