—¿Ahora no tienes vergüenza de arrebatar los cachorros de su madre? —preguntó Fu con el ceño fruncido mientras la miraba. Simplemente no podía entender en qué estaba pensando su esposa.
—Océano es comprensivo, a diferencia de alguien más que conozco. Además, es solo por un ratito. No soy tan desalmada —dijo Jia Li con la mirada puesta en los cachorros. Eran demasiado adorables como para dejarlos ir.
Fu Hua lanzó una mirada fría al cuidador que decía:
—¡Quítales los cachorros o tendrás problemas!.
El cuidador captó el mensaje oculto y tembló un poco. Se encontraba en un dilema y no sabía si Jia Li estaría dispuesta a soltar a los cachorros. Pero tenía que intentar su suerte si no quería ser castigado por el Iceberg.
—Señora, es hora de que los cachorros coman, aún no han recibido comida —le recordó el cuidador a Jia Li en un tono cortés.
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