Fuera de la posada, Harvey había intentado evitar que la situación se intensificara, pero tenía que confesar que Damián estaba empezando a irritarlo. Y como si eso no fuera suficiente, apareció Iván, que no se parecía en nada a su yo habitual.
Se veía enojado, exhausto y débil, pero sorprendentemente, su voz aún era fuerte y firme cuando saltó del caballo, gritando para que Luciana saliera.
Por la expresión en las caras de ambos bandos (el grupo de Iván y Damián), era obvio que no estaban contentos de verse. Especialmente cuando Iván se paró frente a Damián para bloquearles el paso y evitar que entraran.
—Nadie entrará allí ni hará nada hasta que saque a mi esposa de ahí —ordenó severamente.
—Me disculpo, su alteza, pero no tenemos tiempo de esperar a que primero recoja a su esposa. Estamos siguiendo la orden de la Reina —dijo Damián, sin esconder su desagrado e impaciencia.
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