Iona se sonrojó.
—Todavía están en mi habitación, esposo —dijo ella.
Rolfe se detuvo en seco. La palabra "esposo" le hacía sentir cosas. Ella lo había llamado su esposo por primera vez y de repente se sintió... tan maravilloso. Él poseía su cuerpo y su alma. Un aliento tembloroso pasó por sus labios.
—Entonces espero que todas tus cosas hayan sido trasladadas a mi habitación, esposa —respondió, enfatizando la palabra "esposa" y comenzó a caminar hacia su habitación—. Y mañana iremos al lugar al que realmente perteneces: mi dormitorio en el palacio.
Ella lo miró fijamente hasta que llegaron a su habitación. Él cerró la puerta de una patada y la llevó a la cama, la cual encontró suave y sedosa. Sorprendida, miró a su alrededor y vio que la piel de pelaje había sido reemplazada por una pequeña cama con dosel que era justo suficiente para los dos.
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