Daniel se encontraba en la cola interminable, rodeado de almas en espera de juicio. Observó a su alrededor y notó que todas las almas parecían monótonas, como si estuvieran programadas para seguir un patrón predefinido. En cambio, él aún conservaba sus pensamientos y emociones, lo que lo hacía sentirse extraño y diferente de los demás.
El ambiente en la fila era opresivo, con un silencio pesado interrumpido solo por el suave murmullo de las almas que esperaban su turno. La atmósfera estaba impregnada de una sensación de anticipación y ansiedad, como si todos supieran lo que les esperaba al final de la cola, pero nadie se atreviera a mencionarlo.Mientras avanzaba lentamente en la cola, Daniel notó que las almas que lo rodeaban comenzaron a desvanecerse y transformarse en un tono grisáceo, como si estuvieran perdiendo su esencia. Era como si el ambiente del inframundo sofocara cualquier vestigio de individualidad.
Finalmente, llegó su turno. Se encontró frente a un tribunal oscuro, donde una figura sombría lo miraba con ojos penetrantes. A pesar de ser ateo, Daniel esperaba que algún tipo de entidad divina lo juzgara. Sin embargo, la figura que lo enfrentaba parecía más bien un espectro desalmado que cualquier otra cosa."Daniel, has sido convocado para enfrentar tus crímenes", dijo la figura con una voz cavernosa que resonaba en el aire. "Se te acusa de cometer actos imperdonables en vida".
Daniel se sintió desconcertado. ¿Qué crímenes podían atribuirle en el inframundo? Antes de que pudiera formular una pregunta, la figura comenzó a enumerar una lista interminable de crímenes absurdos y cómicos, como "robar el último trozo de pizza en una fiesta" o "decir chistes malos en momentos inapropiados".
"¿En serio? ¿Esos son los crímenes por los que me juzgan aquí?", respondió Daniel, con incredulidad en su voz.
"¡Silencio!", gruñó la figura, haciendo eco en el tribunal oscuro. "Tus acciones son inexcusables y deben ser castigadas adecuadamente".
Mientras escuchaba las acusaciones, Daniel recordó las puertas que había visto mientras esperaba en la cola. Recordó que algunas estaban protegidas por diablos gigantes, sus ojos brillando con malicia. Sin dudarlo, decidió que escaparía de este juicio farsante y buscaría una salida.Cuando la figura se disponía a dictar su condena, Daniel aprovechó un momento de distracción y se lanzó hacia las puertas. Corrió hacia la tercera puerta, donde un diablo gigante custodiaba la entrada. El diablo gruñó con ferocidad, pero Daniel no se detuvo. Se agachó y se deslizó debajo de las piernas del diablo justo a tiempo.
Al otro lado de la puerta, se encontró en un pasillo oscuro y tortuoso. Sabía que había escapado del juicio falso, pero ahora se enfrentaba a un nuevo desafío: encontrar una salida del inframundo antes de que fuera demasiado tarde. La oscuridad lo rodeaba, y el sonido de sus propios latidos resonaba en sus oídos mientras se adentraba en lo desconocido.
Mientras avanzaba por el pasillo oscuro y tortuoso, Daniel se encontró con una escena surrealista: una bruja de aspecto retorcido estaba parada frente a tres calderos burbujeantes, rodeada de una neblina espesa que parecía bailar a su alrededor. La bruja lo miró con ojos centelleantes y le habló en un idioma desconocido, pero Daniel pudo entender cada palabra claramente.
"Eres excepcional", dijo la bruja con una sonrisa siniestra, como si estuviera ocultando algo detrás de sus palabras. "Mantienes tus recuerdos en un lugar donde la mayoría los pierde rápidamente. Y has demostrado ser elusivo en escapar de tu destino".Daniel frunció el ceño ante la mención de su "elusión" en escapar de su destino, pero decidió no profundizar en ese tema por ahora. En su lugar, se enfocó en las palabras de la bruja y en lo que debía hacer a continuación.
"Debes elegir", continuó la bruja, señalando hacia los tres calderos burbujeantes. "Bebe de uno de ellos y luego sigue recto por este camino durante horas. Allí encontrarás el mar de lava, un destino que solo unos pocos han enfrentado".Antes de que Daniel pudiera hacer su elección, la bruja desapareció en un destello de humo negro, dejando los calderos burbujeantes como la única evidencia de su presencia. Daniel observó los calderos por un momento, su mente luchando con la decisión que tenía por delante. Finalmente, confiando en su instinto y en su color favorito, eligió el caldero negro y bebió de él sin vacilar.
Tras beber el líquido del caldero, Daniel sintió un cosquilleo en todo su cuerpo antes de que la habitación comenzara a dar vueltas a su alrededor. Cuando la marejada finalmente cesó, se encontró solo en el pasillo oscuro, con los calderos y la bruja desaparecidos,sin perder más tiempo, decidió seguir adelante.
Con cada paso que Daniel daba, el entorno a su alrededor parecía retorcerse y cambiar, transformándose en un laberinto de obstáculos y desafíos infernales. Columnas de fuego surgían del suelo, obligándolo a esquivarlas con destreza mientras el calor se intensificaba con cada segundo que transcurría. Espadas y lanzas fantasmales se materializaban frente a él, exigiendo reflejos rápidos y precisos para evitar ser atravesado por ellas.
Daniel se movía con determinación, su mente centrada en el objetivo final a pesar de la creciente sensación de opresión y calor que lo envolvía. Cada obstáculo superado lo acercaba un paso más hacia la libertad, pero también parecía aumentar la intensidad del fuego que lo rodeaba.Con el sudor goteando por su frente y el calor sofocante envolviendo su cuerpo, Daniel se despojó de sus capas de ropa una a una mientras continuaba avanzando. La camisa, los pantalones, los zapatos; cada prenda caía al suelo como un peso adicional que ya no podía soportar.
Finalmente, después de enfrentar el último obstáculo y sortear una pared de llamas infernales, Daniel emergió en un espacio abierto, solo vestido con sus calzoncillos. El aire ardiente le golpeó el rostro mientras miraba a su alrededor, sintiendo una extraña mezcla de alivio y temor ante lo que le esperaba a continuación. Con paso firme pero vacilante, se adentró en la vastedad del paisaje infernal.
Con el corazón latiendo con fuerza en su pecho y el sudor goteando por su frente, Daniel llegó al borde del acantilado que se extendía hacia el interminable mar de lava. Miró hacia abajo, sintiendo un escalofrío recorrer su espalda al ver las olas de fuego ardiente que rugían debajo de él.Al borde del acantilado, Daniel se detuvo por un momento, contemplando el mar de lava que se extendía ante él. Un destello de recuerdo lo inundó, trayendo consigo imágenes de las historias que solía leer, donde los protagonistas ganaban poder y fortuna al enfrentar desafíos similares.
"¿Podría ser cierto?" se preguntó Daniel para sí mismo, recordando las escenas en las que los héroes saltaban hacia lo desconocido y emergían transformados. Las palabras de aliento y los diálogos inspiradores resonaron en su mente, impulsándolo a tomar una decisión.Con un suspiro de determinación, Daniel se lanzó al vacío, permitiendo que la sensación de caída libre lo envolviera mientras descendía hacia el mar de lava ardiente. En su mente, las palabras de los libros lo acompañaban, dándole fuerza y esperanza en el camino hacia lo desconocido.
Mientras caía en picado hacia el mar de lava, Daniel sintió un calor abrasador envolver su cuerpo, como si las llamas estuvieran devorando su alma en lugar de su carne. Un grito de angustia escapó de sus labios cuando el fuego tocó su piel, provocando un dolor indescriptible a medida que lo consume desde adentro.
Con cada segundo que pasaba, él podía sentir cómo su cuerpo se deshacía ante el intenso calor, su piel burbujeando y desprendiéndose en capas carbonizadas. El dolor se intensificaba con cada bocanada de aire ardiente que inhalaba, llenando sus pulmones y su mente con una agonía insoportable.Mientras luchaba por mantener la cordura en medio del tormento, observó impotente cómo su cuerpo se desintegraba ante sus ojos. La piel se desprendió en pedazos, revelando los músculos que se contraían y se retorcían bajo el fuego voraz. La sangre burbujeaba y se evaporaba al contacto con las llamas, dejando tras de sí un rastro de humo y cenizas.
A medida que la agonía alcanzaba su punto máximo, sintió cómo su conciencia se desvanecía lentamente, dejándolo atrapado en un mar de dolor y desesperación. Solo cuando ya no quedaba nada más que huesos calcinados, flotando en la lava ardiente, la oscuridad lo envolvió por completo, arrastrándolo hacia lo desconocido en las profundidades del infierno.