—Prométeme esto... si alguna vez tu corazón vacila, si hay la más mínima duda en tu corazón... asegúrate de dejarme ir —Neveah murmuró con tono bajo.
Estas fueron las exactas palabras que ella le había dicho a Menarx aquel día, ella no había esperado que todo resultara ser exactamente como había predicho.
«Mi mayor defecto es conocer mi propio destino lo suficientemente bien, aun así lo intento de todas formas», Neveah pensó para sí misma.
Menarx negó con la cabeza, sus ojos reflejaban su renuencia y desacuerdo, pero la finalidad en el tono de Neveah era clara para todos los oídos.
El consejo y todos los que estaban a su alrededor se habían convertido en un asunto olvidado en ese punto, cuando al final de cuentas, este destino y este camino compartido por ambos.
—También me prometiste que no soltarías mi mano —Menarx insistió, aferrándose a esperanzas infundadas.
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