Hugo suspiró internamente. Este era el resultado de su codicia. Se convirtió voluntariamente en el perro del Grupo Víbora del Norte a cambio de más poder. Se había vuelto adicto a la sensación de estar en la cima que había olvidado que la Casa Ward todavía no era nada frente al poder de la Familia Imperial.
Con una mirada resuelta, Hugo se puso de pie mientras enfrentaba al furioso Aethelwolf. —Pido disculpas por este asunto, Señor Aethelwolf. Haré todo lo posible para enmendarlo. Solo espero que todos perdonen a mi Casa Ward. Ellos no tienen nada que ver con esto —murmuró en voz baja. Decidió confesar sus pecados. Sabía que ya era tarde, pero esta era la única cosa que podía hacer para salvar a su hijo.
Todos revelaron expresiones confusas cuando escucharon sus palabras.
—¿Qué quieres decir? —preguntó Aethelwolf con un tono frío.
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