La cabeza cayó al suelo con un fuerte golpe. Rodó unos metros mientras la sangre dejaba un rastro a su paso. El rey se levantó de su lugar con un rugido y bajó del estrado. Empujó a un guardia en su camino que cayó al suelo.
Íleo estaba demasiado atónito como para reaccionar, aparte de observar al rey que rugía y maldecía. El cuerpo de Ara se desplomó en el suelo. Edyrm corrió para atrapar la cabeza rodante, como si estuviera en shock. La sostuvo en sus manos y cuando se giró para volver a colocársela en la cabeza a Ara, su cuerpo había caído al suelo frente a sus pies. La sangre brotaba como un manantial. Sus ojos se fijaron en el espacio detrás de Ara. No había nadie. Ni siquiera un guardia con espada. ¿Cómo había ocurrido? Sus ojos se dirigieron a la hija del rey, quien le miraba con esos intensos ojos verdes que recordaban a un bosque de pinos. Su cabello estaba atado detrás en múltiples trenzas.
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