Esperanza comenzó a olerse a sí misma, sus manos, su sudadera, pero no fue capaz de percibir nada más que su perfume.
—¿Qué olor? —frunció Esperanza—. No huelo nada.
Lana encendió el motor y el coche empezó a moverse hacia su casa mientras ambas conversaban en el interior.
—No podrás olerlo, pero yo soy diferente, ¿recuerdas? —Lana echó un vistazo a la hosca Esperanza.
—Sí, sé que eres diferente —Esperanza giró los ojos dramáticamente y encendió la radio, pero no podía captar ningún programa—. ¿Está rota?
Intentaba desviar la atención de Lana para que no le preguntara sobre sus nuevos amigos y el 'olor a pícaro' en ella, porque por más espeluznante que sonara, a veces, Esperanza se preguntaba si Lana realmente podía darse cuenta cuando ella mentía.
—No. Es difícil conseguir señal por aquí —murmuró Lana mientras lanzaba otra mirada a Esperanza.
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