Frente a él se alzaba un dragón marrón sin alas, con escamas que parecían piedra. En cuanto a tamaño, Astaroth tenía la sensación de estar mirando un crucero.
Su cabeza estaba inclinada hacia arriba, mirando al dragón a los ojos, mientras que este último lo observaba fijamente como si fuera su presa. Astaroth se quedó inmóvil, tratando de no hacer ruido.
Entonces una voz retumbó en su cabeza, profunda y gutural, más parecida al sonido de piedra rozando contra piedra que a palabras reales.
—Mortal. Has aterrizado en mi dominio. Declara tu propósito.
Astaroth estaba medio aliviado, ya que el dragón no atacó por segunda vez de inmediato. Esperaba poder razonar con la bestia.
Inclinando su cabeza ligeramente hacia abajo, en un gesto de respeto, y manteniendo al mismo tiempo sus ojos en el dragón, Astaroth habló.
—Señor dragón benevolente. No vengo con ninguna intención, más que la de pasar. Aterricé aquí porque ya no podía volar y estoy de camino a casa.
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