Bai Qingyue escuchó la noticia de que Yun Qingrong aún no había despertado, incluso después de recibir los órganos que necesitaba para vivir. Le frustraba saber que sus esfuerzos podrían no haber servido de nada si Yun Qingrong no lograba despertar.
Cuando decidió convertirse en donante, no lo pensó dos veces y lo hizo por el bien de Su Xiaofei, pero ahora, con Yun Qingrong aún sin responder, esto solo significaba que el sufrimiento de su hija se alargaría.
Sabía que había sido la peor madre para Su Xiaofei, y nunca iba a poder compensarlo, pero quería al menos intentarlo.
Ha pasado una semana desde la cirugía y, aunque se estaba recuperando bien, Bai Qingyue no había recibido visitas ni de su esposo, que aún estaba fuera de la ciudad por trabajo, ni de su agente. Y aunque siempre podía excusarse por el motivo de estar ingresada en el mismo hospital donde estaba Yun Qingrong, tenía que tener cuidado con sus palabras.
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