Una villa en algún lugar de Jiangnan.
Shen Bowen sostenía una copa de vino en su mano, de pie frente a la ventana de suelo a techo, perdido en sus pensamientos.
En ese momento, una mano delgada se extendió y se posó en el pecho de Shen Bowen, arreglándole la ropa.
—Bowen, pareces preocupado. ¿Qué sucede? —dijo ella.
Shen Bowen se bebió todo el vino de su copa, su mirada cayó en el árbol de arce fuera de la ventana y parecía un poco distraído. No respondió, pero la mujer obviamente notó un atisbo de luz fría en sus ojos.
—¿Estás preocupado por los problemas de tu hermano? —preguntó la mujer tentativamente.
Porque justo después de que Shen Hong llamó más temprano, la cara de Shen Bowen había cambiado, indicando que algo malo debió haber ocurrido.
—No, no es solo eso —dijo finalmente Shen Bowen, y su voz era profunda, inusualmente encantadora, como la de un hombre con una voz naturalmente baja.
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