La mujer que bajó del asiento del copiloto iba vestida con un atuendo deslumbrante, todo de marcas de diseñador.
En su mano llevaba un bolso LV, adornada de Chanel de pies a cabeza, engalanada con joyas brillantes.
Pero todo su brillo y glamour no podían ocultar la vulgaridad que desprendía.
En ese momento, al escuchar las palabras de Lin Dong, no pudo evitar reírse burlonamente:
—¿Quieres que pague? Tú, una persona que conduce un viejo Hongqi, chocas mi Ferrari y ¿aún piensas que yo debería pagar?
—¿Tú lo mereces? ¿Tu miserable Hongqi lo merece?
Sus palabras implicaban que quienquiera que tuviera el coche más caro tenía más derecho.
Lin Dong quedó sin palabras y dijo fríamente:
—Entonces, según tu lógica, si yo condujera un coche mejor que el tuyo, y te chocara, también tendrías que compensarme, ¿verdad?
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