Al ver el fragmento de alma yaciendo inmóvil en las manos de Roy, los curiosos junto a la ventana tenían la mandíbula caída y los ojos tan saltones que amenazaban con salirse de sus órbitas.
—¡¿Q-qué?! —exclamó uno con incredulidad.
—Evadió a todos nosotros como una plaga y se precipitó en su agarre por propia elección. ¡Ridículo! —era incapaz de aceptarlo.
—¿Por qué eligió a un no despierto sobre nosotros? —él también lo encontraba difícil de creer.
Sus ardientes miradas se dirigían a Roy.
En ese momento, no parecían diferentes de unos bandidos.
Si tuvieran la oportunidad, no dudarían en arrebatárselo de la mano.
Justo cuando estaban a punto de alcanzar a Roy a través de la ventana, una voz envejecida pero firme los detuvo.
—¿Habéis olvidado vuestras maneras, chiquillos? ¡Usad la puerta principal para entrar al taller! Prometo romper las piernas de todo aquel que se atreva a entrar por la ventana. —La autoridad en su tono era inconfundible.
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