—Como miembro de la prominente Familia Lux, Victoria nunca pensó que un día se arrodillaría frente a otra persona que no fuera la estatua de la Diosa misma. Hoy, se demostró que estaba equivocada.
Victoria aún podía sentir temblar sus rodillas al recordar haberse arrodillado frente a la hechicera desconocida. Su mano se apretó alrededor de la mano de su hija mientras miraba la débil apariencia de Dorothy. Han pasado unas pocas horas desde que dejaron ese lugar infernal, unas pocas horas desde que llegó al cuarto de su hija. Sin embargo, los recuerdos de lo que sucedió dentro de esa casa todavía estaban vívidos en su cabeza.
Nunca lo olvidaría en toda su vida.
Secó las lágrimas en sus ojos mientras se consolaba en silencio. Lo hizo por su hija, lo hizo por Dorothy. ¿Qué clase de madre permitiría que su hijo solo sufriera? Quizás, muchas madres podrían hacer eso, pero no ella. ¡Oh no, no ella!
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