Todo estaba en paz en la Posada de Medianoche, que era lo habitual. Anakin Indiana McClane le resultaba difícil relajarse completamente después del caos que la Posada había encontrado la última vez. Pero, en su humilde opinión, el Posadero dejó muy claro su descontento al rasgar el universo mismo para atacar a cada malhechor y a sus madres, sin mencionar condenar las almas de los atacantes a un interminable tormento del alma.
Ahora bien, Anakin no era un hombre que aprueba la violencia, no señor. Pero le hacía sentir algo especial que el dueño del hotel llegara al extremo de crear un mini-infierno en forma de hogar para disuadir a alguien de atacar de nuevo. Honestamente, Anakin incluso había considerado pedirle al hombre un autógrafo.
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