—Una sonrisa tenue adornaba su rostro mientras murmuraba:
—¡Qué descarado!.
—Mi querida esposa, sé que me escuchaste. Vamos, abre la puerta. Te prometo que no haré nada... Confía en mí, ¿vale? —la persuadió con dulzura, haciendo que Bella quisiera reír.
—Dios mío, ¡Tristan Sinclair! ¿Serías capaz de controlarte si me vieras sin nada que cubriera mi cuerpo!.
Bella tomó otra profunda respiración antes de responder.
—Tristan, NO. Te creo a ti, pero no a tu hermanito de ahí abajo —dijo en voz casi susurrante, pero Tristan la oyó claramente.
—Jajaja, no te preocupes. He aprendido a controlarlo; sabes lo paciente que soy, ¿verdad? Por favor, abre la puerta, querida... —Bella se reía por dentro. Le costaba creer que él pudiera contenerse después de tantos años esperando.
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