Los labios de Ian se ensancharon en una sonrisa más amplia, había una expresión que tenía que parecía como si hubiera ganado algo mientras observaba cómo la expresión de Elisa se volvía eufórica por todo el empuje que hizo, lo cual la llevó a caminar sobre un hielo muy delgado. Caer al agua fría estaría bien ya que él estaría allí para calentarla, pensó Ian para sí mismo.
—¿Elisa? ¿Qué te dije en el carruaje? —Los ojos de Elisa se volvieron hacia él. ¿Quería él decir lo que ella siente? Sintió su cabeza mareada y quizás era porque su corazón palpitaba rápidamente cuando ayer había perdido una cantidad considerable de sangre.
—Por favor espera un momento —suplicó Elisa, su voz sonando aun más dulce para los oídos de Ian—. Me siento mareada. —Quizás Ian la dejaría salir del apuro de responderle ahora. Si tenía que decirle lo que sentía por él, deseaba no estar al lado de la calle.
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