Él había pensado que las esposas que le dio Anne habían controlado por completo sus poderes, pero al mirar a Diana, no parecía ser el caso.
Hazel le echó una mirada de reojo y luego se giró para irse, pero él le sostuvo las manos de nuevo.
—¿Podemos al menos hablar y me explicas por qué te opones tanto a que te llamen Bella y estás tan empeñada en que te llame Hazel? Al final, ambos nombres te pertenecen —dijo él. Ella realmente quería abrirle la cabeza y ver qué había dentro.
—¿Cómo puede alguien ser tan inconsciente? —dijo ella. Le había dicho tantas veces que ya no era Bella, pero al final, él ni siquiera conocía la diferencia entre ellas.
—No me importa si te llamas Hazel o Bella. Te quiero siempre y cuando seas tú. No me dejes. Al menos dame la oportunidad de entender tus problemas y resolverlos.
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