—¡Con las bendiciones de nuestro todopoderoso señor, el Caos, hemos aprovechado este momento! —retumbó uno de los Magos Carmesíes, su voz atronadora y autoritaria—. ¡Su poder ha inmovilizado los portales por meros cinco minutos, un lapso efímero, pero suficiente para devastar las nacientes semillas del imperio!
—¡Adoradores de la Muerte y el Caos, no dejéis a ninguno en pie!
—¡Demostrad vuestro valor a los que servís asesinando a los jóvenes del imperio y banquetead con su tierna carne!
Una formidable aura pulsaba desde ellos, resonando con la formidable fuerza de maestros del aura y magos de alto nivel. El crudo poder que emanaban era tan intenso que envió una ola de inquietud a través de sus objetivos. Aquellos que percibían su poder temblaban, con la aprensión royendo sus corazones.
—¿Cómo vamos a sobrevivir contra semejantes bastardos?
—Los portales no funcionan. No podemos huir. Estamos atrapados en este lugar con ellos.
—¡Mierda! ¡Estamos jodidos!
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