Cynthia llegó poco después y acompañó a Elisa quedándose junto a ella. Al escuchar lo que Elisa había hecho a la mujer que estaba posada por sus monstruos verdes, una risa estalló en Cynthia. —Austin se desternillaría si supiera esto.
Elisa le regaló una sonrisa a la mujer. Sospechó de Cynthia durante un momento cuando estaban en el jardín, pero aprendió que esta persona era en efecto la Cynthia que ella conocía. —¿Es realmente gracioso? —preguntó, insegura.
—Por supuesto, y también necesario. Sabes, mi señora, esas mujeres no aparecen solo una vez sino múltiples veces. Una amenaza bien profunda instaurada en ellas les daría una advertencia única en la vida. Incluso después de lo que has hecho, puedo decir que algunas de ellas aún guardan rencor contra ti —dijo Cynthia y chasqueó la lengua—. Puedes pedirme que las abofetee. Soy bastante experta en eso.
Elisa arqueó una ceja ante el talento recién descubierto en Cynthia. —¿Sueles abofetear a otras personas?
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