—¿Perdón? —sorprendido, el médico la miró con confusión.
—¿Cómo me llamaste recién? —preguntó ella con una expresión de agitación en su rostro.
Todavía podía recordar la oscura escena que había visto ante sus ojos. Las mujeres con cabello plateado allí la habían llamado Isabella y se dirigieron a ella como un mal presagio.
—¡Mi señora! ¿Cómo más podría dirigirme a usted sino como mi señora? —sus cejas se fruncieron profundamente, ya que estaba segura de haberlo escuchado llamarla Isabella.
—Mi señora, parece cansada. Le sugeriría encarecidamente que descanse y se calme —Hazel miró a todos a su alrededor como si esperara que uno de ellos le dijera que efectivamente el hombre la había llamado Isabella, pero nadie lo hizo.
De hecho, la miraban como si hubiera perdido la razón y se hubiera vuelto loca.
¿Realmente lo había escuchado mal? Sacudiendo la cabeza, dejó ir el pensamiento, pero la idea de dormir de nuevo le asustaba.
No quería tener otra pesadilla.
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