Andrés se quedó sin palabras ante la respuesta de Alveena.
—¡Caray! Esta mujer realmente sabe cómo jugar con las palabras —pensaba Andrés para sí mismo, observando a Alveena con asombro.
Sentía que sus mejillas ardían. Aún no estaba borracho, pero su cara ya estaba rojo escarlata. Tuvo que apartar la mirada para ocultar su rostro sonrojado.
—Argh... ¿qué debería hacer con esta chica? No creo que pueda manejarla —se lamentaba Andrés.
Alveena no paraba de convencerlo. Ahora estaba tirando de la punta de la manga de su chaqueta mientras le suplicaba.
—Por favor guapo, ven conmigo y únete a nosotras —Alveena juntaba sus manos, frotándolas frente a Andrés mientras lo miraba con sus ojos de cierva.
Lo que sucedía en la barra del bar era vigilado y monitoreado por las amigas de Alveena desde su mesa. Su mesa estaba a solo unos pasos de la barra.
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