El trío comió felizmente, con Winona alabando la comida de Harold hasta el cielo, haciéndole sonrojar de vergüenza.
—Si vives conmigo, puedes tener comidas como esta todos los días —dijo Altea con una sonrisa, y la cuchara de Winona se detuvo a mitad de camino mientras giraba la cabeza para mirarla.
Algunas lágrimas se alinearon en los ojos de la rubia, haciendo que los otros dos se estremecieran. Amargamente, lanzó una pregunta retórica. —¿Crees que no quiero?
—...
Altea se frotó la nariz avergonzada, sabiendo que esto era el preludio de un sermón. Distraídamente, Altea dio un mordisco al último plato, sin notar la mirada nerviosa de Harold.
—Habría corrido hacia ti cuando pasaron las cosas. Era solo eso —Winona hizo una pausa, mirando a Altea, quien comía un plato boca abierta.
Hizo señas con su mano frente a la mujer de cabellos castaño-rojizo. —Eh, Altea. ¿Qué te pasa?
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