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Capítulo 22: Que se jodan los vampiros.

Solo hay algo peor que el calor abrasador que hace en el territorio semi humano. Y ese es no poder ver ni un carajo a tu alrededor. En serio, quien haya construido este coliseo cerrado es un maldito lunático que no tiene idea de arquitectura.

—Nos tratan como si fuéramos unos criminales—bufa Sybil.

—Relájate, si así fuera, no nos dejarían cargar ni siquiera nuestras armas—Julian defiende a los furros.

—Ajá, ¿y cómo piensas tensar tu arco con las manos inmovilizadas, genio?

—Uy… bueno, eso lo complica.

—Guarden silencio. No estamos en disposición de hablar con libertad. Nuestras palabras pueden cambiarlo todo—indica Norbert.

—Vean a Panqueque, es un ejemplo a seguir—apoya Arthur.

De hecho, mi estimado cabeza hueca, no hablo porque estoy cagándome de miedo. Presentimiento no ha dejado de punzarme en el alma. Es una sensación de pavor tan grande como la que me infundió Amcottes cuando luché contra él en los Jardines Huecos. Sé que estuvo detrás de nosotros durante todo el viaje, al igual que Howard. Me pregunto dónde está ese cazador de pacotilla ahora que vamos a necesitarlo.

—Otra vez alabando a Panqueque. Estoy comenzando a enojarme…

—Silencio—Norbert parece percatarse de algo.

El instinto que tiene este tipo es realmente bueno. Unos pasos se escuchan alrededor de la oscuridad hasta que unos pilares se encienden en fuego, iluminando el coliseo de forma perfecta. Ok, lo admito, me equivoqué con lo de la mala arquitectura de este lugar. Se ve imponente a pesar de lo rustico, pero agradecería una ventana abierta.

—Así que ustedes son los forasteros de los que todo mundo está hablando—habla una voz.

No es hasta que los desconocidos hablan que me percato de una especie de escenario que se separa del suelo por medio de más pilares de roca. Encima, hay cuatro tronos tallados en roca.

Quien parece haber hablado es un hombre con orejas y cuernos que se parecen a los de un toro. Su cabello rojo resplandece aún más con la iluminación que el fuego proporciona. Eso sí, está mamadisimo el muy hijo de su vaca madre.

—Les dije que eran sujetos curiosos. ¡Me deben una buena tanda de bebidas, imbéciles, yo tenía razón!—la capitana Rhea aparece en el escenario y se sienta en uno de los tronos.

No puedo hacer más que mirar hacia arriba, aguardando a que el resto de los líderes furros se presenten.

—No los hagamos aguardar más. Les presento al resto de tribus—anuncia Rhea.

De entre las sombras del escenario entra en escena otro hombre similar a la capitana, solo que sus orejas son plateadas y mucho más cortas. Tiene pinta de ser una cruza con lobo. Le había pedido permiso a Rhea para analizar su especie por pura curiosidad científica, pero me respondió sencillamente que era un zorro Fennec. Sí, esas especies existen en este mundo, y ya sé el porqué.

—Soy el líder de la tribu Escorpiones Amarillos. Mi nombre es Siliogen, es un placer—se presenta de forma seria.

Ahí va, otro personaje con personalidad muy fría y seria porque eso es lo que está en onda con los chavos de hoy en día.

—Y yo soy Telase, líder de los Guerreros de arena. Espero que esta reunión sea productiva—añade una voz profunda.

Cuando el dueño sale a la luz, el corazón se me parte. Arcoíris. Otro puto arcoíris en el cabello de alguien. Se trata de nada más y nada menos que un centauro, pero no uno cualquiera, no, tenía que ser un unicornio. Él nos dirige una mirada a todos los que estamos abajo, pero se me queda viendo por unos segundos más que al resto.

Porfis que no se haya dado cuenta de mi magia.

—Y conmigo somos todos. Al, el viejo toro se llama Zanacyite. Es un poco duro, no se lo tomen personal—dice Rhea, acomodándose en su asiento.

—Es para mí un placer conocerlos a todos. Mi nombre es Arthur Vawdrey, príncipe de Asonas—Arthur hace una reverencia.

Ese tipo de modales no debe ser ni siquiera conocido aquí. La formalidad es inexistente en la séptima capa, así que está de más. Eso sí, admiro que sea todo un caballero al no dejar la educación de lado.

—Me parece que tenemos mucho que discutir, Arthur Vawdrey. Queremos explicaciones, todo sobre ustedes—ordena Zanacyite.

—Desde luego.

Arthur se toma su tiempo para relatar lo que hemos vivido hasta el momento. Es una laaaaaaarga clase de historia, política y sociología acerca de El Abismo. Ugh, ni siquiera con el profesor Bowyar me aburría tanto.

—Es por eso que hemos viajado hasta aquí. Una cura es importante para la maldición del Dragón Blanco. Si no la conseguimos a tiempo, todo el mundo será arrasado. Ustedes y nosotros incluidos—finaliza Arthur.

Los líderes tribales miran a Arthur con escepticismo antes de comenzar a discutir entre ellos. Por sus tonos, no parece que tengan mucha fe en la historia que les contó el señor héroe. Solamente Telase, el unicornio centauro, parece estar analizando con detenimiento la situación.

—Ciertamente debo reconocer que Rhea tenía razón. Pero lo que nos cuentan suena descabellado—Siliogen, el lobo, parece el más reacio a creer.

—Pues yo creo al cien su historia. Llevo toda una vida tratando de probar que nuestro mundo es más grande de lo que aparenta, no pienso dejar que los semi humanos nos pudramos en este sitio—alega Rhea.

—Por favor, solo queremos seguir avanzando. Una vez que tengamos lo que hemos venido a buscar, yo, Arthur Vawdrey, prometo formalizar las relaciones entre nuestras civilizaciones. Recursos y una mejor calidad de vida vendrán en abundancia para ustedes—promete Arthur.

Ay ajá, Asonas apenas pudo con una plaga mortal y no es como que tengan mucho para compartir. Sin embargo, algo es cierto, tengo la esperanza de formar un mundo mejor. Y eso solo se conseguirá bajando y sacando a todo ser viviente de este abismo.

—Lo que dices es tentador, pero no podemos confiar en las palabras de unos forasteros. Además, La Ciudadela no es segura, ni para ustedes ni para nosotros—responde Zanacyite.

—¿La Ciudadela? 

Telase, el centauro, suspira y se cruza de brazos. Él tiene cara de ser el más culto de los cuatro. Es normal, los unicornios somos muy inteligentes y sabios, no como los humanos o lectores de novelas webs de unicornios. Sí, sí, sí, sí.

—Así es como bautizamos ese sitio. Era el antiguo hogar de los semi humanos, pero no era seguro. Ya no se guardan muchos registros sobre esa capa porque se perdieron durante la evacuación, pero algo es seguro, ese sitio es la muerte en vida—explica Telase.

—Ya nadie baja para allá, solo abrir la puerta es suficiente para enfermarse—advierte Siliogen.

Sí, debe ser ese lugar. La Ciudadela es la última capa de El Abismo, el punto más profundo y donde se encuentra lo que necesito. Lo supe cuando tuve esas visiones del hombre unicornio. Además, hay algo que me inquieta mucho, y no ha dejado de hacerlo desde que las tuve. Es tan mareante que prefiero dejarlo fuera de mis pensamientos.

—Entiendo. Sin embargo, me veo en la necesidad de pedirlo de la manera más humilde y sincera posible. Por favor, concédanos acceso a La Ciudadela por una única ocasión—Arthur hace una reverencia.

Que alguien de la realeza haga un gesto así para una clase social más baja es inusual. Sin embargo, solo revela la urgencia que tiene por regresar a casa. Mi corazón se siente confundido al respecto. Ya no puedo seguir prolongando esto por mucho tiempo.

Si le doy mi poderoso cuerno a Arthur, su hermana se curará y dejará de ser el Dragón Blanco. Eso sería un problema a medias, porque lo ideal para mí es que Majorie Vawdrey mute en la lagartija blanca. Pero si no es así, tampoco representa un obstáculo grave para mi plan. Sí, tardaré un poco más en salvar a la gente de El Abismo, pero al final de cuentas creo que podré encontrar una forma de oponerme a la Voz Intrusiva.

Creo que es momento de la gran revelación. Doy un paso al frente y miro directamente a los líderes. Mis manos sudan por el calor y por el miedo. Probablemente esta sea la última vez que vea a Arthur, al menos durante un tiempo. No quiero que él baje a La Ciudadela. Su parte del trato está hecha, me ayudó a llegar hasta aquí con facilidad. Es momento de cumplir con mi palabra.

—Yo bajar sola. Por favor, darme permiso—suplico.

—¿Qué? Panqueque, no…

—Yo buscar cura por ti. Tú y caballeros regresar a salvo a primera capa—interrumpo a Arthur.

—No podemos dejarte sola, ¿estás loca?—Julian parece exaltarse por primera vez.

—Él tiene razón. Esta expedición la comencé yo, y voy a terminarla—responde Arthur.

Zanacyite carraspea antes de hablar.

—¿Y por qué razón deberíamos dejarte bajar solo a ti?—pregunta, mirándome directamente a los ojos.

—¿Por qué deberíamos confiar en una sola humana?—añade Siliogen.

—No le hagan caso, ella siempre ha estado un poco zafada de la cabeza—dice Sybil.

Miro hacia atrás, buscando a Amcottes. Sin embargo, el miedo me persigue cuando no lo veo en ningún lugar. Oh no, algo no está bien. Necesitamos irnos cuanto antes. Bien, voy a tener que acelerar esta porquería de reunión rápido.

Cierro mis ojos y comienzo a hacer brotar la magia a mí alrededor. Mi cuerno emerge en mi cabeza, rodeado de corrientes mágicas potentes. Para cuando abro los ojos, Julian, Norbert y Sybil me observan con los ojos bien abiertos y una expresión de sorpresa que pocas veces he visto. Me dan ganas de picarles los ojos, ja, ja.

—¿Un cuerno?—Julian está sin palabras.

Veo a la capitana Rhea esbozar una sonrisa, como si hubiera acertado una deducción.

—Eso explica muchas cosas, niña—dice ella.

Quien parece más emocionado es Telase. Él me observa con fascinación, como si fuera una especie más especial que los unicornios centauros.

—Esa chica… es un unicornio—Telase no sale de su asombro.

—¿Unicornio? ¿Entonces Panqueque no es humana?—pregunta Julian.

Arthur suspira, sin entender muy bien el por qué tomé la decisión de desvelar mi identidad.

—Eso explica por qué es tan… inusualmente poderosa—analiza Norbert.

Quien ya se tardó en abrir su bocota es Sybil. Ella solo se mantiene en silencio, con una mirada perdida. Juraría que incluso está esbozando una sonrisa algo incomoda.

—Yo ser unicornio fuerte. Yo continuar sola—vuelvo a pedir.

—No, no te dejaremos ir sola. Buscaremos la manera de llegar ahí—rechaza Arthur.

—¡Ya déjala! ¡Solo te la pasas queriendo complacer los caprichos de ese… unicornio!—exclama Sybil.

—Sybil, ya basta. No olvides que es el príncipe—regaña Norbert.

—¿Y qué? Todos ustedes no dejan de alabar a Panqueque como si yo fuera poca cosa cuando he hecho mucho por este equipo.

Estoy a punto de decir algo cuando Presentimiento vuelve a la carga, esta vez de una manera espantosamente intensa.

—Amcottes… no está—revelo.

Arthur es el primero en comprender el peligro en el que estamos.

—¡Capitana Rhea! ¿Dónde está el sacerdote que nos acompañaba?—pregunta con prisa.

Ella arquea una ceja sin entender mucho. Sin embargo, luego de una examinada rápida, se da cuenta de que, efectivamente, el maldito perro de Amcottes no se encuentra aquí.

—Qué raro, juraría que entró al coliseo junto con ustedes—responde sin darle mucha importancia.

—Oh no…

Arthur es interrumpido por un semi humano que sube con rapidez hacia el escenario. Luce realmente asustado.

—¡Ayuda! ¡Nos ataca una bestia!—exclama con horror.

—¿Una bestia? Explícate—ordena Rhea.

—¡Afuera! ¡Se parece a ellos!—nos señala.

—¿Qué? Nosotros no tenemos nada que ver con eso—dice Julian.

Todos los líderes, con excepción de Rhea, entrecierran los ojos.

—Parece que tenemos que dejar esta reunión para después. Hay asuntos más urgentes que atender…

Un poderoso estruendo interrumpe las palabras de Zanacyite. La puerta del coliseo sale volando en pedazos. Prácticamente tenemos que tirarnos al piso para esquivar los trozos de roca.

Alzo mi mirada solo para ver la silueta de un hombre con armadura plateada. En el metal de sus manos escurre un líquido carmesí que lame de forma lasciva y asquerosa. Su cabello es oscuro, y sus ojos brillan en un rojo que iluminaría la habitación oscura.

—Sangre, sangre, sangre… ¡Amo la sangre de caballeros Traza-Caminos!—exclama con locura en su voz.

—¿Quién eres? ¡Exigimos que te rindas!—Rhea da un salto hacia la arena del coliseo, sin titubear un segundo.

—¡Eso no les incumbe, inmundos animalitos!—el hombre de armadura abre su boca, revelando dos colmillos largos y afilados.

Sí, es él. Utilizo mi Hiperconciencia para poder obtener datos.

<Vampiro Nv. 50. Nombre: Ruxel.

Título: Administrador.

HP: 200,000/200,000

MP: 80,000/80,000

SP: 57,000

Habilidades.>

Por desgracia, es todo lo que puedo leer de él antes de que su influencia en el Sistema interfiera con mi habilidad.

<Hiperconciencia ha sido bloqueada. Imposible de analizar>.

—Tramposos, tramposos, tramposos. ¡No tienen valor para enfrentarme a ciegas!—exclama con furia.

Parece que solo empeoré las cosas.

—Maldita sea… necesitamos quitarnos estos grilletes cuanto antes—Arthur se levanta del suelo y hace un esfuerzo por liberarse.

—¡Majestad, retroceda!—Norbert se coloca enfrente.

Ruxel comienza a avanzar hacia nosotros con lentitud. Sin embargo, Rhea camina con el rostro en alto hacia el vampiro, seguida de sus compañeros, el resto de líderes. ¡No! ¡No lo enfrenten! ¿Es que nadie aquí sabe del peligro en el que estamos?

—No tengo idea de qué clase de bestia seas, pero exigimos tu rendición inmediata—advierte la capitana.

—¡Patrañas! ¡Escoria abisal, no tienen oportunidad! ¡Denme su sangre!—Ruxel enfurece más.

Él se lanza contra Rhea, extendiendo las afiladas garras de su armadura, preparado para degollarla al menor movimiento. ¡Uaaaaah! ¡Todo está perdido!

—¡No vas a tocar a nadie aquí, monstruo!—Telase invoca un arma similar a una lanza para bloquear el ataque del vampiro.

¡Hey, eso me lo copió a mí! Yo también ataqué a Amcottes con algo parecido cuando evolucioné a Centauride. Ay, como extraño esa evolución y esos tiempos. No, no es tiempo de perderme en mis pensamientos. Vamos a tener que pelear por nuestra vida.

Me concentro y lanzo una Descarga de magia a mi grillete hasta destruirlo por completo. ¡Yupi! Un problema menos.

—Rápido, Panqueque, libéranos—Arthur extiende sus manos también.

Uy, va a ser mucho trabajo pero ya qué. Hagan fila, de uno por uno. Mientras me centro en fundir los metales que aprisionan nuestras manos, los líderes pelean contra Ruxel.

La batalla es muy apropiada para compararla con la palabra "bestial". En serio, los movimientos son veloces y apenas puedo comprender que está pasando. Zanacyite blande un hacha, Siliogen una daga, Telease la lanza y Rhea una especie de mandoble de roca. 

—¡Formación de batalla! ¡Nuestro objetivo es eliminar a ese hombre!—Arthur desenvaina su espada.

—¡A la orden, jefe!—Julian recoge su arco.

—¡No pienso decepcionarte más, Arthur!—Sybil saca su varita.

—Vamos a necesitar esto—Norbert arroja un frasco de veneno hacia Arthur.

Él lo riega y distribuye sobre su espada. Me paro junto a él, lista para mi primera batalla intensa después de mucho tiempo. Uy, quiero subir muchos niveles, y comprar más habilidades, y…

Ay, bueno, me preocuparé de eso después. ¡A la cargaaaaaaaa!

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