—Fenrir había estado atravesando un brote de crecimiento —c omentó el narrador—, pero rápidamente aprendió que cuanto más crecía, más obvia se volvía su existencia para la tortuga mandona. Como tal, había estado tratando arduamente de reprimir su crecimiento. No era capaz de hacerlo, pero al enfocarse tanto en algo específico, pudo desbloquear una habilidad de linaje que le permitía manipular su tamaño.
—En estos días, pasaba la mayor parte de su tiempo del tamaño de un perro ordinario o del tamaño de un cachorro. Era una lástima, ya que cuanto más grande se hacía, más amor recibía de los distintos huéspedes, lo cual era agradable. Pero la tortuga era demasiado aterradora, tenía que evitarla.
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