Una espía femenina.

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Elliana agarró la esquina del acantilado justo a tiempo y colgó de él.

Miró hacia abajo a las rocas que se disolvían en el agua de inmediato, y su corazón tembló.

No necesitaba que le dijeran dos veces que no había forma de que sobreviviera otro minuto si caía en esa lava mortal.

—Yaretzi, por favor, ayúdame —gemía Elliana, y la bruja se acercó a ella, mirándola hacia abajo con irritación escrita en su rostro.

—Por eso te dije que no tocaras nada sin permiso, ¿no? Ahora sigue colgada ahí hasta que repase todas las reglas —dijo Yaretzi, y Elliana miró hacia abajo antes de hacer un mohín con los labios.

Sus pies estaban incómodos. Casi parecía que alguien soplaba aire caliente sobre ellos y lágrimas calientes se acumulaban en sus ojos.

¿Por qué esta bruja la estaba acosando? ¿No se suponía que debía ayudarla? ¿Era culpa de Elliana que no completara su orden? Ella simplemente podría haber dicho que no tocara nada. ¿Por qué entraba en detalles? Elliana se sentía agraviada.